El Árbol de la Sabiduría: Enseñanzas Masónicas
Reinterpretación Masónica : Salmo 1 El justo y los pecadores
En tierras lejanas, donde el tiempo parecía desdibujarse entre la niebla matutina, existía un antiguo templo masónico custodiado por sabios venerables. En aquel lugar, se albergaban misterios y enseñanzas ancestrales, transmitidas de generación en generación.
Dentro de aquel recinto sagrado, un joven masón, llamado Gabriel, encontró una antigua escritura que resonó en su corazón como una melodía celestial. Eran versos inspirados en la verdad, palabras que despertaron su espíritu ávido de sabiduría.
Los versos hablaban de la bienaventuranza del hombre que se aparta de los consejos maliciosos y camina en la senda de la rectitud. Y así, Gabriel comprendió que para prosperar en su travesía masónica, debía rodearse de mentes nobles y corazones justos.
El templo se convirtió en su refugio, y cada palabra escrita se grabó en su mente y alma. En su búsqueda por crecer y alcanzar la luz, meditaba sobre los preceptos de la ley masónica, encontrando paz y fortaleza en su constancia.
La escritura narraba la imagen de un árbol fuerte y frondoso, enraizado junto a corrientes de aguas claras. Era un símbolo de la vida virtuosa, cuyos frutos maduraban en su debido tiempo y cuyas hojas nunca caían.
Cada día, Gabriel renovaba su compromiso con el aprendizaje y la auto-superación. Al igual que el árbol descrito en las escrituras, anhelaba ser un ser pleno y útil, cuyas acciones florecieran en bienestar para todos.
El contraste con los malvados, descrito como tamo que arrebata el viento, le recordó la fragilidad del camino oscuro. Sabía que la senda equivocada solo conducía al vacío y la pérdida.
Así, con cada paso y cada reflexión, Gabriel se encaminaba hacia la plenitud de su ser. Consciente de que Jehová conoce el camino de los justos, sabía que su esfuerzo y dedicación no pasarían desapercibidos.
En su jornada masónica, compartía estas enseñanzas con sus hermanos, con el anhelo de que cada corazón se iluminara con la luz de la sabiduría. Y juntos, en aquel templo atemporal, encontraban la fortaleza para enfrentar cualquier adversidad y alcanzar la verdadera prosperidad.
¡Ánimo, queridos hermanos! La senda masónica nos guía hacia la plenitud y la verdad. Mantengamos nuestra delicia en la ley, meditando en ella día y noche, y como el árbol junto a corrientes de aguas, daremos frutos y nuestras hojas nunca caerán. ¡Que la luz masónica ilumine siempre nuestro camino!
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