GRADO QUINTO

MAESTRO PERFECTO

DECORACIÓN DEL CAPÍTULO

Vestimenta verde, con cuatro columnas blancas en cada esquina, que le dan una forma circular. Las de la primera tienen los siguientes letreros: “Fuerza”, “Robustez”, “Vigor”, “Energía”. Las de la segunda: “Agilidad”, “Velocidad”, “Actividad”, “Destreza”. Las de la tercera: “Limpieza”, “Pulcritud”, “Decencia”, “Elegancia”. Y las de la cuarta: “Gracia”, “Belleza”, “Lujo”, “Primor”. Se pondrán cuatro bujías en cada columna de modo que el círculo estará alumbrado por sesenta y cuatro luces si es posible.

En el centro se coloca el sepulcro de Hiram que sirvió para el grado de Maestro Secreto. En una de sus caras se verá la letra M en la otra la A y en la última la B. Encima del mausoleo se pondrá la urna de las cenizas de Hiram con una espada que la atra­viesa, y dos ramas de Acacia que brotan de su parte superior. Al frente de cada uno de los lados, del mausoleo o pirámide triangular, y en el suelo, habrá una piedra bruta, y el todo quedará encerrado en una baranda circular.

En Oriente, estará el Altar, cubierto de paño verde con franja de oro, en él pondrán la Carta Constitu­yente y la Clave o Piedra de Llave.

En el solio encima del asiento del Jefe, que representa a Adonhiram y se titula Clarísimo Maestro, estará el símbolo del Grado, y en su mesa el Mazo, la Espada, y los Reglamentos del Supremo Consejo y dos Pirámides o pequeños columnas con el compás graduado.

El Primer Vigilante representa a Stolkin y el Segundo a Zerbal. El experto toma el nombre de Capitán de Guardias, y el Guarda Templo, Guarda del Círculo.

La insignia es un collarín verde aguas que sostiene la alhaja, y el compás abierto sobre un segmento de círculo igual a sesenta grados, con la Clave entre sus ramas y las columnas a sus lados, o bien se borda con hilo de oro el ápice de aquél. El mandil es blanco con orilla y solapa verdes, bordándose en el centro el símbolo del grado.

APERTURA DE LA QUINTA CAMARA

Así que todos ocupan sus asientos respectivos, da un golpe con el Mazo en su trono y dice el

Clar.·. M.·. — Mi intención, hermanos, es abrir el Círculo de Maestros Perfectos de esta Sub.·. Log.·. de Per.·. … N° … y os doy las gracias por vuestra asistencia.

¿A qué hora se abre el círculo, H.·. Stolkin?

Pr.·. Vig.·. — A la una del día, Clarísimo Maestro.

Clar.·. M.·. — ¿Qué hora es, H.·. Zerbal?

Seg.·. Vig.·. — La primera del Cuadrante, hermano Adonhiram.

Clar.·. M.·. — Pues si es la hora en que mandó Salomón abrir nuestros trabajos, servíos pedir, hermanos Stolkin y Zerbal, a los que decoran vuestros semicírculos, como yo a los de Oriente, que nos ayuden hacerlo en esta Cámara por los golpes y signos mis­teriosos.

Pri.·. V.·. — H.·. Zerbal y HH.·. que decoráis mi semicírculo, nuestro Clarísimo Maestro os pide que nos ayudéis a abrir los trabajos de Maestro Perfecto por los golpes y signos misteriosos.

Seg.·. Vig.·. — HH.·. que decoráis mi semicírculo, nuestro Clarísimo Maestro pide que nos ayudéis abrir los trabajos de Maestro Perfecto por los golpes misteriosos.

Da un golpe.

Da otro.

Pr.·. V.·. — Anunciado, Clarísimo Maestro.

El Clarísimo Maestro da cinco golpes con su mazo, y todos se ponen en pie y al orden.

Clar.·. M.·. — ¡A mí, hermanos!

Signo y batería con la palabra sagrada. Luego ordena sentarse; se anuncia, lee y sanciona el acta de la sesión precedente, se despachan los negocios de familia, y se envía al Capitán de Guardias para que prepare a los candidatos, si los hay.

Este los despoja de todas las armas defensivas y ofensivas que puedan tener consigo, les pasa alrededor del cuello un cordón de seda verde, cuyos extremos coge con la mano izquierda, en tanto que en la derecha lleva una espada desnuda. Al llegar a la puerta del Templo, da cuatro golpes.

INICIACION DE LOS CANDIDATOS

G.·. del C.·. — Tocan a la puerta del Círculo como Maestro Secreto, H.·. Zerbal.

Seg.·. Vig.·. — Tocan a la puerta del Círculo como Maestro Secreto, H.·. Stolkin.

Pr.·. V.·. — Clarísimo Maestro, tocan a la puerta del Círculo como Maestro Secreto.

Clar.·. M.·. — Inquirid quién toca, hermano Stolkin.

Pr.·. V.·. — Preguntad quién toca, H.·. Zerbal.

Seg.·. V.·. — H.·. G.·. del Círculo ved quién toca.

Este entreabre la puerta y pregunta:

G.·. del C.·. — ¿Quién toca?

Cap.·.de G.·. — El Cap.·. de Guardias, que con­duce a Maestros Secretos que han ayudado a levan­tar un monumento a Hiram y desean conocer el Círculo y su Cuadratura.

G.·. del C.·. — H.·. Zerbal, es nuestro Cap.·. de G.·. que conduce a Maestros Secretos que han ayudado a levantar un monumento a Hiram y desean conocer el Círculo y su Cuadratura.

Seg.·. Vig.·. — H.·. Stolkin, es nuestro Capitán de Guardias, que conduce a Maestros Secretos que han ayudado a levantar un monumento a Hiram, y desean que les deis a conocer el Círculo y su Cuadratura.

Clar.·. M.·. — ¿Qué monumento, H.·. mío?

P.·. V.·. — El que el sabio rey Salomón ordenó y vos tuvisteis la gloria de trazar. Su ejecución fue con­fiada al H.·. Zerbal, nuestro Segundo Vigilante.

Clar.·. M.·. — Entonces, H.·. Zerbal, ¡tened la bon­dad de presentárnoslos!

El Segundo Vigilante sale, introduce a los Can­didatos, saluda con los demás, y dice al cesar la música que toca a su entrada:

Seg.·. V.·. — ¡Clarísimo Maestro y hermanos que decoráis este Círculo! Tengo la honra de presentaros a los Maestros Secretos que me ayudaron a levantar el monumento de Hiram. Piden en recompensa ser elevados a Maestros Perfectos, para salir de la esclavitud que aún les oprime y que señala el cordón verde que rodea su cuello.

Clar.·. M.·. — Para llevar a cabo la obra en que os ayudaron esos Maestros Secretos, ¿de qué instrumentos os valisteis, H.·. mío?

Seg.·. V.·. — Del compás graduado.

Clar.·. M.·. — ¿Qué ciencia os dirigió?

Seg.·. V.·. — La del Círculo y su Cuadratura.

Clar.·. M.·. — ¿Y han correspondido vuestros recomendados, a lo que de ellos esperabais?

Seg.·. V.·. — Sí, Clarísimo Maestro.

Entonces se dirige a ellos hablando en singular o plural, según sea el número de los aspirantes.

Clar.·. M.·. — Queréis, HH.·. míos libertaros de la esclavitud en que aun vivís. Vuestra ambición es grande, pero no puedo dejar de aplaudirla y de satisfacer la esperanza, que simboliza el color de ese cor­dón que rodea vuestro cuello. El grado de Maestro perfecto, encierra el misterio de lo más noble que alcanza la sabiduría humana: los cuatro que habéis obte­nido, no son más que preparatorios; en éste, el mito se concibe en toda su grandeza, lo veis tomar cuerpo, si desaparecen de un modo sucesivo las formas seduc­toras de la alegoría, es para ser remplazadas por Ios vigorosos rasgos de la realidad.

Hoy vais a completar el estudio de vosotros mismos, a comprender el origen y el arcano de vuestros deberes y derechos, a salir de la infancia y comenzar vuestra vida de hombres.

Sentaos HH.·. míos y vos H.·. Zerbal, uníos al Cap.·. de G.·. y enseñadles esas dieciséis columnas, para que conozcan y aprecien las virtudes que deben embellecer físicamente a un Maestro que quiere sentarse en este Círculo verde, emblema de la vegetación, de la vida y de la esperanza.

El Seg.·. Vig.·. a la cabeza de los Aspirantes a quienes sigue el Cap.·. de G.·. sosteniendo el cordón, da con ellos cuatro vueltas al Círculo, deteniéndose en cada una para hacer sucesivamente los signos de los grados que poseen al pasar delante del Clarísimo Maestro, que estará de pie para contestarlos; así como en cada esquina, para leer los cuatro títulos de sus correspondientes colum­nas cuando cesa la música. Acabadas las vueltas, los lleva al centro y les hace dar alrededor del obe­lisco cuatro pasos de Maestro y volviéndose todos al Jefe, dice:

Seg.·. Vig.·. — Clarísimo Maestro, los aspirantes conocen los excelentes materiales que deben adornarles para sentarse en este Círculo, y el modo de viajar de los Maestros Perfectos.

Clar.·. M.·. — ¡Dadles asiento, hermano Zerbal!

Coloca a los aspirantes entre el mausoleo y el Oriente, y los demás ocupan el lugar que les corresponde.

Clar.·. M.·. — Hermanos: os habrán llamado la atención los cuatro viajes, los cuatro pasos de Maestro y las columnas de cada esquina, por ser el primer número par consagrado a la Masonería. Notaréis que esas columnas forman de la Logia un Círculo de dieciséis, pilares, que sostienen sesenta y cuatro luces; de manera que veis el 4, su cuadrado 16 y su cubo 64. ¿Qué simboliza aquél número par, raíz cúbica de 64?

La creación, porque según los antiguos filósofos, se compone de cuatro elementos: Tierra, Aire, Agua y Fuego, Ellos representan al Universo por el Círculo, y al planeta que habitamos por un Cuadrado, creyendo que tal era su figura, o por una cruz de cuatro brazos Iguales. Y como por otra parte, sólo el que se conoce a si mismo o al Microcosmos o pequeño mundo, a la Naturaleza o al Cosmos, a su Creador y al pensamiento, que es su emanación, es decir los cuatro objetos de nuestros estudios, es digno de llamarse Maestro Perfec­to, leeréis en todos los antiguos rituales que éste conoce al Círculo y su cuadratura, palabras simbólicas del Cosmos y el Microcosmos.

El cuadrado, de cuatro, o sea el diez y seis, fue célebre en Egipto; porque cuando las aguas del Nilo su­bían dieciséis codos, las cosechas eran abundantes y al llegar a aquella altura se hacían grandes fiestas. Por esta razón, dicho número fijó las excelencias de los Maestros Perfectos, que se indicaban por dieciséis ángulos en sus Logias.

Algunos creen, que los sabios fundadores de la Masonería poseían realmente el secreto de la Cuadratura del Círculo, y que se perdió, como ha acontecido con otros; pero nada puede apoyar semejante suposición, aquellas expresiones son alegorías como todas las que usamos en nuestro Templo. Desgraciadamente, el símbolo duró más que el concepto, y los grados cuarto y quinto se tuvieron por simples tributos a la memoria de Hiram, sin detenerse en la consideración, de que jamás ha existido Hiram, que su historia es una parábola tan ingeniosa como rica en aplicaciones para cubrir nuestros misterios, y que el estudio del hombre, que sirve de fundamento a la Masonería verdadera, no termina sino al explicar el origen de la Razón que la enaltece.

Pero antes de ir más lejos, voy a haceros cuatro preguntas, a las que espero respondáis con toda franqueza y libertad, pues aquí no venimos a practicar la hipocresía, sino a combatirla cara a cara. Sed explícitos en vuestras contestaciones.

INTERROGATORIO

¿Creéis que cuando muere el hombre, todo acaba con él, H.·.?

Responden los Aspirantes, a quienes se hace sucesivamente la pregunta, sin entrar en discusiones de ninguna especie.

 ¿Qué entendéis por el alma del hombre, H.·.?

Contestan de igual modo.

 ¿En qué razones os apoyáis para creer en la inmortalidad del alma, H.·.?

Contestan de igual modo.

¿Qué consecuencias se derivan del conocimiento de la existencia del alma y de su inmortalidad, H.·.?

Acabadas las contestaciones prosigue:

 Hermanos, vuestras respuestas me dan a conocer el talento que os distingue y que os hace acreedores a la revelación del misterio que se encierra en este grado. Para que le comprendáis en toda su belleza, oíd cómo termina la parábola de nuestro Maestro Hiram, y meditad.

La tumba piramidal de Mármol blanco y negro que se construyo y recibió el despojo mortal y embalsamado del Gran Maestro, estaba al principio en la parte exterior del Santuario; mas de allí, se trasladó últimamente a una sala distinta que había servido para las sesiones de Salomón, Hiram Segundo, Rey de Tiro e Hiram Abif, de donde ha venido la frase de que tres forman Capítulo, de que siempre que tres hombres busquen la verdad con inteligencia y buena fe, el espíritu de Dios será con ellos.

Salomón encargó a Adonhiram, hijo de Abdá, de la tribu de Dan, a quien represento, que proyectase el obelisco y corriese con la ejecución de la obra, recomendándole nuevamente conservara las manchas de san­gre que impregnaban el mosaico del Templo, como irrecusable testimonio del asesinato. Aquel monarca había fundado el Capítulo para civilizar a su pueblo, y deseó, que no acabara con la pérdida del héroe, sino por el contrario, que se aumentase con nuevos miembros; así, que éstos no olvidasen nunca al mártir de la virtud y del honor, dispuso, que aun después de muerto Hiram, los acompañase, por lo que el sepulcro que encerraba sus restos se colocó en las salas de las juntas.

Sólo grandes arquitectos, fueron destinados a trasladar a ella la tumba de Hiram, hecho que les autorizaba a sentarse y participar de sus trabajos. Salomón los reunió y se dirigió a la sala con ellos y con toda su corte, tres días después, para instalarlos.

¿Cuáles eran los trabajos con que Salomón ocupaba al Capítulo?

Los conoceréis dentro de pocos instantes, pues representáis a los elegidos y tenéis que hacer como ellos, para iniciaros.

H.·. M.·. de C.·. — haced formar la procesión y vos H.·. Experto dirigid a estos hermanos para que olviden a nuestro Maestro Hiram y puedan participar de nuestros trabajos.

La procesión se forma como sigue, tornado la música solemnemente.

 EL PORTA ESTANDARTE con la bandera de la Logia.

A su lado, con la espada desnuda, EL CAPITAN DE GUARDIAS.

LOS ASPIRANTES de dos en dos.

LOS VIGLANTES.

EL M.·. DE CEREMONIAS con los HH.·. Visitadores

EL ECONOMO Y HOSPITALARIO.

EL TESORERO Y SECRETARIO.

EL ORADOR.

LOS GRANDES DIGNATARIOS de la Orden.

EL CLARISIMO MAESTRO.

La procesión da cuatro vueltas alrededor de la tumba de Hiram, y al concluir se forma el círculo y cesa la música, quedando el Clarísimo Maestro hacia Oriente, con los aspirantes a su derecha. En seguida contempla el mausoleo, levanta sus ojos y manos, los baja, y cruza los brazos, diciendo:

Clar.·. M.·. — ¡Perfecto!

Los demás hacen el mismo signo y dicen la palabra sagrada.

 Clar.·. M.·. — ¡H.·. Zerbal, puesto que habéis dirigido la construcción de este monumento, explicadnos la significación de sus diversas partes!

Seg.·. V.·. — Esa urna de oro simboliza el cuerpo del hombre, más precioso para el Creador, que aquel metal, por lo que debemos embellecerlo con las dieciséis cualidades que indican las columnas de este Círculo. Ese corazón de fuego superado de una espada y dos ramas de Acacia, muestra el ardor que nos anima por la justicia cuyas leyes proclamamos y hará nuestros nombres gloriosos e inmortales.

Porque aun cunado la carne se separa del hueso, como lo dice la palabra sagrada de la Masonería, que veis escrita con las tres iniciales de sus sílabas en este sepulcro triangular, la idea no muere, porque es hija de Dios, es el Progreso, que de hoy más, regirá este Círculo.

Esas tres piedras brutas que se hallan en el suelo y frente a cada uno de los lados del obelisco alegórico que Vos discurristeis y sois el único facultado para explicar, como nuestro Hierofante, fueron rechazadas por los arquitectos por indignas de estar en él y representan la Ignorancia, la Hipocresía, y la Ambición, Implacables enemigos de la trinidad que anhelamos los hijos de la Viuda. En cuanto a la balaustrada circular que le rodea, es la que aislaba al Altar del Maes­tro Secreto; un emblema de la razón que nos defiende del error y proclama los derechos del hombre, que reunidos, serán indestructibles y se sostendrán como arcos; pero en el instante en que uno solo se desquicie, los demás se verán desplomados.

Clar.·. M.·. — H.·. Zerbal, os felicito; así como a vuestros auxiliares, porque el obelisco es perfecto; y para que sus conocimientos lo sean también y los hagan dignos del grado que pedís para ellos, voy a iniciar­los en el secreto sublime que encierran sus símbolos, despojándolos antes, del último resto de esclavitud y amenaza que llevan al cuello.

¡Sed libres, hermanos! (Les quita el cordón verde.)

Y ahora, sentaos todos y oídme con atención.

Cada uno vuelve al asiento que ocupaba.

Clar.·. M.·. — Hermanos, los trabajos de que se ocupaba el Capítulo de Salomón, eran grandes cuestiones de Teogonía, Filosofía y Legislación, porque hombres de Ciencia, Jefes de Gobierno, hombres de ta­lento y de experiencia, no se reúnen para perder su tiempo en fórmulas insignificantes o establecer asocia­ciones de Caridad y Beneficencia mutua, para las que sólo se necesita de un cobrador y un limosnero.

Nosotros estamos aquí como nuestros antepasados, para estudiar y aumentar nuestros conocimientos en lo más grandioso a que aspira la inteligencia humana: el modo de hacer feliz al hombre en esta vida y en la eterna. ¡Sí, en la eterna! Porque los Masones siem­pre hemos creído en la inmortalidad del alma, y esto era el Secreto que supo Moisés de los Faraones y no se atrevió a descubrir al Pueblo Israelita; el que Sa­lomón quiso indicar, pero no estableció; el que Sócra­tes proclamó bebiendo la cicuta; el que comunicaba a los Maestros Perfectos en los Templos de la Samotracia, de Eleusis y de Menfis, y el que el Nazareno no vaciló en enseñar y propagar hasta entre los ignoran­tes. Y este secreto tan sublime, que era la piedra filo­sofal de la antigüedad y el áncora de salvación del Universo, que zozobraba al embate del huracán del despotismo, no, se revelaba solo, sino con todas sus consecuencias divinas, que hace al hombre, sea cual fuere su condición, Señor de la Tierra y copartícipe del Cielo. Conocer al verdadero Dios e investigar las Leyes de la Naturaleza que le hacen innegable, era el objeto de los estudios de la iniciación primitiva, y los descubrimientos que galardonaron sus afanes, se hicie­ron la ciencia y el secreto de los iniciados.

Aquellos sabios comparaban las virtudes del hom­bre con los actos instintivos de los animales y obser­varon su diferencia. Poseía aquél, instinto, pero en grado más débil que la mayor parte de los brutos. Cal­culaban los ilimitados recursos de la inteligencia para dominar la materia, sorprender las leyes y emplearlas en su beneficio, y exclamaron con gritos de victoria: “¡Somos la obra maestra de la creación! ¡Dios no puede habernos tratado peor que al bruto, dándonos la previsión de la muerte, si a la vida material no sucediera la eterna de que ha de gozar nuestro pensamiento o nuestra alma! ¡Aquella previsión y esta creencia serían incompatibles si no vinieran de un poder supe­rior que hace de nuestro cuerpo el Templo en que reina una emanación de la Divinidad, esa Gran Inteligen­cia que rige al mundo, como la mía al instrumento que me ha dado! ¡Soy hecho a imagen y semejanza de Dios; soy soberano por mi libre albedrío, y tengo derechos que debo respetar en los demás y hacer res­petar de los otros hombres!” Así discurrieron los an­tiguos filósofos, y sus ideas no tardaron en verse ge­neralizadas y sostenidas por todos los, pensamientos» quienes si exigían pruebas de la existencia del alma, se apresuraban a dar las más irrecusables. Vais a juz­gar de la exactitud de su raciocinio, que en vez de destruirse con los adelantos modernos, adquiere nueva fuerza. ¡Tal es el carácter de la verdad!

O la razón es el resultado de la materia orgánica en acción, o viene de una fuerza particular. En el pri­mer caso, es un movimiento como el del péndulo del reloj, movimiento que no existe por sí, sino que es el péndulo moviéndose, aunque por la abstracción poda­mos considerarle aislado del cuerpo que se mueve. En el segundo, el arqueo, psychis, alma o la fuerza que la produce, tiene existencia propia, y es necesaria­mente un ser material o inmaterial.

Creemos que la Razón no es uno de los resultados de la materia orgánica en acción, porque jamás un efecto es superior a su causa, y el pensamiento la rige, la domina; aún más, concibe y justiprecia sus átomos, los analiza, penetra su modo de obrar, y lle­gará el día en que, descubiertas las leyes de la Quí­mica orgánica, logrará conservar la vida hasta que el aniquilamiento natural producido por las acciones y reacciones la haga imposible. Si el cuerpo humano es, como todos los demás cuerpos, un agregado de partes sometidas a leyes físicas que la Razón com­prende y gobierna, ésta es superior a aquél; es una fuerza, y no un simple efecto de la acción molecular. Admitimos que ese cuerpo es el instrumento de aque­lla fuerza; no debe confundirse con ella, pues así como el oído es el instrumento de la audición, mas no la facultad de oír, el cerebro o el órgano u órganos de nues­tra máquina son los instrumentos del alma o el pen­samiento, mas no es ni puede ser la facultad de pensar.

No hallando en los órganos la causa de las ideas, investiguemos si la fuerza que las produce es mate­rial o inmaterial.

Conocemos la atracción, el calórico, el lumínico, la electricidad, el magnetismo, fuerzas materiales que no son probablemente sino modificaciones o distintas apariencias de un éter universal. Pero ese fluido, el más útil, el que tal vez origina dichos fenómenos y los de la vida, es apreciado por nuestra inteligencia; o lo que es lo mismo, la atracción, el calórico, el lumí­nico, la electricidad, el magnetismo, son medidos y subyugados y utilizados por ella como sus más dóciles instrumentos. De donde resulta que si todo lo material, cuerpo o fuerza, obedece a mi inteligencia de un modo directo o indirecto, y en límites que aquella va cada día traspasando, es desvarío tenerla como hermana o como análoga a la materia, y debe precisamente ser distinta, que es lo que se llama Fuerza Inmaterial. Ahora bien; si las fuerzas brutas: atracción, calórico, lumínico, electricidad jamás se destruyen aunque desaparezcan los cuerpos que las representaban en donde veíamos sus efectos, ¿cómo la Inteligencia, fuerza que las domina a todas, puede morir con el cuerpo en que se notaban sus fenómenos? Ella es inmaterial porque no viene de la materia.

Además, los actos de la conciencia que instintiva­mente nos hacen distinguir lo bueno de lo malo y lo justo de lo injusto, apreciados por la Razón, elevan el alma a su divina esencia, a su Creador, y nos conven­cen de que ella es un destello suyo, que ha venido de él, y que en El ha de refugiarse. Por consiguiente la Inteligencia y el Instinto superior de la Conciencia, se reúnen para demostrar que el Alma existe y que a ella se debe el pensamiento. ¿Cómo comprenderéis una alma que no pensase y que acabara de una vez al sacudir los embarazos del cuerpo o recobrar su liber­tad perdida? es lo mismo que comprender una atrac­ción que no atraiga, una sensibilidad que no sienta, una fuerza sin origen o punto de partida. Si las fuer­zas materiales, al destruirse los cuerpos vuelven al seno de la Naturaleza de donde salieron, el Alma y el poder intelectual del hombre, torna al seno de su Creador, la Inteligencia infinita.

Esta creencia y la de un solo Dios, era, hermanos míos, la Teogonía de que se ocupaba el Capítulo de Salomón y la que nosotros profesamos. Ni allí ni aquí, apelaba a supuestas revelaciones a algunos privilegiados, o a despertar el orgullo para que el hombre gozara en su amor propio. Y si bien es cierto que la primitiva Masonería de la India y del Egipto procla­maban que “Debe gobernarse al sabio con la Verdad y al vulgo con el error”, máxima que hoy estremece, pero que estaba en el espíritu de aquellas generacio­nes, nunca los masones la aceptamos. Aquellos aris­tócratas que miraban con el mayor desprecio al pueblo, decían: “No echéis perlas a las bestias inmundas”, nosotros le abrimos nuestro templo y lo sentamos a nuestro banquete para alimentarle de ambrosía. Somos los dignos sucesores de los Perfectos Masones del Ca­pítulo de Salomón.

Su filosofía emanaba directamente de aquellas premisas; el conocimiento de un solo Dios y el de la inmortalidad del alma, o mejor dicho de ser el alma un efluvio, una parte de ese gran todo que anima al Universo y hace de la Humanidad entera una familia; lo que trae la consecuencia lógica de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad del linaje humano. Si el alma ha sido dada al hombre y no puede haber una mejor que otra por ser todas emanaciones divinas, ¿Cómo no honrar y respetar a nuestros semejantes? ¿Cómo no servir y comunicar nuestra instrucción? ¿Có­mo no odiar al que embrutece para dominarlo? ¿Cómo no amarle al igual que a nuestro hermano? Y ¿Cómo no defender, fortificar y embellecer nuestra persona, que es el Templo en que habita la emanación divina que nos hace superiores a todos los seres creados? Extravíos religiosos han pintado al cuerpo del hombre como cosa despreciable; se ha creído un mérito el desaseo y la más repugnante incuria; la lana grosera y raída se ha ostentado con orgullo, e infelices locos han magullado sus carnes, cargado el cilicio y sufrido el hambre de prolongado ayuno, figurándose hacerse así agradable a Dios. Su estúpido fanatismo no les dejaba ver, que si el Eterno había dado a su cuerpo un alma a su imagen y semejanza, debía hacer de él un Altar, digno del depósito que se le confiaba, y que era ultrajar a Dios, envilecer y deformar su santuario.

Tal es, HH.·. míos, la filosofía profesada siempre en este Sanctus Sanctorum, que tiene por duración el tiempo y por espacio el Universo; la que proclamó el Nazareno, el más grande y virtuoso de nuestros Maestros; y tal es el secreto y la revelación sublime que arrebataba de entusiasmo a los que conocían los misterios egipcios; la que arrancó gritos de admira­ción a los Píndaros, Isócrates Eurípides, Sócrates, Platones, Cicerones, Diódoros, Plutarcos, Epictetos, a todos los grandes filósofos nuestros antepasados. Si el Hierofante, Gran Sacerdote de Eleusis, se hubiera limitado a exponerles sus opiniones a los de su orden acerca de la Caridad, la Benevolencia, la Filosofía y otras ver­dades que sabían tan bien o mejor que él, ¿juzgáis que aquellos hombres célebres hubieran mostrado tanta ad­miración y contento? No; el Hierofante rasgó el velo que los ofuscaba, y les reveló el vínculo que unía a los hombres entre sí y con el Creador, porque el Hie­rofante era sabio.

La demostración científica de la existencia o inmortalidad del Alma, termina el estudio de nosotros mis­mos, que en el grado de Aprendiz hemos comenzado; es la Clave que cierra el Arco en que se apoyan todos los deberes y derechos del hombre, que discutía el Capítulo de Salomón en sus trabajos legislativos. Por eso está en el Altar y también en el símbolo del grado que brilla bajo el solio. Ahí veis esa Clave o esa Alma que por la razón, ilustra la Conciencia y levanta las dos columnas que ya os he explicado y de las que hablan todos los rituales sin nombrarlas, y en ellas se apoya el emblema de la Igualdad; y ese compás gradua­do, que mide exactamente la reciprocidad de los debe­res y derechos, porque todo lo que es derecho para uno es deber para otro, o viceversa.

Pero oigo la pregunta que me hacéis en la pro­fundidad de vuestro pensamiento: si el alma es parte de Dios mismo y vuelve a él ¿el criminal y el justo, el sensual y el mártir serán igualmente recompensa­dos? No, hermanos, tenemos el libre albedrío y está en nuestras manos vivir en el Tiempo y en la Eter­nidad. El malvado, así como el que busca la existencia voluptuosa de los placeres sensuales, que trabaja y atesora para contentar la materia, pasa como el relámpago y se desvanece en las profundidades del Gehena; fue un aborto indigno del depósito sagrado que se le confió, y muere para siempre: nada hizo por la eternidad, y ésta le desconoce. Por otra parte, el que sólo tiene la pasión del placer no conoce más sentimiento que el del miedo; sentimiento que hace a me­nudo feroz al hombre, y constantemente estúpido por lo que es y será mal ciudadano, y como el perverso, no sabrá nunca morir con el recogimiento sublime que hace de este acto el más importante de la vida de la especie humana. En tanto, el que con generoso empuje eleva su pensamiento a la Verdad y a la Justicia que trabaja por el bien universal, del que es inseparable; el suyo propio, y cultiva su Razón como practica la Virtud, ese ha vivido y vivirá, escapa de la perfidia del tiempo y halla en la Inmortalidad, la sanción a su heroísmo y sacrificio ejemplares. El criminal es juzgado y castigado en la Tierra o maldecido como la peste por el resto de los hombres; el egoísta, el avaro, el sensual, está condenado al desprecio; mien­tras el justo, levanta en la roca el templo que lo di­viniza, y si por un lastimoso acaso, el error o la mal­dad le envían al suplicio, marcha a la gloria sereno, con la bendición de los hombres.

En los llamados “Capítulos” de York, que no son más que dejos jesuíticos de la época de los antiguos Estuardos, en los que se ostenta la supremacía del clero, presidiendo un GRAN SACERDOTE a la Fuerza y la Sabiduría, representadas por el REY Y EL ESCRIBA, en vez de estudiar en sus grados de Mark Master y Past Master la CONCIENCIA Y EL ALMA, y de proclamar los sublimes principios Salomónicos, ultrajan esa CLAVE convirtiéndola en signo vergonzoso  de mendicidad, con un círculo en el que se ven las letras H. T. W. S. S. T. K. S., iniciales de Hiram, Tirian Widow’s Son Sendeth to King Salomón, que sig­nifica: “Hiram, Tiriano, hijo de la Viuda, envía al Rey Salomón” para que el hermano a quien se remite dé al pordiosero veinticinco centavos. ¡A tan lastimoso predicamento han llegado los que ignoran nuestros Sublimes Misterios y los imitan para darse títulos pom­posos!

Servíos, hermanos, acompañarme al acto solemne del Juramento y colación del grado.

Todos se levantan, van al Altar, se, hace la bóveda de acero, los iniciados posan la mano dere­cha sobre la Clave, y dice:

Clar.·. M.·. — Repetid conmigo.

JURAMENTO

Yo… juro por mi Alma que simboliza esta Clave, y prometo bajo mi palabra de honor, sostener el principio de la Libertad, la Fraternidad y la Igualdad del linaje humano, y estudiar y aprender a dominar mis pasiones; cumplir mis deberes, enseñar a los otros y destruir el fana­tismo, que en vez de asear, embellecer y fortificar el cuerpo para hacerlo digno Santuario del Alma que lo rige, lo abandona y lacera; y si falto a mis compromisos, quiero quedar deshonrado y que se me arrastre por tierra con un cordón verde como el que traje al cuello al iniciarme. ¡Qué el G.·. A.·. D.·. U.·. me libre de tal desgracia!

El Clarísimo Maestro levanta la espada sobre la cabeza de los iniciados.

Clar.·. M.·. — A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. en su nombre y bajo los auspicios de los SS.·. GG.·. II.·. GG.·., 33° y último del Rito E.·. A.·. y A.·., reunidos en Supremo Consejo para la Jurisdic­ción Masónica de los Estados Unidos Mexicanos y en virtud de la autoridad que se me ha delegado, os creo, nombro y constituyo Maestro Perfecto de esta Cámara.

Da cinco golpes con el mazo sobre la espada.

 Clar.·. M.·. — Sentaos, hermanos.

Este grado tiene su signo, toque y palabras. Ya habéis visto el signo de admiración que se ejecuta le­vantando las manos y los ojos al cielo dejando en se­guida caer los brazos y cruzándolos por delante, diri­giendo la vista al suelo como Salomón lo hizo delante del mausoleo.

El toque se da poniéndose la mano izquierda sobre el hombro derecho recíprocamente, dándose la mano derecha con el pulgar levantado, para significar que así como hay un solo Dios, debemos amar como a un solo hombre a la humanidad.

La Batería es de cinco golpes iguales.

La Marcha es formar un cuadrado con cuatro pa­sos reunidos.

Las palabras de pase…

La Palabra Sagrada…

H.·. M.·. de C.·., servíos conducirlos a los Vigi­lantes para que los examinen.

En seguida se les hace proclamar, se les feli­cita y coloca en Oriente: el orador pronuncia su discurso; se despachan los negocios, se ofrece la palabra y se procede a la lectura del Catecismo.

CATECISMO DEL MAESTRO PERFECTO

Clar.·. M.·. — ¿Sois Maestro Perfecto, H.·. Pr.·. Vig.·.?

Pr.·. Vig.·. — Conozco el Círculo y su Cuadratura.

Clar.·. M.·. — ¿Qué entendéis por Círculo?

Pr.·. Vig.·. — En el sentido material, es la figura más hermosa de la Geometría, limitada por una línea cuyos diversos puntos se hallan a la misma distancia del centro: en el simbolismo representa al Universo, al Cosmos o Gran Mundo.

Clar.·. M.·. — ¿Qué es la Cuadratura?

Pr.·. Vig.·. — La operación por la que se reduce el área del Círculo a la figura del Cuadrado, y alegóri­camente, los cuatro elementos que se creía antes cons­tituían nuestro cuerpo.

Clar.·. M.·. — ¿Por qué decís que el Maestro Per­fecto conoce el Círculo y su Cuadratura?

Pr.·. Vig.·. — Para expresar que conoce la natura­leza y se conoce a sí mismo intelectual y físicamente.

Clar.·. M.·. — ¿Qué significa la apoteosis de Hiram que se celebra en el Grado de Maestro Perfecto?

Pr.·. Vig.·. — Es un mito como la de los Césares, la radiante frente de Moisés, la transfiguración y todos los análogos que se leen en los autores antiguos. Es la representación dramática del sentimiento íntimo de la Inmortalidad del Alma, o como habéis dicho, del hombre que se eleva por el pensamiento o la idea­lidad de su naturaleza, y toma posesión de su propia divinidad.

Clar.·. M.·. — ¿En qué se diferencia entonces la Masonería de la Religión, asentando ambas los mis­mos principios?

Pr.·. Vig.·. — En que la Religión nos promete la inmortalidad después de la muerte, y aquélla nos la da como patrimonio desde nuestro nacimiento; y en vez de halagar a los hombres con la esperanza de que los indemnizará un goce impalpable, para que así sufran con paciencia el envilecimiento y la esclavitud que sostienen a los astutos y a los tiranos, la Masone­ría les hace dueños de lo que es suyo, los enseña a conocerse a sí mismos y a conquistar, merecer y disfru­tar ese bien, porque todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos.

Clar.·. M.·. — ¿Es el Error el enemigo más formi­dable de la propagación de esas verdades?

Pr.·. Vig.·. — No, Clarísimo Maestro; es la apa­tía, el hábito de la rutina y cuanto favorece la inacción.

Clar.·. M.·. — ¿Con qué fin os hicisteis Maestro Perfecto?

Pr.·. Vig.·. — Con el de alcanzar por un trabajo constante, mi educación física y moral, porque aquélla fortalece y ésta sublima nuestra inteligencia.

Clar.·. M.·. — ¿En dónde os recibisteis?

Pr.·. Vig.·. — En un Círculo sostenido por dieci­séis columnas, que alumbraban sesenta y cuatro luces, y en cuyo centro había un mausoleo de forma trian­gular rodeado de tres piedras brutas y de un baran­daje.

Clar.·. M.·. — ¿Por qué el mausoleo tiene una for­ma triangular?

Pr.·. Vig.·. — Porque es el símbolo de la gloria inmarcesible de los que mueren por la Fraternidad, la

Libertad y la Igualdad, representada por los lados del triángulo.

Clar.·. M.·. — ¿Por qué lo rodean tres piedras brutas?

Pr.·. Vig.·. — Para expresar la Ignorancia, la Hipocresía y la Ambición, sus enemigos naturales.

Clar.·. M.·. — ¿Por qué brotan de la urna ramas de Acacia?

Pr.·. Vig.·. — Para indicar que la vida nace de la Muerte, y; que la Creación es el estado natural del Universo.

Clar.·. M.·. — ¿Qué significado tiene la Urna y la Acacia?

Pr.·. Vig.·. — Como la primera se supone que en­cierra las cenizas de Hiram, simboliza su cuerpo; y la Acacia por su verdor constante representa el Alma inmortal que le animaba. Era el último y más secreto de los misterios que se revelaban.

Clar.·. M.·. — ¿Qué significa la espada que la atraviesa?

Pr.·. V.·. — La Justica de la Posteridad, que nos condena a la execración, o nos pone por dechado de virtudes según nuestra conducta.

CLAUSURA DEL CÍRCULO

Clar.·. M.·. — ¿Qué edad tenéis, H.·. Stolkin?

Pr.·. Vig.·. — Ocho años, Clarísimo Maestro.

Clar.·. M.·. — ¿Por qué tenéis ocho años, H.·. Zerbal ?

Seg.·. V.·. — Porque hace uno de la muerte de Hiram.

Clar.·. M.·. — ¿Qué hora es, H.·.Stolkin?

Pr.·. Vig.·. — La hora precisa en que el Círculo está cuadrado, las siete.

Clar.·. M.·. — ¿A qué hora acostumbran los Maes­tros Perfectos separarse, H.·. Zerbal?

Seg.·. Vig.·. — Aquella en que el Círculo está cuadrado, a las siete.

Clar.·. M.·. — Pues si es así, anunciad que mi intención es cerrar la Cámara por los golpes y signos misteriosos.

Pr.·. Vig.·. — H.·. Segundo Vigilante y HH.·. de mi semicírculo, de parte del Clarísimo Maestro os invito a que nos ayudéis a cerrar esta Cámara por los golpes y signos misteriosos.

Seg.·. V.·. — HH.·. de mi semicírculo, nuestro Clarísimo Maestro va a cerrar los trabajos de esta Cá­mara.

¡Anunciado, Primer Vigilante!

Da un golpe.

Pr.·. Vig.·. — ¡Anunciado, Clarísimo Maestro!

Da otro.

El Clarísimo Maestro da cinco, y todos se ponen en pie y al orden, hacen el signo y la batería y se separan.

ENSEÑANZAS COMPENDIADAS DE LOS GRADOS PRIMERO AL QUINTO

GRADO I. — Generación y no creación. Virilidad como causa de la generación.

Los trabajos tienen por objeto sembrar la duda filosófica en el espíritu del iniciado, haciéndole tocar con el dado la esclavitud en que ha vivido, desper­tando en su corazón el sentimiento de la propia dig­nidad e impulsándolo al estudio de la verdad, libre de preocupaciones.

GRADO II. — Generación, no creación. Dulzura como medio de la generación.

Los trabajo tienen por objeto hacer que el iniciado conozca bien las facultades intelectuales y morales de que está dotado y los medios mejores y más adecuados para utilizarlos debidamente, tanto desde el punto de vista intelectual, cuanto desde el punto de vista clásico.

GRADO III. — La vida y la muerte como princi­pio y fin de cuanto existe, como producto de la gene­ración.

Los trabajos tienen por objeto demostrar al can­didato por el estudio de la vida y de la muerte, que la inteligencia sola constituye y distingue al hombre y que para conservarle toda su integridad se deben re­sistir siempre, en todas circunstancias y con todas las fuerzas, los ataques mortales de los enemigos de todo progreso: la ignorancia, la hipocresía y la ambición.

GRADO IV. — Conciencia, no revelación.

Los trabajos tienen por objeto demostrar que nues­tra conciencia es nuestro verdadero Juez, siempre equi­tativo e interno; que ella sola, convenientemente ilus­trada, es suficiente para hacernos conocer las nociones de lo bueno y lo justo, independientemente de toda re­velación; y que la educación profana, falseada por las preocupaciones, es capaz de obscurecer los instintos so­ciales que llamamos honor, virtud y justicia.

GRADO V. — Eternidad, no temporalidad de la existencia de la humanidad.

Los trabajos tienen por objeto demostrar que el hombre, ser finito, no podría arrancar a la Natura­leza sus más ocultos secretos ni crear las ciencias y las artes si su inteligencia no fuese una emanación di­recta de la Causa Primera; y deducir de allí la con­secuencia inmediata de que todos somos libres, todos hermanos, todos iguales y copropietarios de los fru­tos y productos del mundo entero.