GRADO SÉPTIMO

PREBOSTE O JUEZ

O

MAESTRO IRLANDES

DECORACIÓN DEL TRIBUNAL

Se viste de rojo. Debajo del dosel de Oriente un cuadro con el símbolo del Grado. En el Altar de los Juramentos el Triángulo de Oro sobre la Carta Capitular, y la espada, y tantas llaves de oro, sostenidas por una cinta carmesí, como candidatos. No hay mazos en los tronos, pero en el del Jefe se pondrán espadas para todos los candidatos.

El Sapientísimo Maestro representa a Tito, Jefe de los “HARODIM” y se titula: “PERITO MAESTRO”.

El Primer Gran Vigilante se llama “INSPECTOR”.

El Segundo Gran Vigilante, “CELADOR”.

El Gran Orador, “PROCURADOR FISCAL”.

El Gran Secretario, “ESCRIBANO”.

El Gran Maestro de Ceremonias, “UJIER”.

El Guarda de la Torre, “GUARDA DEL TRIBUNAL”.

Las insignias son: banda carmesí que se lleva como collar y de la que cuelga la alhaja, que es una llave de oro; y mandil blanco de orilla roja, con una espada pin­tada o bordada en la solapa, y en el centro de aquél una bolsita con una rosa de los mismos colores del mandil que sirve para guardar la llave.

PRELIMINARES DE LA APERTURA

Así que todos ocupan sus asientos, el Perito Maestro da un golpe en el trono con la espada y dice:

Per.·. M.·. — HH.·. míos: voy a abrir los trabajos del TRIBUNAL de los Prebostes y Jueces de la Sublime Logia Capitular de Perfección…….N°……. os doy las gracias por vuestra asistencia.

H.·. Inspector. — ¿Qué es lo que ha de hacerse antes de abrir los trabajos de la Segunda Cámara Capitular?

Insp.·. — Ver si el Tribunal está libre de espionaje.

Per.·. M.·. — Tomad, H.·. las providencias oportunas.

Insp.·. — H.·. Celador, mandad colocar los Vigilantes necesarios.

Cel.·. — ¡H.·. G.·. del Trib.·. , cumplid vuestro deber!

Éste sale, y así que se asegura en toda forma vuelve y dice:

G.·. del Trib.·. — H.·. Celador, no hay profanos en los alrededores y un vigía está en el techo; así nadie puede aproximarse sin ser visto.

Cel.·. — ¡H.·. Inspector, el Tribunal está cubierto!

Insp.·. — ¡Per.·. Maestro, podemos proceder!

Per.·. M.·. — H.·. Celador, ¿cuál es vuestro deber ahora?

Cel.·. — Cerciorarme con el H.·. Insp.·. de que todos los presentes son Prebostes y Jueces.

Per.·. M.·. — Si es así, HH.·. Inspector y Celador, re­corred los Valles y despedid a los que no tengan derecho a participar de nuestros trabajos. ¡Exigid a todos las pa­labras del Grado!

Se levantan, lo ejecutan, y vueltos a sus sillas da un golpe con la espada y dice el

Cel.·. — H.·. Inspector, todos los de mi Valle son del Grado.

Da otro golpe y dice el

Insp.·. — Per.·. Maestro, todos somos Prebostes y Jueces.

Per.·. M.·. — En ese caso, ¡pongámonos nuestras in­signias!

APERTURA DE LA CÁMARA

Todos se revisten de ellas, y después da un golpe el mismo Per.·. M.·.

Per.·. M.·. — H.·. Inspector, ¿cuál es el fin de nuestros trabajos?

Insp.·. — Proclamar al Soberano que debe remediar los males del pueblo, que como Secretario íntimo nos son co­nocidos, para que el mundo lo obedezca.

Per.·. M.·. — ¿Habéis consultado para ello a vuestro Jefe, H.·. Celador?

Cel.·. — Sí, Perito Maestro.

Per.·. M.·. — ¿Y dónde se halla, H.·. Inspector?

Insp.·. — En todas partes.

Per.·. M.·. — ¿Por qué se halla en todas partes H.·. Celador?

Cel.·. — Porque no hay ninguna que no requiera su vigilancia para dirigir a los obreros y hacer que cumplan sus deberes respectivos y gocen de los derechos que les corresponden.

Per.·. M.·. — ¿Y quién es ese Jefe que servís con tanto empeño, H.·. Inspector?

Insp.·. — Es el Secreto del Grado, Perito Maestro.

Per.·. M.·. — ¿A qué hora comienzan los trabajos del Tribunal, H.·. Celador?

Cel.·. — Al amanecer, al dar las ocho, las dos y las siete.

Per.·. M.·. — ¿Qué hora es, H.·. Inspector?

Insp.·. — Amanece, dan las ocho, las dos y las siete.

Per.·. M.·. — Entonces, para que todos conozcan y obe­dezcan a ese Jefe, abramos el trabajo de la Justicia en el Templo de la Razón. ¡HH.·. Insp.·. y Cel.·., servíos anunciar que van a comenzar nuestros trabajos!

Insp.·. — ¡HH.·. Cel.·. y demás que decoráis mi Valle, de orden de nuestro Perito Maestro os anuncio que van a comenzar nuestros trabajos!

Cel.·. — ¡HH.·. que decoráis mi Valle, de parte de nuestro Perito Maestro os anuncio que van a comenzar nuestros trabajos!

¡Anunciado, H.·. Inspector!

Da un golpe con la espada.

Insp.·. — ¡Anunciado, Perito Maestro!

Da otro golpe. El Perito da siete iguales, que repiten Inspector y Celador.

Per.·. M.·. — ¡En pie y al orden, HH.·. míos!

Todos lo ejecutan.

Per.·. M.·. — A la G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. en su nombre y bajo los auspicios de los SS.·. GG.·. II.·. GG.·. del Grado 33° y último del Rito Escocés A.·. y A.·., reuni­dos en Supremo Consejo para la jurisdicción de los Estados Unidos Mexicanos y en virtud de la autoridad que me ha conferido esta Cámara de la Sublime Logia Capitular de Perfección……. N°……. declaro abiertos los trabajos del Tribu­nal de PREBOSTES Y JUECES. ¡A mí HH.·. míos!

Hace el signo de pregunta, que es el de reflexión o de orden, los otros el de respuesta, que se llama de fuerza y reserva. Después la batería, seguida del Hoshea tres veces repetido.

Per. . M. . — ¡Sentaos, HH.·. míos!

Todos lo ejecutan menos el Ujier.

Per.·. M.·. — ¡Anunciad que el Tribunal está abierto! Ujier. — ¡El Tribunal de los Prebostes y Jueces N°. . . está abierto! Gloria al G.·. A.·. D.·. U.·.

Se sientan.

Se lee la columna grabada de la sesión anterior, se despachan los negocios de familia, se proponen y votan los candidatos y se da entrada a los visitadores, a quienes se consulta acerca de los Iniciados. Se envía por ellos al Ujier o G.·. M.·. de Cer.·. el que les hace revestir de sus insignias y los lleva a la puerta del Tribunal.

INICIACIÓN DE LOS CANDIDATOS

El Ujier, da seis golpes. El G.·. del Trib.·. no responde, pero dice:

G.·. del Trib.·. — ¡H.·. Celador, tocan a la puerta del TRIBUNAL como Secretario íntimo!

Cel.·. — ¡H.·. Inspector, tocan a la puerta del TRIBU­NAL como Secretario íntimo!

Insp.·. — ¡Per.·. Maestro, tocan a la puerta del TRIBUNAL como Secretario íntimo!

Per.·. M.·. — ¡Inquirid quién toca, hermano mío!

Insp.·. — ¡H.·. Cel.·. , preguntad quién es el que toca!

Cel.·. — ¡H.·. G.·. del Tribunal, ved quién toca!

Entreabre y pregunta el

G.·. del Trib.·. — ¿Quién toca?

Ujier. — Es el Ujier que presenta (tantos) aspirantes al Grado de PREBOSTE Y JUEZ.

G.·. del Trib.·. — ¡H.·. Celador, es el Ujier que pre­senta los candidatos!

Cel.·. — ¡Es el Ujier con los candidatos!

Insp.·. — ¡Perito Maestro, es el Ujier que presenta los candidatos!

Per.·. M.·. — ¡Id al vestíbulo, H.·. mío, y cercioraos de que esos aspirantes tienen la capacidad y las virtudes que exige el Grado que pretenden!

El Inspector saluda, sale, los examina en los signos y palabras de los grados que poseen, y luego entra sin tocar, saluda y dice antes de sentarse:

Insp.·. — Perito Maestro, he cumplido vuestra orden y examinado a los Maestros Ingleses (da sus nombres) son inteligentes y celosos en el cumplimiento del deber, honra­dos y discretos, por lo cual los juzgo dignos de ser admi­tidos a las pruebas del Grado que demandan.

Per.·. M.·. — ¿Cuál es vuestra opinión, H.·. Procurador Fiscal?

Proc.·. Fiscal. — Que sean introducidos y examinados, Perito Maestro.

Per.·. M.·. — ¡Que entren!

El G.·. del Trib.·. da el paso, entran, saludan como MM.·. por Cur.·. y dice el Ujier entre los Valles:

Ujier. — Perito Maestro, tengo la honra de presentaros a los HH.·. …Maestros Ingleses que desean verse eleva­dos a Maestros Irlandeses.

Per.·. M.·. — Es decir, que quieren cambiar su título de “Amantes del Saber” por el de “Sabios”. Sin duda que su curiosidad ha sido provechosa, y en tal caso merecen la recompensa que pedís, y son bienvenidos; mas necesita­mos pruebas. ¡Hacedlos sentar, H.·. mío!

El Ujier los coloca entre los Valles y vuelve a su puesto.

Per.·. M.·. — HH.·. míos, considero vuestra admiración al oír que el nombre de “Maestro Irlandés” es sinónimo de “Sabio”. Esto no hubiera sucedido hace mil años. Para que cese vuestra sorpresa, recordad que el célebre Carlo Magno, absorto de la ignorancia que reinaba en su imperio, fundó Colegios y Universidades para destruirla, y no en­contró en Occidente un solo Ministro del altar ni un laico capaz de enseñar filosofía alguna. Ya desesperaba de hallar directores de sus cátedras, cuando los encontró en Irlanda, a la que su posición insular y distante habían salvado de las invasiones romana y anglosajona y del oscurantismo eclesiástico del continente, llamándola los discípulos de los Nestorianos, refugiados allí de la persecución de los Emperadores Orientales: “La Esmeralda de los mares”.

La astronomía y las ciencias que habían aprendido de los Masones de la Samotracia, y que en los Misterios Cabirios representaban los antiguos habitantes de la “Esme­ralda de los mares”, los descubrimientos de los Egipcios, que traían los Nestorianos, los hicieron tan famosos, que la mayor gloria era ser llamado “MAESTRO IRLANDÉS”. Aquellos profesores, a la cabeza de los Institutos franceses, se unieron (para luchar contra la tiranía de los feudos y sacerdotes) a los patriotas y hombres libres que habían establecido las Gildas y consiguieron de Cario Magno que cesara en sus persecuciones contra los que antes llamaba herejes y los protegiera. Éste, que necesitaba de su auxilio contra los sajones, sus peligrosos rivales, reconoció a los pueblos Gildenses y Fildenses su derecho de gobernarse a sí mismos. Entonces fue cuando se trabajó en Europa el grado de Preboste y Juez que reclamaba los principios que las Behetrías Españolas y las Gildas defendían; según la leyenda, fue establecido por Salomón para iniciar en los derechos y deberes del hombre a los Harodim, o sea los 3 600 jefes que vigilaban y juzgaban a los operarios del Templo bajo Tito (a quien represento), Adonhiram y su padre Abdá. La gratitud inmortalizó a aquellos Maestros Irlandeses; dando su nombre al 7° Grado de la Masonería, que desde entonces también comenzó a llamarse “Escocesa”, porque Scott era título común a Irlanda y Escocia, emplea­do hasta el siglo IX. Gracias a ellos, muchas poblaciones alcanzaron para su paisanaje la facultad de elegir y ser elegidos para todos los empleos, de legislarse y adminis­trar justicia y de reconocer o separarse del rey, leude, obispo, prior o sus tenientes o vidamos, según su compor­tamiento. Su influjo bienhechor se propagó hasta los pueblos más oprimidos e ignorantes, que aprendieron a exigir y dar garantías y se obtuvo el progreso compatible con la época, el feudalismo: asombrosa organización en que los libres pensadores se obligaban con grados de su­bordinación distintos, según su respectiva capacidad, a prestarse recíproca asistencia; el principio’ esencial del feudo era el mutuo deber de fidelidad y apoyo. Las obli­gaciones del vasallo para con su señor correspondían a los deberes de éste. Si uno faltaba a ellos, el vasallo perdía su propiedad, o el señor sus derechos. De este modo la Euro­pa pudo existir, a pesar de la Iglesia y los barones, las cinco centurias en que aquella gobernó a sus rivales.

Así, los estudios de que se ocupa este TRIBUNAL no son invenciones arbitrarias para necesidades fortuitas; son principios de derecho natural profesados por los fundado­res de la primitiva Roma, por las repúblicas griegas, por los que murieron en los campos de Villalar. Eran los que regían a los mismos bárbaros en su sencillez primitiva, porque nacen de la conciencia, contra ellos se atizaban las hogueras de la Inquisición, que anhelaba reproducir el rei­nado de Nerón en las tinieblas condensadas por el oscu­rantismo religioso.

En este Grado se resuelve el problema que quedó pen­diente en el anterior. El Secretario íntimo conoce las mi­serias del pueblo; el Maestro Irlandés le enseña quién ha de remediarlas.

INTERROGATORIO

¿Qué entendéis por SOBERANÍA, H.·. …?

Si no responde bien, dice el

Per.·. M.·. — El poder dictar leyes y hacerlas efectivas viene del Super omnia, que equivale a sobre todo.

Así que todos manifiestan su opinión, dice el

Per.·. M.·. — Como no hay autoridad que nazca de sí misma para saber a quién pertenece la Soberanía, es preciso analizar su fundamento. No puede hallarse fuera del hombre, porque es un derecho, y como todo derecho deriva de las facultades inherentes a la naturaleza humana, la Soberanía es su propiedad. Sucede con la Soberanía lo que con la Verdad, que no es patrimonio de éste más que de aquél, sino de la Asociación Humana; el Pueblo, o la suma de todos los hombres que constituyen una unión, no podrá desprenderse de la SOBERANÍA, ni reconocer a nadie el derecho de darles leyes, sin que se convierta en una manada de esclavos. Cada hombre tiene un derecho igual a concurrir al ejercicio de esa Soberanía, porque es parte de la Asociación en que aquélla radica esencialmente. Más como es una indivisible, imprescriptible e inalienable, ninguna reunión parcial ni ningún individuo puede ejer­cerla sin delegación voluntaria de los asociados para que los represente. El pueblo elige y depone, hace y deshace; es el que tiene la voluntad y el movimiento propio; suyo es el Poder Legislativo. La Soberanía es la Voluntad y el derecho del Pueblo, y lo que dispone por sus Representan­tes en los Congresos, es la Ley. En tanto, el Poder Ejecuti­vo, o sea el encargado de cumplir las leyes, corresponde, según los países, a un Monarca limitado por una Constitu­ción, a un Presidente, o a una colectividad de pocos miembros.

Para que comprendáis mejor esta doctrina y la sepáis aplicar a los distintos casos, decid H.·. ¿Qué entendéis por Asociación Humana?

Responde el preguntado:

Respuesta. — Un vasto taller de producción establecido para el bienestar común, al cual cada uno contribuye según sus medios, y en el que debe poseer derechos distintos, conforme a la garantía que suministra.

Per.·. M.·. — ¿Cómo dividís los derechos del hombre, Hermano?

Respuesta. — En naturales, civiles y políticos. Los na­turales pertenecen a todo hombre, son imprescindibles, sólo la fuerza priva de ellos; nunca la justicia. Los civiles, a los miembros de un país o asociación determinada, depen­de de leyes nacidas de sus necesidades propias, o de los usos y costumbres de sus transacciones. Los políticos, o sean las facultades de elegir y ser elegido para gobernar la Asociación, sólo pueden corresponder a los que ésta de­termine, pues de su uso bueno o malo, depende su exis­tencia.

Per.·. M.·. — ¿Qué nos aconsejan la Justicia y la Equi­dad en la distribución de los derechos del hombre, H.·.  . . .?

Respuesta. — Hacer que desde el primero hasta el últi­mo gocen de los naturales; mas como el Masón organiza y no destruye, al ver que sería la muerte de un país el principio moral imperando contra el interés vital, mitiga el mal en lo posible y provee a su remedio en cuanto puede hacerlo sin convulsiones ni peligros. Más poderoso que el clero, más sabio y mil veces más filantrópico y ca­ritativo que él, en vez de mover la compasión para reunir una limosna miserable que libertaba algún esclavo de bien, habla a la razón, al pundonor, a la justicia, y liberta hom­bres a millares. En cuanto a los derechos civiles, el que no conoce las leyes de un país no puede representar en juicio sino por apoderado; no debe poseer ninguna parte del territorio si es extranjero, ni ser propietario de buques que tengan otra bandera. Para la distribución de los dere­chos políticos se necesita el mayor tino y discernimiento, con especialidad en países de distintas razas, y en los que intereses encontrados existen en lucha permanente, para no ofender a la justicia ni faltar a la equidad.

Per.·. M.·. — ¿A qué debe limitarse el Gobierno, Her­mano . . . , para no ser perjudicial a la nación y no tener que dejar al que le suceda el trabajo de corregir sus des­aciertos?

Respuesta. — A defender al débil contra el fuerte, a velar por la salubridad pública, proteger lo presente sin comprometer lo porvenir, y no empeñarse en administrarlo todo; pues no hay mejor gobierno que el que no se ve gobernar, o el que menos gobierna.

Acabado el interrogatorio, dice el

Per.·. M.·. — H.·. Procurador Fiscal, habéis oído las respuestas de los candidatos, ¿tenéis algo que decir contra la iniciación al Grado que demandan?

Proc.·. Fisc.·. — Los creo aptos para comprender los misterios que tenéis que revelarles, y esta recompensa es además un acto de justicia.

Per.·. M.·. — HH.·. míos, ha llegado la hora de hacer justicia. Si sois del sentir de nuestro Procurador Fiscal, manifestadlo por el signo de adhesión; si no, tomad la palabra.

Si todos levantan la mano derecha y la dejan caer con ruido sobre el muslo, dirá el

Per.·. M.·. — HH.·. Inspector y Celador, cumplid vues­tro deber.

Se levantan y llevan a los aspirantes al Altar, les hacen poner las manos derechas sobre la llave y el triángulo, y bajar la cabeza. El Insp.·. les ordena que digan en voz alta las palabras:

Cand.·. — ¡Me humillo!

Cel.·. — ¡Perito Maestro, los aspirantes se inclinan ante el símbolo de la Sabiduría, la respetan y saben obedecer!

Per.·. M.·. — Es el medio de adquirirla.

¡Hermanos, conducidlos al trono!

Los HH.·. lo ejecutan. Cuando los agraciados están en Oriente, el Perito Maestro se levanta, toma sucesivamente una espada, con la que da un golpe en cada         hombro al primer candidato y se la entrega, luego al           segundo, y así a los demás, diciendo:

Como hombre libre y parte constituyente del Pueblo, y en uso  de la   autoridad       de que me hallo investido, os armo caballeros. Tomad esta espada y aprended a adquirir y defender con ella los derechos que os corresponden como hombres, fundados en los eternos principios de la justicia.

¡Que jamás se manche con la sangre de los débiles ni sos­tenga a los tiranos!

H.·. Ujier, dirigidlos en sus viajes. Vosotros sentaos, HH.·. míos.

El Insp.·. y Cel.·. vuelven a sus puestos. El Per.·. Maestro queda en pie. El Ujier hace dar una vuelta por todo el Tribunal a los candidatos que llevan la espada sobre el hombro izquierdo. Al llegar al Per.·. Maestro se detienen y dan el signo de Aprendiz, al que aquél contesta. En seguida dice el

Per.·. M.·. — La cuerda de la esclavitud rodeaba vues­tros cuellos al pisar la vez primera los umbrales de este Santuario. Queríais destrozarla, y os la arrancamos al ver la impotencia de vuestros esfuerzos. Decid, HH.·. míos, ¿salió fallida vuestra esperanza?

Así que responden da un golpe en su trono. Dan la segunda vuelta y ejecutan al terminarla el signo de compañero, que contesta el Perito Maestro, y dice entonces:

Per.·. M.·. — El velo de la ignorancia cubría vuestros ojos antes de iniciaros COMPAÑERO, y para que la rasgarais con vuestras mismas manos os dimos a conocer y os enseñamos a usar las facultades de que os dotó la naturaleza. ¿Veis la luz, o todavía las tinieblas del error confunden vuestro entendimiento como eternizan la cegue­dad del mundo profano?

Responde el candidato y el Perito Maestro da otro golpe y después de la tercera vuelta y del signo de Maestro, dice el

Per.·. M.·. — Este signo afirma que moriréis antes de degradaros, y que sabréis conquistar la inmortalidad con la Virtud unida a la Inteligencia. ¿Lo haréis así si llega el caso?

Responden, y después de la cuarta vuelta y del signo de Maestro Secreto, dice el

Per.·. M.·. — Al recibiros MAESTRO SECRETO, se os demostró que cada uno lleva en sí el Juez de sus acciones, y que debe ahogar en germen sus deseos desorde­nados y no desatender nunca los preceptos que aquél le dicta, ya que se trate de sí mismo, ya de los otros. ¿Estáis pronto a ser justos, equitativos e imparciales, y a no con­denar al acusado sin oírle?

Responden, y después de la quinta vuelta y el signo de Maestro Perfecto, dice el

Per.·. M.·. — Sabéis, como MAESTRO PERFECTO, que todos nacemos libres, que todos somos iguales y que debemos mirarnos todos como HH.·. ¿Prometéis juzgar de la misma suerte al rico y al pobre, al poderoso y al des­valido?

Responden. Después de la sexta vuelta y del signo de Secretario Intimo, dice el

Per.·. M.·. — Como SECRETARIO ÍNTIMO o MAES­TRO por curiosidad, prometisteis no perdonar medio para descubrir la Verdad y guardar inviolables los secretos que se os confiaran. ¿Ratificáis el juramento?

H.·. Ujier, detenedlos en su último viaje delante de cada dignatario, para que conozcan los deberes que van a contraer como PREBOSTES Y JUECES.

Lo ejecutan poniéndose frente a cada uno en el orden que sigue:

Per.·. M.·. — H.·. Guarda del Tribunal, ¿cuál es vues­tro deber?

G.·.del Trib.·.—Defender la puerta para que jamás la pasión entre en el TRIBUNAL ni salgan decretos dic­tados por la debilidad o la malicia.

Per.·. M.·. — H.·. Celador, ¿cuál es vuestro deber?

Cel.·. — Vigilar los trabajos para que se administre justicia con imparcialidad y equidad, sin precipitación, preocupación ni enojo.

Per.·. M.·. — H.·. Tesorero, ¿cuál es vuestro deber?

Tes.·. — Exigir a cada uno lo que debe, y darle lo que le corresponde.

Per.·. M.·. — H.·. Procurador Fiscal, ¿cuál es vuestro deber?

Proc.·. Fisc.·. — Perseguir al culpable para que se haga justicia, defender al inocente, y pedir que cada uno cum­pla su deber sin mirar las consecuencias.

Per.·. M.·. — H.·. Escribano, ¿cuál es vuestro deber?

Escrib.·. — Citar a todos los interesados a juicio para que se les oiga libremente; anotar sus declaraciones y re­dactar los acuerdos.

Per.·. M.·. — Inspector, ¿cuál es vuestro deber?

Insp.·. — Cerciorarme de que no se ha omitido ningún trámite; de que los que han de decidir son jueces compe­tentes y no tienen interés en el asunto ni están relacionados con las partes en el grado que la ley señala, exponiendo mi parecer antes que los demás en los puntos que se dis­cutan, para ilustrar a mis HH.·. con mi experiencia.

Per.·. M.·. — H.·. Ujier, ¿cuál es vuestro deber?

Ujier. — Cuidar del orden dentro y fuera del Tribunal, y ejecutar sus acuerdos en cuanto me los comuniquéis.

Per.·. M.·. — ¿Cuál es, H.·. mío, el deber de todo Preboste y Juez?

Ujier. — No serlo en propio asunto, porque de un alma ulcerada sólo pueden salir gritos de venganza que consue­lan al que sufre, quien en su pasión los toma por justicia.

Per.·. M.·. — Servíos H.·. Ujier, conducir a los aspirantes al Altar, y vosotros, Hermanos míos, acompañadme.

Baja del trono, y los Hermanos forman la bóveda de acero. El Perito Maestro les pone al cuello la banda que sostiene la llave de oro, y luego el mandil diciendo:

Per.·. M.·. — Tomad este símbolo de la prudencia: es la llave que encierra nuestro secreto, y la que recibió Tito, el más antiguo de los Prebostes y Jueces, de las propias manos de Salomón, autorizándole como Harodim, para in­vestigar los orígenes más ocultos de nuestra Institución. La cinta carmesí que la sostiene es el emblema del valor con que debéis difundirlos. (Les pone el mandil). Usaréis este mandil en cuyo centro está la bolsita para poner la llave. Es blanco orillado de negro; y una rosa de los mismos colores cierra la bolsa, para que no olvidéis que la pureza y la energía son las virtudes que resguardan vuestra prudencia, ved, oíd y callad.

¡Ahora, extended la mano derecha y repetid conmigo!

JURAMENTO

Yo…, juro por mi honor, delante del G.·. A.·. D.·. U.no revelar jamás los secretos del Tribunal; pero sí inculcar a todo el mundo los principios que le rigen, para que sepa apreciar sus deberes y derechos. Juro igualmente y prometo legislar y administrar jus­ticia, si se me autoriza para ello, con imparcialidad y equidad. Y consiento, si no lo cumplo, en ser tenido por un ignorante o por un miserable hipócrita tan vil como ambicioso. ¡Que el G.·. A.·. D.·. U.·. me libre de tal desgracia!

¡Así sea!

El Perito Maestro levanta su espada sobre las cabezas de los graduandos, y apoyándola en ellas, dice:

Per.·. M.·.—A la G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·., etcé­tera, os creo, nombro y constituyo PREBOSTE Y JUEZ y miembro de este TRIBUNAL.

¡HH.·. míos, consagrémosles por la batería del Grado!

Todos lo hacen.

Per.·. M.·. — H.·. Ujier, conducidlos a Oriente para instruirlos. Vosotros sentaos, Hermanos míos.

Una vez que todo se ha hecho, dice el

Per.·. M.·. — Este Grado, HH.·. míos, tiene como los demás, caracteres especiales. Hay un SIGNO DE ORDEN O DE PREGUNTA, que se hace llevando los dos primeros dedos de la mano derecha con los otros doblados, al mismo lado de la nariz, apoyando el índice en la órbita en actitud reflexiva. Se contesta poniendo el mismo índice en la punta de la nariz   y el pulgar en la barba, para formar el trián­gulo    que indica que la boca de un Preboste y Juez sólo proclama los eternos principios de la justicia.

EL TOQUE consiste en darse la mano derecha; el que reconoce la aprieta, y el reconocido le da un golpe con el pulgar sobre el dedo meñique.

LA BATERÍA son siete golpes iguales.

LA EDAD, veintidós años.

LA PALABRA DE PASE es…

LA PALABRA SAGRADA es…

H.·. Ujier, conducid a los neófitos para que el Inspec­tor y el Celador los examine.

Hecho el anuncio, se les proclama, aplaude y sienta en Oriente, y se ofrece la palabra al Orador.

Éste graba su columna. Se dan las gracias y se aplaude. Se despachan los negocios pendientes. Se ofrece la palabra. Se dan las gracias a los visitado­res. Se circula la caja de asistencia fraternal.

CLAUSURA DEL TRIBUNAL

El Perito Maestro da un golpe que repiten el Inspector y el Celador.

Per.·. M.·. — ¿Qué edad tenéis, Hermano Inspector?

Insp.·. — Veintidós años, Perito Maestro.

Per.·. M.·. — ¿De dónde venís y a dónde vais, Herma­no Celador?

Cel.·. — Estoy siempre en todas partes, Perito Maestro.

Per.·. M.·. — ¿Qué hora es, Hermano Inspector?

Insp.·. — El amanecer, las ocho, las dos y las siete.

Per.·. M.·. — ¿Por qué nunca lugar ni hora fija, Hermano?

Cel.·. — Porque el Preboste y Juez representa al SO­BERANO que todo lo vigila, y debe dar a cada uno en todos sitios y a todas horas lo que le pertenece.

Per.·. M.·. — No lo olvidéis jamás, Hermanos míos, y para llevarlo a efecto anunciad que voy a cerrar el Tri­bunal.

Hecho el anuncio, el Perito Maestro da siete golpes que repiten el Inspector y el Celador.

Per.·. M.·. — En pie y al orden, Hermanos.

Todos lo ejecutan.

 Per.·. M.·. — A la G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·., etcé­tera, declaro cerrados los trabajos del TRIBUNAL DE LOS PREBOSTES Y JUECES. ¡A mí, Hermanos!

Hace el signo de pregunta, los demás el de res­puesta, aplauden por siete y repiten tres veces la palabra HOSHEA.

Per.·. M.·. — Id en paz, Hermanos; pero antes jurad guardar silencio acerca de lo ocurrido en la sesión.

Extienden la mano derecha y dicen:

Todos. — ¡Lo juro!

Y se retiran en silencio.