GRADO DECIMO SEGUNDO

PRÍNCIPE DEL LÍBANO

DECORACIÓN DEL CAPÍTULO

(SE NECESITAN DOS CÁMARAS EN LAS INICIACIONES)

COLEGIO O TALLER DEL MONTE LÍBANO

Verde o azul, con asientos rústicos para los tres primeros Dignatarios, y hachas, en vez de mazos, con las letras N. J. S. Bancos para los concurrentes, con sie­rras, martillos y hachas. En el piso, árboles cortados y cuadrados, y en un extremo maderos listos para formar una barquilla; en los muros grandes pizarras con yeso y modelos de máquinas sencillas.

CONSEJO DE LA MESA REDONDA

Habrá una de esa forma en medio de la Cámara, vestida como ella de rojo; todos se sientan alrededor; el Jefe con la espalda a Oriente, el Primer Teniente al Sur, el Segundo al Norte y los graduandos al Occi­dente. Sobre ella habrá un buque, planos, instrumen­tos de matemáticas, papel y cartas geográficas, los Reglamentos, las Constituciones Concejiles, un hacha de oro y una espada delante del Muy Poderoso Gran Maestro. Todos usarán la primera en vez de mazo.

La insignia es un collarín arco iris o cinta ancha de los siguientes colores: violáceo, purpurino, azul, verde, amarillo, anaranjado y rojo, que sostiene un hacha de oro con las iniciales de Noé, Jafet y Sidon.

PRELIMINARES DE LA APERTURA

Colegio o Taller de Operarios

El Muy Poderoso Gran Maestro da un golpe en su banco con el hacha y dice:

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Hermanos: las estrellas desaparecen del firmamento, y como diligentes ope­rarios llegáis a la alborada, gracias por vuestra venida!

¿Cuál es vuestro deber antes de abrir el Colegio, Primer Teniente Gran Maestro?

1er.·. T.·. G.·. M.·.—Ver si está libre de espio­naje, Muy Poderoso Gran Maestro.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Servíos hacerlo así, Prín­cipe del Líbano!

Sale, y seguro de que no pueden sorprenderlos ni espiarlos, recomienda la vigilancia al Guardián Exterior; vuelve, da un golpe sobre el banco con su hacha, y dice:

1er.·. T.·. G.·. M.·.—¡El Taller está a cubierto exteriormente, Muy Poderoso Gran Maestro!

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Gracias, hermano!

¿Cuál es vuestro deber ahora, Segundo Teniente Gran Maestro?

2do.·. T.·. G.·. M.·.—Cerciorarme de que todos los presentes son del Grado, Muy Poderoso Gran Maestro.

Se levanta, los reconoce a todos, pidiéndoles las palabras, luego da un golpe con el hacha sobre su mesa, y si está satisfecho, dice el

2do.·.T.·. G.·. M.·.—¡ Podemos proceder, Muy Po­deroso Gran Maestro!

M.·. P.·. G.·. M.·. —¡Si es así, preparémonos al trabajo, hermanos!

Se revisten de sus insignias y toman sus hachas.

APERTURA DE LA CAMARA

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y los árboles, están buenos para el corte, hermano Segundo Teniente Gran Maestro?

2do.·. T.·. G.·. M.·.—Sí, Muy Poderoso Gran Maestro.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Qué hora es, Primer Teniente Gran Maestro?

1er.·.T.·. G.·. M.·.—La del Sol naciente.

Da cuatro golpes, por dos y dos, y todos se ponen de pie y al orden.

 M.·. P.·. G.·. M.·.—A la G.·., etc., declaro abier­tos los trabajos del COLEGIO DE LOS PRÍNCIPES DEL LÍBANO del Consejo Kadosch.·.  ., número.·.  .

¡A mí, hermanos!

Se ponen el hacha debajo del brazo izquierdo y dan, la batería, diciendo el Muy Poderoso Gran Maes­tro la Palabra de Pase, y los otros la Sagrada.

 M.·. P.·. G.·. M.·.—Sentaos, hermanos.

Lo hacen, y en seguida se anuncia, lee y sanciona el balaustre de la sesión anterior; se proponen y se vota por los candidatos, se despachan los negocios de familia, se recibe a los Visitadores, se les con­sulta acerca de los aspirantes, y si no hay oposición, se envía al Segundo Teniente Gran Maestro a que los prepare; aquel hará que se pongan sus insignias de Patriarcas Noaquitas y toquen.

INICIACIÓN PRIMERA PARTE

Al oír tocar a los graduandos en su grado, dice el

1er.·. T.·. G.·. M.·.—¡Tocan a la entrada del COLEGIO como Patriarca Noaquita, Muy Poderoso Gran Maestro!

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Servíos ver quién toca, her­mano Primer Teniente Gran Maestro!

Se levanta, entreabre, y pregunta el

1er.·. T.·. G.·. M.·.—¿Quién toca?

2do.·. T.·. G.·. M.·.—¡Patriarcas Noaquitas que vienen de Babilonia a continuar sus estudios, y ofre­cen ayudarnos en los trabajos!

1er.·. T.·. G.·. M.·.—¡Son, Muy Poderoso Gran Maestro, Patriarcas Noaquitas que vienen de Babilonia a continuar sus estudios, y se llaman.·.  . !

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Quién garantiza sus cono­cimientos?

1er.·. T.·. G.·. M.·.—Nuestro Segundo Teniente Gran Maestro.

M.·.  P.·. G.·. M.-¡Que entre solo y responda!

Le da paso, saluda y queda entre los Campa­mentos.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Qué pruebas os han dado, Segundo Teniente Gran Maestro, esos Patriarcas Noa­quitas de su constancia y valor indomables?

2do.·. T.·. G.·. M.·.—La de haber llegado aquí desde los confines de la Mesopotamia.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Cuál es la de su resigna­ción sin límites?

2do.·. T.·. G.M.·.—La que exijáis de ellos, Muy Poderoso Gran Maestro.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Dadles paso, Primer Tenien­te Gran Maestro!

Entran, el Segundo Teniente Gran Maestro los coloca a su derecha y así que saludan como Patriarcas Noaquitas, aquél se sienta.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Nos ofrecéis vuestra ayuda en nuestros trabajos, hermanos, y deseáis perfeccionar los estudios que habéis hecho y que en este Colegio se siguen con la mayor constancia. Aquí unos inventan máquinas, otros dibujan los planos, y otros las construyen; pues cada persona se ejercita según su vocación, aptitud y talento. Quién analiza los terrenos o sus producciones varias; quién ara la tierra o recoge sus frutos; quién estudia el curso de los astros, para dirigir bajeles en el mar insondable y de horizonte sin límite. La emulación enciende el ánimo y despierta la Industria, con la mira de producir y acumular la riqueza. Pero todos han de saber manejar este instrumento (muestra el hacha), que hizo al hom­bre señor de la tierra, los vientos y las aguas, y así le elevó sobre el bruto como le ofreció defensa contra los enemigos. Ninguno pudo entrar en nuestro seno sin obtener voto unánime de los operarios y aceptar la plaza de trabajador; porque sostenemos que sólo es libre el que trabaja y sabe vivir de lo que pro­duce o enseña a producir, y que sólo es independiente el que puede bastarse a sí mismo. Este es el que debe llevar la frente erguida, marchar al lado de los reyes y llamarse PRÍNCIPE DEL LÍBANO.

¿Queréis someteros a las pruebas necesarias?

Aspirantes.—Sí, Muy Poderoso Gran Maestro.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Despojaos de vuestras insig­nias y de los vestidos que os embaracen!

Se ejecuta, y cuando vuelven al centro dice el

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Llevadlos en su primer viaje, Segundo Teniente Gran Maestro,       y haced que tracen los siete triones y el modelo de un buque!

Los lleva al Norte, y hace que en la gran pizarra que está allí, pinten con yeso lo que se ha dicho; luego terminan la vuelta, y otra vez en el centro, dice el

2do.·. T.·. G.·. M.·.—El primer viaje ha termi­nado, Muy Poderoso Gran Maestro, y el modelo del buque es de mano inteligente.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Guiadles en el segundo, y haced que escojan los árboles y las planchas con que debe construirse.

Los dirige a Occidente, donde apilan las ma­deras y tablas preparadas, y al volver al centro, dice el

2do.·. T. G.·. M.·.—¡El segundo viaje ha con­cluido, y la elección de los maestros es perfecta!

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Dadles asiento, hermano, y preparadles hachas para el tercero!

Se acerca un banquillo, se sientan, y dice el

M.·. P.·. G.·. M.·.—Patriarcas Noaquitas; des­pués de la destrucción de la Torre de Babel, los sabios astrónomos que la habitaban se dividieron en dos secciones: la una se dirigió al Norte, que es el punto más elevado de la tierra, para continuar en él sus estudios; y la otra, unida a los sidonios en Oc­cidente, y en este monte Líbano, uno de los más altos, se ejercita en hallar los principios de las ciencias y en practicarlos. Los dos viajes que acabáis de hacer conmemoran estos hechos.

Trazasteis en él, uno de los siete triones o la Osa Mayor, que sirve de guía a los navíos, y el bajel que ha de conducimos a remotos climas; y en el otro esco­gisteis los leños para la obra. Esa hacha que se pone en vuestras manos (se efectúa) es para que trabajéis con nosotros. Es el Símbolo de la civilización, porque sirvió para derrumbar los árboles, levantar habitacio­nes y remover la tierra en que se deposita la semilla. Superior a los instrumentos de destrucción que se han inventado, es el que principia el progreso real, el que de simples consumidores nos elevó a productores. Sabéis que el hombre es el único animal que trabaja y el que se distingue de los demás porque multiplica su poder, creándose órganos suplementarios. Reducidos los otros animales al uso inmediato de sus propios miembros, obran por instinto, sin idea de lo que hacen. El mono, que es el más inteligente de todos, acude a calentarse junto a la hoguera que ve preparar al hombre, y jamás se ha dado uno que para no morir de frío traiga un pedazo de leña que conserve la com­bustión. Todos son agentes mecánicos de la Inteligen­cia suma, en tanto que él se eleva a la idea y la fe­cunda, e investiga el medio de realizarla. La aptitud que goza de aplicar su acción inteligente a la materia, con el fin previsto de satisfacer sus necesidades, es lo que se llama TRABAJO y lo que le caracteriza como HOMBRE. Si antiguas creencias han considerado esta prueba de nuestra superioridad incontrastable, es por­que mientras sólo usa de sus manos, se distingue muy poco del bruto; fundáronse aquellas religiones en los siglos de ignorancia en que se inmolaba al viejo que no podía acompañar a los demás en sus correrías, así como al vencido, para no tener que alimentarlos. ¡Cuántas veces no se devoraron como caníbales! ¡Cuán­tas no se repartieron los restos aún palpitantes del padre y de la madre, que creían un deber inmolar cuando eran una carga para su descendencia! ¡Inmor­talizad, como nosotros, esa hacha y llevadla con orgullo, porque nos sacó de la barbarie! ¡Y que hoy que vamos a construir este bajel que bosquejasteis para atravesar los mares, cambiar nuestros productos con los de los otros países más remotos y multiplicar las observaciones científicas, empleadla con habilidad y seréis REAL-HACHAS!

¡Al trabajo, hermanos! ¡Hagamos todos la tarea del tercer viaje, acompañando a los Patriarcas Noaquitas!

Todos se ponen a trabajar con algún instrumento y con los maderos preparados, fácilmente se hará el barco o el casco que lo figure. Cuando le pa­rezca dará un golpe con su hacha y dirá el

M.·.  P.·.  G.·.  M.·. —¡Basta, hermanos: que los Patriarcas Noaquitas lleven el bajel para calafatearlo, y que a su debido tiempo nuestro Segundo Teniente Gran Maestro los presente en el Consejo de la Mesa Redonda para ser examinados en la teoría como lo han sido en la práctica; y que en el ínterin rindan homenaje al Gran Arquitecto del Universo y le pidan las virtudes necesarias para los trabajos secretos del nuevo Tabernáculo que construimos. Llamad su aten­ción hacia las tres iniciales de nuestras hachas, que conmemoran a Noé, mito de los primeros navegantes; a Jafet, de los primeros arquitectos, y a Sidon, de los primeros comerciantes; y que mediten acerca de las leyes del Trabajo y la Permuta, que debemos procla­mar como Príncipes del Líbano!

Se retiran. Luego el Segundo Teniente Gran Maestro saca el bajel con los graduandos.

INCIACIÓN SEGUNDA PARTE

Consejo de la Mesa Redonda

Cuando todos ocupen sus puestos, se avisa al Segundo Teniente Gran Maestro para que conduzca los Graduandos, a quienes hace tocar como Príncipes del Líbano. Contesta y dice el

2do.·. T.·. G.·. M.·.—¡Muy Poderoso Gran Maes­tro, tocan a la puerta del Consejo!

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Ved quién toca, Primer Te­niente Gran Maestro!

Se levanta, reconoce a los que llegan y dice:

1er.·. T.·. G.·. M.·.—¡Son los Patriarcas Noaquitas que construyeron el bajel, cuyo modelo está en la Mesa, y a quienes conduce nuestro Segundo Teniente Gran Maestro!

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Que entren; y vosotros, en pie y al orden, hermanos!

Se les da paso, y el Segundo Teniente Gran Maestro les hace extender la mano derecha para el juramento, quedando en la parte Occidental de la Cámara.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Juráis guardar secreto, dis­creción y obediencia?

Aspirantes.—Lo juro.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Sentáos, hermanos!

Sólo los graduandos quedan de pie con el Segundo Teniente Gran Maestro.

 M.·. P.·. G.·. M.·.—Hermanos: los célebres astró­nomos, al restablecer nuestra Institución juraron co­municarse los conocimientos que adquirieran, y como no conocían superiores, se colocaban alrededor de esta Mesa Redonda, símbolo de la Igualdad. Si queréis alcanzar la perfección que aquí se enseña, tenéis que dejar en los umbrales del Consejo todo temor o todo orgullo, porque ni nos ofuscan las sombras del miedo, ni nos envanecen las lisonjas de la esperanza. Cum­plimos nuestro deber, y nada más. Deseamos que sepáis las ciencias físicas y el uso de sus instrumentos mate­máticos, porque sólo el que estudia las leyes de la naturaleza comprende las sociales, y os queremos ar­tistas y obreros. El buque que inventasteis y construis­teis prueba que os eleváis a la idea y que sabéis realizarla, porque en la planta de una obra trabaja el ingenio; en la fábrica, la mano. Sois uno y otra.

Trazad en ese papel con el compás la esfera armilar, para que juzguemos también de vuestra habi­lidad astronómica.

El Primer Teniente Gran Maestro les hace pintar un círculo, que sirve de centro a cuatro más, de manera que resulte una figura cuadrangular.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Habéis hecho el símbolo de la solidez de nuestra unión y perfecta armonía en esta figura, hermano; porque, como las demás, es alegoría de los fines que nos proponemos. Aspirando todos a uno mismo, y realizando ese enlace, los fuertes sos­tienen a los débiles; y desde hoy amaréis mejor a vuestros hermanos, sus necesidades serán las vuestras, y no estará ya en poder de ninguno renunciar a sus compromisos sin pasar por traidor. Recordad el anillo que se os dio en el grado de Perfecto y Sublime Masón, último Salomónico, con el lema: LO QUE UNE LA VIRTUD NO PUEDE SEPARARLO LA MUERTE. Ahora no sólo la Virtud, sino la Ciencia y el interés más bien entendido, nos fuerzan a fiarnos mutuamente para luchar en estos días de prueba. ¿Lo juráis?

Aspirantes.—Sí, Muy Poderoso Gran Maestro.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Tomad asiento!

Lo hacen en las sillas del Occidente de la Mesa.

M.·.  P.·.  G.·.  M.·. —El Consejo de los Príncipes del Líbano fue creado con la precisa condición de no admitir en él sino al que poseyese conocimientos gene­rales superiores, educación esmerada, estudios astronó­micos de la esfera armilar, y un arte o ciencia que le permitiera vivir independiente, de sus propios re­cursos, y luchar contra las vicisitudes de la vida. Ancianos escogidos entre los más hábiles del Colegio de los Intendentes de Fábricas, debían vigilar la parte científica: eran los depositarios de nuestra doctrina sagrada, y los que explicaban los símbolos al Pueblo. El objeto esencial de su creador fue la organización del Trabajo y la facilidad de la Permuta, como lo acreditan el taller de operarios de la primera parte de la iniciación y ese buque destinado al cambio de los productos y al aumento de las relaciones con los demás países para hallar otras fuentes de riqueza. Los siglos se han ido sucediendo unos tras otros, y la Am­bición, unida a la Ignorancia, mantienen al Universo tan atrasado en estas materias, como si estuviéramos aún en las primeras edades. Es, pues, nuestro deber, si queremos ser dignos del nombre que nos caracteriza, requerir el trabajo y las fuerzas productoras que se pierden en nuestra organización social, porque aca­rrean a menudo la destrucción de la riqueza acumu­lada, e imitar a nuestros predecesores, creando el modo de que aquélla se distribuya o trueque para que el bienestar se generalice. Partiendo de los prin­cipios que establece el octavo grado de nuestra Insti­tución, debemos promulgar como leyes la LIBERTAD del TRABAJO, y el LIBRE CAMBIO, por ser un ata­que a la vida individual y al bienestar de la Asocia­ción los obstáculos para ejercer los diferentes oficios y carreras, como lo fue al principio el aislamiento de los hombres y los pueblos, y la dificultad de poseer las ciencias y las artes, que se hallaban en mantillas.

Pero antes de que nos ocupemos de asuntos tan superiores, dejad que rinda loas al primero que utilizó los cedros del Líbano para atravesar los mares. Gloria eterna a los Argonautas atrevidos que nos sacaron de mil errores y miserias, y nos relacionaron con todo el mundo, a pesar del furor de las olas y la imperfección de sus conocimientos astronómicos. Qui­zás usaron de la brújula que se conoció en la China el año 2600 antes de Jesucristo, siendo probable que les viniera de Sidon, que nació en Byblos 2713 antes de dicha época; puesto que sus hijos, dueños del monte de los Cedros, en que suponemos hallarnos, pasan por ser los verdaderos creadores de la navega­ción, que dirigían sus astrónomos con el título de Prín­cipes del Líbano.

Ahora, servíos contestar al siguiente

INTERROGATORIO

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Cuál es, hermano…, el ser más necesitado de la Creación

Respuesta.—El hombre.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y cuál es el más débil de todos?

Respuesta.—El hombre.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Por qué se ha elevado sobre los demás animales?

Respuesta.—Por su inteligencia.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y qué consigue con ella?

Respuesta.—Producir cuanto le falta para satis­facer sus necesidades.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y qué le sucedería sin ella?

Respuesta.—Que viviría como el salvaje primitivo, igual al bruto, y disputando sus días a las bestias feroces.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y bastará el trabajo indivi­dual para satisfacer las necesidades personales y so­ciales?

Respuesta.—No, el hombre tiene necesidades físi­cas, morales e intelectuales, y tan lejos está de proveer siquiera a las físicas, que moriría si le abandonasen niño o anciano, o si ya adulto enfermera gravemente. Por esto tiene que dividir el trabajo entre los aso­ciados ocupándose cada uno del que convenga a su voluntad y talentos. El salvaje se apodera de una legua cuadrada de terrenos fértiles para subsistir misera­blemente, mientras la misma legua, de inferior calidad, alimenta y enriquece a mil individuos que la explotan de concierto. Ninguno debe ejercitarse en el trabajo para el cual carece de aptitud, porque perderá su tiempo sin beneficios.

M.·. P.·. G.·. M.—¿Por qué, hermano…, los antiguos creían degradante el trabajo manual y sólo honraban el de la Agricultura?

Respuesta.—Porque cuando, por el progreso de la civilización, los bárbaros, en vez de matar a los vencidos los redujeron a la esclavitud, el látigo les obligó a producir, y todos los oficios materiales fue­ron de su incumbencia: poco a poco se le confundió con la condición del trabajador, hasta que vino el día en que el envilecimiento de éste se atribuyó al trabajo mismo, o sea al “talento de crear con el in­genio y con la mano lo que satisface las necesidades”. Se honró la Agricultura, porque comprendían bien que fue la que los sacó de la barbarie, y consagraron el hecho de la supremacía del productor en la mag­nífica parábola de la Biblia, de Jacob y Esaú: aquél, padre de la Agricultura entre los Israelitas, ocupa la plaza de su hermano mayor, que incapaz de producir el alimento más insignificante para no morir de inani­ción, le vende su patriarcado por un plato de lentejas. El cazador se confunde con el bruto, el pastor se dis­tingue bien poco de él; pero el que ara la tierra y asegura la existencia material de la familia, puede levantar ciudades, organizar el gobierno, y libre del cuidado más imperioso, se ocupa de las necesidades morales e intelectuales: es Hombre. Establecida la esclavitud, el amo dirigió los trabajos y enseñó al siervo: él era la inteligencia, el otro su instrumento: aquél el agricultor; éste, muy poco más que su arado o buey que lo arrastraba.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Creéis, hermano…, que el pueblo tenga derecho al Trabajo, o que el gobierno deba proporcionárselo si le falta?

Respuesta.—Eso es un delirio; y si tal error no pudo reinar en las edades de ignorancia, en que se suponía que el gobierno era el padre de la nación, hoy sería necedad detenerse a combatirlo. La per­fección económica está en la independencia absoluta de los trabajadores, como la política en la de los ciudadanos. El trabajo, lo mismo que la conciencia y la Razón, no sufren autoridades; son fuerzas o facul­tades primitivas o creadoras, que obran por derecho propio, y el porqué de su existencia es el hombre mismo. Cada uno debe buscarse trabajo, y si no halla el que le acomoda en un lugar, que pase a otro. Los imbéciles son los que necesitan de tutores que los apadrinen, no los Pueblos.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Si el trabajo es tan indispen­sable que el que no vive del propio vive del ajeno, ¿dictaremos leyes contra los vagos?

Respuesta.—Es el mayor insulto que puede ha­cerse a los derechos naturales. Todo hombre ha nacido libre y soberano, y nadie puede coartar su albedrío mientras respete los derechos y la soberanía de los otros. Las leyes contra la vagancia son la vergonzosa consecuencia del sistema protector, y da pena oír a los que se creen liberales y entendidos proponerlas con el fin de evitar delitos. Esos cobardes no vacilarán en aconsejar que se corte la lengua al que pueda hablar, la mano al que pueda escribir, y la cabeza al que pueda pensar, el día en que una conspiración los aterre o estalle una revolución. Incapaces de luchar contra los enemigos, tiemblan a la sombra de una amenaza; y si poseen el talento del decir, arrastran a los débiles y a los corazones opacados. Sólo en los países de esclavos, el que se llama AMO obliga a trabajar al siervo, o le castiga; pero, ¿quién puede ser amo de un hombre libre? ¿Cómo se atreve nin­guna autoridad a sacar a la vergüenza y perseguir al que no ha ofendido a ninguno, sólo porque es posible que robe o petardee? Cuando la tiranía al­canza la cima de la iniquidad, o llega al colmo la degradación de los habitantes, aquella dicta leyes contra los sospechosos, faltando a los principios de la Razón y al derecho sagrado de Seguridad, aplaudién­dola los miserables con el axioma de los déspotas: “más vale precaver que castigar”. Y se castiga al que no ha delinquido, se le martiriza y deshonra. Se prevé EDUCANDO, y no con disposiciones igno­miniosas.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Cuál es la base de los dere­chos del hombre, hermano.·. ?

Respuesta.—La necesidad de la conservación y desarrollo del individuo y de la especie.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Si esa necesidad es universal e inherente a la vida, ¿qué deduciremos de la definición?

Respuesta.—Que la igualdad de necesidades trae la igualdad de derechos; y que transigir con uno de los que nos dio Naturaleza, es despojarse de la Dignidad humana.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Y si por la ignorancia de principios tan sagrados, un país los coarta o la auto­ridad que le domina los infringe, ¿qué diréis de sus acuerdos?

Respuesta.—Que son esencialmente nulos e ilegales sus actos; y como la Razón jamás pierde la facultad de revisar y reformar los errores pasados, que nunca pueden empeñarla para lo presente o lo porvenir, debe­mos atacarlos con energía para que la Justicia reine en la Tierra.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Si el derecho de vida, her­mano, es la fuente de los demás, y los que luchan contra la Ignorancia, la Hipocresía y la Ambición, se exponen a perderla a cada instante, porque en nombre de la ley y de los intereses constituidos los sacrifican pueblos y tiranos, ¿no creéis un acto de locura atacar las malas instituciones y a los malos gobernantes?

Respuesta.—Este es el argumento de los cobardes, que paralizan el progreso. Demostrando que sólo por la Razón se eleva el hombre a Hijo de Dios, y por su trabajo físico, moral e intelectual crea las riquezas que satisfacen sus tres órdenes de necesidades, el que no lucha contra el mal y los que lo fomentan, no es un hombre. Toda grande empresa está llena de peli­gros; mas ninguna es superior a los recursos de la inteligencia para conocerlos: dudarlo, es negar a Dios que nos hizo por ello a su imagen y semejanza. El que tema y carezca del ingenio necesario, se estrellará; pero aquél que anima la convicción de la verdad y el valor de sostenerla, saldrá victorioso o allanará el camino a los sucesores, y en todos los casos será un héroe, ora consiga sus fines, ora muera en la demanda.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y qué decís del monopolio, hermano… ?

Respuesta.—Que ese poder concedido a uno de explotar a los demás, arruinaría a la nación que lo otorga.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Cuáles son las leyes que más la empobrecen?

Respuesta.—Las que permiten ese monopolio: las que conceden privilegios, y todas las fiscales que em­barazan las transacciones; porque las primeras dejan al pueblo sometido a la explotación y se oponen a su adelanto; las segundas, no sólo atacan la fuente de la riqueza, sino que quitan el modo de vivir a otros industriales; y las últimas detienen la actividad y suspenden, disminuyen o anulan el beneficio del Tra­bajo. Así, aquéllas y éstas traen el hambre, que devora esencialmente al proletario, o a la porción más nu­merosa de los habitantes. Los hombres de buena fe piden a los gobiernos que den trabajo al obrero; lo que deben reclamar es la abolición de las malas le­yes, que le hacen improductivo y alejar de las empresas a los especuladores.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Pero si en las naciones civi­lizadas no se muere ya de hambre, pues los que tienen se asocian para impedirlo y fundan hospitales, talleres y casas de socorro, ¿por qué os oponéis a que el poder arbitre medios y asegure la existencia centralizándola?

Respuesta.—Porque todas sus providencias son ruinosas y así fomentan la empleomanía como alientan la ociosidad, garantizando el amparo. Por otra parte, si no se muere en esos países del hambre inmediata, se muere del hambre lenta de las privaciones, y fallecen los más honrados, por los trabajos excesivos a que la educación moderna obliga a los proletarios, cuyos nobles sentimientos enardecen y veis el matrimonio caer en desuso, y por el hambre de la avaricia que fomen­ta en los padres, quienes consumen su existencia para atesorar medios de conservarla. ¡Ved esa infinidad de mujeres que se agostan en flor y vegetan inútiles, o fallecen antes de la edad, porque los hombres tiemblan de tomarlas por esposas a pesar de la virtud que las sublima, temerosos de carecer de medios de hacerlas felices y alimentar su prole! ¡Ved esa multitud que se entrega, desesperada o mal dirigida, a la prostitución! La barbarie desconocía las mil necesidades que la asociación ha creado; ¿y se dejará al gobierno que ataque las fuentes de la riqueza? La ambición ha hallado modo en naciones poderosas de utilizar los brazos más débiles de la infancia con nombres más o menos sonoros; y organizada la Filantropía en cen­tralismo, perece en germen la juventud y los encar­gados del gobierno especulador se jactan de la riqueza del país, porque ellos le devoran.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Qué es, pues, lo que propo­néis, hermano?

Respuesta.—La LIBERTAD completa DEL TRA­BAJO O DE LA INDUSTRIA.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y cómo entendéis la orga­nización del Trabajo para que no se pierdan las fuerzas productivas?

Respuesta.—La asociación de los trabajadores que asegura la ganancia y multiplica la riqueza. Tomemos el primer ejemplo que se presente. Las calles están llenas de vendedores, que apenas descansan, y que después de andar algunas leguas diarias en todo tiempo, viven en la miseria y mueren de males crónicos en su virilidad, a menos de tener una constitución privi­legiada. Que se asocien y con la octava parte de ellos sobrará para la conducción y la venta, viajarán en buenos carros, mientras los otros arrendarán una o más fincas, cuidarán de las reses y podrán sembrar y cosechar frutas, legumbres y otros artículos que se con­sumen en las ciudades. En cuanto se cuenten, se asombrarán ellos mismos de dedicarse en tanto nú­mero a igual industria, y los alrededores de aquéllas se cubrirán de huertos beneficiados por pequeños gru­pos o familias que vivirán en la abundancia. “La naturaleza ha concedido a la especie el poder rehusado al individuo.” De aquí viene la utilidad y la necesidad de la DIVISIÓN DEL TRABAJO, y es lo que enseña­mos al Pueblo.

M.·.  P.·.  G.·.  M.·. —¿La libertad del Trabajo será suficiente para la dicha del hombre, hermano.·.  . ?

Respuesta.—No. Debe cambiar libremente el pro­ducto que de él obtenga, pues como no es dable a nin­gún hombre ni a ninguna asociación crearlo todo, nece­sita del cambio para adquirir lo que le falta. Y de la misma suerte, cuanto embaraza la espontaneidad de sus esfuerzos, ataca su vida; ésta peligra con los obstáculos que dificultan o impiden el cambio o la venta, la importación o exportación de la riqueza acumulada. Donde no hay reciprocidad de derechos y franquicia en los cambios, se paraliza el beneficio; y lo que es peor, se carece de lo indispensable.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Así, ¿proponéis también el LIBRE CAMBIO, hermano.·.  .?

Respuesta.—Sí. Con la LIBERTAD DEL TRA­BAJO se acabarán todas las licencias y falsas garantías que se exigen para el ejercicio de las industrias, y que de todos modos la perjudican; y con el Libre Cambio se concederá el derecho de la permuta entre nacionales y extranjeros, sin restricciones qué aumentan el valor de los artículos sin mejorarlos. No teniendo los hom­bres más que su mérito personal que los recomiende, se esmerarán en aumentarle, y no engañarán a mansalva con la égida de un diploma. Libre la producción de embarazos, será más copiosa y los artículos se pondrán al alcance del mayor número, porque la abundancia disminuye su valor, así como la competencia; y sin los gravámenes del fisco, los menos afortunados gozarán de la mayor suma de bien posible. Y como quiera que el Progreso no es la construcción del grupo, sino la exaltación del individuo, la Libertad del Trabajo y la de Cambio son incompatibles con la organización de los trabajadores a la antigua usanza.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Esas son las ventajas que nuestros maestros preveían al fundar este grado, y los Masones, con los estudios geográficos, astronó­micos, físicos y químicos, nos elevan al auge del Pro­greso. ¿Por qué la ignorancia de los principios eco­nómicos ha de anular los bienes que proporcione el trabajo? Que cada nación se ocupe de producir lo que su terreno da mejor que otra, y lo cambie con las demás libremente. Su dependencia recíproca contribuirá al sostenimiento de la paz universal, y los habitantes, entregados a su actividad, y sin los inconvenientes y ultrajes que toda ley fiscal acarrea, vivirán satisfechos y aumentarán sus goces con menos dispendios, veis, hermanos, que esta Cámara Filosófica de PRÍNCIPES DEL LÍBANO resume todos los estudios económicos de los Grados de Intendentes de Fábricas y Gran Maestro Arquitecto, y formula las leyes de la LIBERTAD DEL TRABAJO Y DEL CAMBIO, dic­tadas por la conciencia del Deber y del Derecho. Esta no es una innovación, sino la abolición de las inno­vaciones contranaturales que atacan los derechos in­conclusos de la humanidad, e impusieron por lo astucia y sostienen por la fuerza los que la explotan, empo­breciendo y anulando a sus semejantes. En ninguna de las naciones antiguas ha habido leyes fiscales que sacrifiquen en la permuta a los contratantes. Se exigía únicamente la centésima parte del valor de los artículos que se transportaban, para los gastos de conservación de los caminos o puertos que tenían que atravesar, y que sostenía el Estado. Desde la Edad Media, los go­biernos, viven principalmente de la contribución in­directa de las Aduanas de mar y tierra, exacción anti-económica e inmoral, que corrompe las costumbres, destruye la riqueza y ataca la vida del individuo y el desarrollo de la especie.

¡Feliz el país que se libre de institución tan ne­fanda!

Acabado el Interrogatorio, da un golpe con su espada, y dice el

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Juzgáis a estos hermanos, Respetables Patriarcas, dignos de contarse entre nosotros?

Así que hacen el signo de adhesión, dice el

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Servíos, hermanos, acompa­ñarnos al acto solemne del juramento y de la colación del grado!

Se levantan, y hecha la bóveda de acero en toda forma, dice el

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡ Poned vuestra mano derecha sobre el Libro de la Ley y repetid conmigo!

JURAMENTO

Yo…, juro por mi palabra de honor, guardar secretos los misterios de este grado, profesar sus principios, instruir al Pueblo y a los legisladores en sus verdaderos intereses, inculcándolos, y hacer cuanto esté de mi parte para que la LIBERTAD DE INDUSTRIA O DE TRABAJO Y EL LIBRE CAMBIO SE ESTABLEZCAN como leyes en el mundo entero? ¡ Qué Dios me ayude!

Levanta su espada sobre la cabeza de los graduandos, y dice el

M.·. P.·. G.·. M.·.—A la G.·., etc., os creo, nom­bro y constituyo PRÍNCIPES DEL LÍBANO O REAL HACHA, a vos.·. … y miembro … de este Consejo de la Mesa Redonda o Cuarta Cámara Filosófica del Con­sejo de Kadosch… número…

¡Confirmemos la iniciación con la batería del grado!

Todos lo ejecutan, menos los neófitos.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Sentaos, Respetables Pa­triarcas!

Los neófitos quedan de pie.

M.·. P.·. G.·. M.·.—Los caracteres de este grado son los siguientes:

SIGNO.—Ademán de levantar un hacha con las dos manos.

TOQUE.—Darse ambos las dos manos, cruzando los dedos.

PALABRA DE PASE…

PALABRA SAGRADA.·.  .

BATERÍA.—Dos golpes fuertes, luego dos débiles.

EDAD.—Cincuenta y cinco años.

SÍMBOLO.—Un hacha de oro con las iniciales de Noé, Jafet y Sidon. En el último siglo era una luna en su cuarto creciente, emblema de la regeneración so­cial; mas preferimos el otro por ser el primitivo.

¡Llevadlos, hermano Segundo Teniente Gran Maes­tro, a nuestro Primer Teniente Gran Maestro, para que los examine!

Después se les proclama y se aplaude la ini­ciación; el caballero de la Elocuencia presenta su balaustre, se le congratula, se despacha lo pen­diente, se circula la caja de socorros, se da gracias a los Visitadores, y se procede a la

CLAUSURA DE LOS TRABAJOS

Da un golpe con su espada, y dice el

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Qué hora es, hermano Pri­mer Teniente Gran Maestro?

1er.·. T.·. G.·. M.·.—La del trasponer del Sol.

M.·. P.·. G.·. M.·.—¿Y a qué hora se cierran nuestros trabajos, hermano Segundo Teniente Gran Maestro?

2do.·. T.·. G.·. M.·.—A la del Sol Poniente.

Da cuatro golpes, por dos y dos, y todos se levantan y se ponen al orden.

M.·. P.·. G.·. M.·.—A la G.·., etc., declaro ce­rrados los trabajos de los PRÍNCIPES DEL LÍBANO, del Consejo de Kadosch… número…

¡A mí, hermanos!

Signo y palabras de pase y sagrada. Extienden la mano derecha, y dice:

M.·. P.·. G.·. M.·.—¡Id en paz, hermanos; pero antes jurad guardar silencio acerca de lo ocurrido en la sesión! ¿Lo juráis?

Extienden la mano derecha, y dicen:

TODOS.—¡Lo juro!

Y se retiran en silencio.