GRADO OCTAVO

INTENDENTE DE FÁBRICAS

O

MAESTRO DE ISRAEL

DECORACION DEL COLEGIO

Vestidura de rojo. El triángulo de oro. Las letras capitulares y la espada estarán sobre el Altar de los juramentos, como en to­das las Cámaras de esta categoría, y delante de él se leerán en caracteres de oro los siguientes letreros: JUSTICIA, ORDEN, VIGILANCIA, ECONOMÍA, PREVISIÓN, CONSTANCIA, EMULACIÓN, INTREPIDEZ, VERDAD.

 Delante del Altar de los juramentos, un tapiz con almohado­nes; se tendrá preparado además, un velo rojo, y ramas de acacia para los aspirantes.

El vestíbulo, que guardan los Prebostes y Jueces, se llama CA­MARA DEL MEDIO. Debajo del dosel de Oriente estará colo­cada la estrella de nueve puntas, y en el trono el Cetro de ébano.

El Doctísimo Maestro representa a Saloirén y es “SAPIEN­TISIMO MAESTRO”. El Primer Vigilante a Tito, Primer Prín­cipe Harodim, y es “PERITO INSPECTOR”.

El Segundo Gran Vigilante, a Adonhiram, y es “CLARISIMO INTRODUCTOR”. El Gran Maestro de Ceremonias a su padre Abdá. Los dos fueron los primeros Prebostes y Jueces y con Tito forman el Tribunal Supremo de Harodim.

Las insignias son: banda roja al cuello, con una roseta verde

en el ápice que sostiene la alhaja, que es una estrella de plata oro de nueve puntas, mandil blanco forrado de rojo y ribeteado de verde, en el centro una estrella de nueve puntas y en la solapa un triángulo con una de estas letras en cada esquina: B. A. J.

PRELIMINARES DE LA APERTURA

Así que todos ocupan los lugares que les corres­ponden, Salomón da un golpe                con el cetro en el trono y dice:

Sap.·. M.·. — HH.·. míos,mi intención es fundar un Co­legio de Intendentes de Fábricas, y agradezco vuestra asistencia.

¿Qué es lo primero que ha de hacerse antes de proceder a su instalación, hermano Tito?

Per.·. Insp.·. — Cerciorarnos de que el Capítulo está libre de espionaje.

Sap.·. M.·. — Hacedlo así, hermano mío.

Per.·. Insp.·. — H.·. Adonhiram, mandad cubrir el Capítulo.

Cl.·. Int.·. — H.·. Guarda de la Torre, ved si estamos libres de espionaje.

Lo ejecuta en toda forma y luego dice él:

G.·. de la T.·. — H.·. Adonhiram, ningún profano puede vernos ni oírnos.

Cl.·. Int.·. — H.·. Tito, estamos seguros.

Per.·. Insp.·. — Podemos proceder, Sapientísimo Maestro.

Sap.·. M.·. — H.·. Adonhiram, ¿cuál es vuestro segundo deber ?

Cl.·. Int.·. — Reconocer a los presentes con nuestro H.·. Tito.

Sap.·. M.·. — Ejecutadlo, HH.·. míos, pidiendo a todos las palabras misteriosas.

Los dos lo hacen, y vueltos a sus sillas dice, dando un golpe

Cl.·. Int.·. — H.·. Tito, las palabras son justas y perfectas en mi Valle.

Per.·. Insp.·. — Sapientísimo Maestro, todos somos del Co­legio.

Sap.·.M .·. — Pongámonos nuestras insignias.

Todos se revisten de ellas. En seguida da un golpe con el cetro.

APERTURA DE LA CAMARA

Sap.·. M.·. — H.·. Tito, ¿qué hora es?

Per.·. Ins.·. — Está amaneciendo, Sapientísimo Maestre.

Sap.·. M.·. — Hermano Adonhiram, ¿a qué hora principian nuestros trabajos?

Cl.·. Int.·. — Al romper el día, Sapientísimo Maestro.

Sap.·. M.·. — ¿Y por qué comienzan nuestros trabajos con la aurora, hermano Tito?

Per.·. Insp.·. — Porque así como ésta indica la salida del Sol, y el reinado de la Luz, ellos anuncian la elevación de la sociedad humana al EMPORIO DEL PROGRESO.

Sap.·. M.·. — Pues entonces. ¡Anunciad, HH.·. míos, que es mi intención proceder a su apertura!

Per.·. Insp.·. — H.·. Adonhiram y HH.·. que decoráis mi Valle, la intención de nuestro Sapientísimo Maestro es instalar el COLEGIO DE LOS INTENDENTES DE FABRICAS.

Cl.·. Int.·. HH.·. que decoráis mi Valle, nuestro Sapientí­simo Maestro va abrir los trabajos. ¡Anunciado, hermano Tito!

Da mi golpe

Tito — ¡Anunciado, Sapientísimo Maestro (Da otro golpe).

Salomón da ocho golpes iguales con su cetro que repiten Tito y Adonhiram

Sap.·. M.·. — En píe y al orden, hermanos.

Todos lo ejecutan.

Sap.·. M.·. — A la G.·. D.·.G.·.A.·.D.·.U.·. , bajo los auspicios de los SS.·. GG.·. TT.·. GG.·.33° y último grado del Rito Antiguo y Aceptado Escocés, reunidos en Supremo Consejo para la jurisdicción de los Estados Unidos Mexicanos y en virtud de la Autoridad que me habéis conferido, declaro abiertos los tra­bajos de sus INTENDENTES DE FABRICAS. ¡A mí hermanos!

Signo y batería con la palabra HOSHEA, tres veces repetida.

Sap.·. M.·. — Sentaos, hermanos.

En seguida se lee la columna grabada de la se­sión anterior; se aprueba; se proponen los candi­datos, se vota, se despachan los negocios de fami­lia; se recibe a los visitadores y se les consulta acerca de los candidatos. Después se envía al Oran Maestro de Ceremonias para que los traiga a la Cá­mara del Medio, de modo que oigan lo que va a decirse (por lo que la puerta no estará cerrada) examinándolos antes en todos los signos, toques y palabras en sus grados precedentes.

INICIACION DE LOS CANDIDATOS

Sap.·. M.·. — H.·. Tito, la falta de nuestro caro Maestro Hiram Abif, a quien hemos perdido por un crimen atroz, es tanto más penosa, cuanto que las eminentes cualidades de que le dotó el G.·. A.·. D.·. U.·. hace difícil, sino imposible, hallar otro Masón que le remplace. Sus profundos conocimientos en Arquitec­tura, a los que debió él, ser de los primeros entre los tirios, ese pueblo, que brilla en todas las artes que aprendieron de los fenicios y su virtud sin manchas, así como su filiación por matrimonio a la tribu de Neftalí, le hicieron de nuestra familia, y “MAESTRO EN ISRAEL”. Era nuestro director en los trabajos materiales, nuestro consejero en los intelectuales, nuestro guía en el camino del Progreso, y nunca se ha tenido más necesidad de sus luces que ahora que tratamos de sacar a nuestro pueblo de la ignorancia y la miseria, fundando este COLEGIO de ciencia y de arte para buscar nuevas bases a la felicidad de las naciones. Una experiencia dolorosa patentiza, que las ideas peculiares a los hombres primitivos, como hijas del patriarcado, que fomentó la sociedad humana en la protección y la obediencia, han traído el abuso de los fuertes y la explotación por los astutos.

¿Qué haremos en tan críticas circunstancias? ¿Cómo esos pueblos agotados se harán productores? ¿Cómo interesarlos en el trabajo? Dadme vuestra opinión en asunto tan importante.

Per.·. Insp.·. — Ciertamente que es terrible nuestra pérdida, Sapientísimo Maestro: lo confieso como vos; mas confío en que, tarde o temprano, alguno suplirá al célebre Hiram, pues conocidas las miserias del pueblo, no será imposible remediarlas. Para mí no hay hombre indispensable, y creo que Dios no pudo formarnos para que nuestra felicidad dependiese de la vida o muerte de cual­quiera de sus hechuras. A mi entender, se ha de principiar por constituir este pueblo, que no existirá realmente mientras no pueda vivir por su trabajo con independencia de los poderosos; mientras no se le ejercite en el conocimiento y discusión de sus intereses; mientras no aprenda a vencer las dificultades y a preverlas; mien­tras no se le creen necesidades que les obliguen a trabajar y des­arrollar sus recursos. Para evitar un error y para no proceder como déspotas, ni aun en beneficio de las masas, yo os propondría, Sa­pientísimo Maestro, consultar a los Prebostes y jueces más ins­truidos: tal vez su ciencia, unida a nuestra práctica, hará que de la discusión emane el rayo de la luz que nos ilumine. Ellos forman parte de esas masas, y sería atacar la Soberanía del Pueblo, que hemos proclamado, ocuparnos sin su intervención en providenciar lo más conveniente en tan espinoso asunto.

Sap.·. M.·. — Vuestro parecer, H.·. mío, es demasiado pru­dente para no seguirlo; y en prueba de mi confianza en vuestra discusión, si antes os nombré Presidente del Tribunal que con tan­ta sabiduría habéis dirigido, hoy os constituyo Perito Inspector del

COLEGIO DE LOS INTENDENTES DE FABRICAS, MAESTROS EN ISRAEL. Haced la elección de los otros.

Per.·. Insp.·. — Creo que nuestro H.·. Adonhiram, y su pa­dre Abdá, como jefes inmediatos de los Prebostes y Jueces, no só­lo nos servirán con sus luces, sino que nos presentarán los mejores para designar los otros miembros.

Sap.·. M.·. — H.·. Adonhiram, os nombro Clarísimo Intro­ductor de este COLEGIO. Servíos pasar a la Cámara del Medio, donde está vuestro padre y traedme los Prebostes y Jueces que creáis dignos de fundar el edificio que levantamos a la CIVILI­ZACION humana.

El Clarísimo Introductor sale, se cierra la puer­ta, el Gran M.·. de Cer.·. toca como Preboste y Juez. El G.·. de la T.·. no contesta, pero dice:

G.·. de la T.·. — Perito Inspector, tocan a la puerta del Co­legio como Preboste y Juez.

Per.·. Insp.·. — Sapientísimo Maestro, tocan a la puerta del Colegio como Preboste y Juez.

Sap.·. M.·. — Informaos quién toca, H.·. mío.

Per.·. Insp.·. — H.·. G.·. de la T.·. , ved quien toca.

G.·. de la T.·. — Es el Introductor con el Gran Maestro de Ceremonias y los Prebostes y Jueces.

El Perito Insp.·. repite lo mismo.

Sap.·. M.·. — ¡Dadles entrada!

Per.·. Insp.·. — H.·. Guarda de la Torre, que entren.

Este abre la puerta, entran; saludan y dice el

Cl.·. Int.·. — Sapientísimo Maestro: tengo el honor de pre­sentaros estos Prebostes y Jueces, a quienes anima el deseo de ser útiles a sus semejantes.

Sap.·. M.·. — Que sean bienvenidos y que los hechos corres­pondan a lo que de ellos esperamos. ¡Aproximadlos al Altar, y vosotros, H.·. míos, acompañadme!

Se ejecuta, haciendo el Gran Maestro de Cere­monias que los graduandos tengan la mano derecha sobre el triángulo. El Sapientísimo Maestro baja, se forma la bóveda de acero, y dice poniendo el cetro sobre sus manos:

Sap. . M.·. — ¡Repetid conmigo!

JURAMENTO

Yo… además de las obligaciones que he contraí­do en los precedentes grados, y que ratifico, juro morir para la ociosidad y la ambición, de suerte que, libre del INTERES PERSONAL, el principio de “ca­da uno para todos, y todos para cada uno”, sea el que dirija mis acciones, palabras y pensamientos. Ju­ro igualmente no abusar de mis luces para explotar a los demás; respetar sus propiedades y trabajar co­mo los otros; y antes de faltar a mi juramento, qui­siera que un buitre me devorase las entrañas. ¡Que Dios me libre de esta desgracia!

¡Así sea!

Mientras los otros vuelven a sus puestos, el Cla­rísimo Introductor y el Gran Maestro de Ceremo­nias tienden a los graduandos en el suelo sobre co­jines, con el toque de Maestro, y se sientan. El Pe­rito Inspector les coloca encima un velo rojo y les pone en la mano derecha una rama de acacia. Des­pués de sentarse da un golpe y dice:

Per.·.Insp.·. — Sapientísimo Maestro: los Prebostes y Jueces han muerto para la ociosidad y la ambición, conforme lo juraron. Comprenden que sin el TRABAJO no hay RIQUEZA, y que ninguno tiene derecho a vivir del sudor ajeno, ni apoderarse por la fuerza o por la astucia de lo que otro ha adquirido legítima­mente, y que la ambición es la fuente de la mayor parte de los males. Purificados por la expiación, quieren renacer como Hiram, y piden que el velo rojo, ese símbolo de muerte que los cubre a usanza de nuestros antepasados los orientales, se les quite. Estoy seguro de que no olvidarán jamás su juramento.

Sap.·. AI.·. — Que renazcan y echen ese velo fatídico sobre los antiguos sistemas que rigen a las sociedades humanas y causan la miseria de los pueblos, y nos ayuden a buscar nuevas bases para afianzar la felicidad de un modo indestructible. Levantadlos con los cinco puntos de fidelidad completa.

El Perito Inspector se adelanta, les quita el ve­lo y la rama de acacia y los levanta con el toque de Maestro. Luego se sienta, dejándolos entre los Valles con el Gran Maestro de Ceremonias.

Sap.·. M.·. — HH.·. míos: entráis en la primera Cámara científica de la Masonería Escocesa: vais a armaros del mayor de los poderes, el de la ciencia aplicada al conocimiento de la orga­nización social y al de los móviles que la subyugan o enaltecen.

Por eso hemos querido inculcaros de un modo indeleble la máxima más bella de la moral pura: —“Cada uno para todos, y todos pa­ra cada uno”—, y habéis muerto para la ociosidad y la ambición; para mayor garantía, las SIETE GRADAS DE LA EXACTITUD, o de la escala masónica, las subisteis iniciándoos sucesiva­mente en los misterios de los Aprendices. Compañeros, Maestros, Maestros Secretos, Maestros Perfectos, Secretarios Íntimos, Pre­bostes y Jueces, que son grados preparatorios del que vais a poseer ahora. Meditad el sentido de las cinco virtudes morales del Com­pañero: INTELIGENCIA, RECTITUD, VALOR, PRUDEN­CIA, FILANTROPIA; y las diez y seis físicas del Maestro Perfecto; así como las ciencias cuyo estudio se os recomendó y simbolizan los instrumentos de nuestras Logias. Si sabéis mane­jarlos, con la REGLA poseéis la moral; con el MAZO, el medio de reprimir las pasiones; con el CINCEL, el de regularizarlas; con la PALANCA, la filosofía que vence las penosas cargas de la existencia; con el COMPAS, la lógica; con el NIVEL, la política; con la ESCUADRA, la legislación y con la CUCHARA, la armonía. Todo se combina para que marchen de frente al pro­greso material, moral e intelectual, porque, os queremos fuertes, honrados e instruidos; que ni seáis víctimas ni bárbaros opresores; que amparéis al débil, reforméis al ambicioso y enseñéis al igno­rante; si uno de aquellos tres progresos se sacrifica a los demás, no hay felicidad verdadera, sino degradación.

Si queréis ser INTENDENTE DE FABRICAS, estudiad y aprended a abrir mejores cimientos en qué levantar el edificio de la, CIVILIZACION. Todos los ahondados hasta aquí no han po­dido sostenerla. No alucinadoras utopías, sino realidades practica­bles necesitamos. Buscad y hallaréis.

Hermano Gran Maestro de Ceremonias, guiadlos en su pere­grinación y decidnos su resultado.

Este les da una vuelta, les hace leer en alta voz los letreros de las columnas, luego el del Altar, y dice:

G.·. M.·. de C.·. — Sapientísimo Maestro, los Prebostes y Jueces han hallado. Cavaron hasta tocar la roca, y sobre ella ele­varán las dos columnas de la PROPIEDAD y el TRABAJO para sostener el edificio que les encomendasteis.

Sap.·. M.·. — ¡Gloria por ello, hermano mío, a los descu­bridores de la Verdad!, ¿en dónde hallaron su punto de apoyo?

G.·. M.·. de C.·. — En la esencia misma de la Asociación humana. Si es un vasto taller de producción, querer constituirla sobre principios abstractos, morales, políticos o filosóficos es sepa­rarse de la naturaleza y fabricar sobre arena. Para producir es necesario trabajar, y para trabajar es indispensable poseer, o que se   garantice la posesión          de lo que de aquel modo se adquiera.

Sap.·.  M.·. — ¿Y conocen las virtudes que han de hacer fructuoso el Trabajo y sagrada la Propiedad?

G.·. M.·. de C.·. — Sí, Sapientísimo Maestro.

Sap.·. M.·. — En ese caso, dadles asiento.

El Gran Maestro de Ceremonias los coloca en­tre los Valles.

Sap.·.  M.·. — Hermanos míos; si la PROPIEDAD y el TRABAJO son las dos columnas fundamentales del nuevo edificio que como INTENDENTES DE FABRICAS tendréis que cons­truir, no olvidéis las nueve condiciones o virtudes que se hallan en el Altar. La primera es la JUSTICIA; si no dais a cada uno lo que le pertenece, ¿con qué derecho exigiréis que se respete lo que es vuestro? La segunda es el ORDEN, que impide desper­diciar las fuerzas productoras y conserva la propiedad adquirida. La tercera es la VIGILANCIA, que remedia los casos fortuitos y aprovecha los eventos favorables. La cuarta es la ECONOMIA, que aumenta los capitales y asegura la riqueza, proporcionando más medios y más goces: no la confundáis con la avaricia que nos priva de todos ellos. La quinta es la PREVISION, que conserva lo adquirido y asegura las empresas. La sexta es la CONSTANCIA, que perfecciona los productos y multiplica la acción del trabajo. La séptima es la EMULACION, que sostiene la energía. La octava es la INTREPIDEZ, que vence las dificultades. La novena y última es la VERDAD, que infunde la confianza y hace que reinen la paz y la armonía entre los asociados, o los produc­tores y los consumidores. Notaréis que la Justicia encabeza el cuadro de esas nueve virtudes y la Verdad la termina; son el “THUMMIN” y el “URIM”, cuyas figuras jeroglíficas toma­das del Egipto se ocultaban y encerraban en el Racional que ador­naba el Ephod del Gran Sacerdote judaico, y que según la tradición bíblica, servían al que las llevaba para descubrir, por una luz sobrenatural, las cosas ocultas y los sucesos venideros. Pero si la VERDAD y la JUSTICIA bastan a hacer al hombre moral, no son suficientes al hombre social que quiere educarse y hallar por el Trabajo lo secreto, y producir con la Inteligencia lo futuro. Aquél necesita de las otras siete, y por esa razón, si alzáis la vista podéis ver la estrella de nueve puntas que culmina en el solio. Es el emblema de dichas virtudes, que parten de un foco cuyo fulgor suavísimo emite en cada ángulo manantiales de salud, de riqueza y bienandanza. Ese foco que todo lo fecunda, es el TRA­BAJO; ese fulgor, los goces que por él se obtienen. Seguid esa estrella, trabajad y adquirid con ahínco, pues es el gran mito de la Maestría que se explica en este grado de MAESTRO EN ISRAEL. Esas nueve puntas que parten de un centro dieron a Pitágoras la idea de las propiedades del número 9, que por ser el producto del 3 multiplicado por sí, resume en una fórmula tan sencilla como la unidad, la última representación de los arcanos de los problemas sociales y del modo de descubrirlos o resolverlos. toda la creación se encierra en él, porque ella es el trabajo in­cesante, y el trabajo es la vida, el trabajo es la inteligencia, es el guardián de la virtud, el misterio de la naturaleza, de la propie­dad, de la dicha, de la riqueza y de la gloria, es el secreto de Dios. Acordaos de que, según la Biblia, este prometió a Henoch, Noé, Moisés y David, ‘si podían descubrir los secretos de la na­turaleza con la protección y el estudio incesante de sus leyes, cum­plirían su misión y serían dignos de llamarse HOMBRES”. ¿Qué se quiere indicar con esto? Que se trabaje sin fin y no se desper­dicie el esfuerzo en vanas especulaciones.

Los Cabalistas dicen que los ángulos de esa estrella, símbolo para nosotros de las virtudes que deben enaltecer el Trabajo para que la dicha reine en el Universo, señalan los nueve nombres por los que Dios se dio a conocer a Moisés en el Monte Sinaí: Eloah, Adonaí, Jehovah, Jovhé, Jod, Achar, Elohimn, Olee y Jesaí, cuyas letras forman los 72 nombres de la Divinidad en el Alfabeto An­gélico y el Árbol Cabalístico. Ninguno tributa más homenaje que nosotros al G.·. A.·. D.·. U.·. pero tampoco nada creemos tan ridículo como hacer un Grado para combinar las letras y dar nom­bre al que proclaman los Cielos y la Tierra. El sordo le oye, el ciego le ve, el paralítico le palpa, y ¿hay alguno bastante osado que imagine conocerle mejor que los demás? Otros, fundados en el título de INTENDENTE DE FABRICAS, le reducen a lo, lugares comunes de los beneficios de guardar el Orden, como el de Preboste y Juez a los de la Justicia, como si se necesitara a la Masonería para saber apreciarlos. Los que tal dicen no compren­den sus MISTERIOS. Salomón, a quien represento, quiso que su pueblo adelantase en ciencias y artes a los otros; quiso que su Templo fuera tan célebre como los de Denderah, Edfu y Filoe, no sólo por su fábrica, en la que remplazó por piedra los troncos de árboles que Israel usaba aún por columnas, sino por la educación que en él había de darse. Hiram debía ser el jefe; pero su muerte le obligó a elegir a otros maestros. Tito, Adonhiram y Abdá le ayudaron a establecer el COLEGIO, y ordenó que a todos se instruyese a costa de Estado, para que ninguno dejase de saber producir por falta de enseñanza. En ese Colegio debían exponerse las obras maestras a la observación de los discípulos y explicarles las reglas y procedi­mientos. Cuando estaban bien penetrados de la teoría, se les llamaba a la prueba. Quería excitar el celo más ardiente, y que sólo la pericia fuera recompensada. Los directores del Colegio eran los más ilustrados y los consejeros del monarca. El título de MAESTRO EN ISRAEL fue el premio que señaló a los sobresaliente Desgraciadamente, cuando el bien de cualquier país depende de un hombre y no de su mayoría, no hay idea grande y generosa que el abuso y la ambición dejen de hacer inicua, y aquella degenero en el monopolio; la emulación en el trabajo, que trataba de exaltarse premiando al verdadero mérito, sirvió para abismarle y su­blimar la medianía o la impericia recomendada. El Trabajo no necesita protección, sino LIBERTAD, para hacerse fructífero. Ga­rantizad al productor la PROPIEDAD que por él acumule, y no os ocupéis de reglamentar ni recomendarle. Lejos de nosotros, el pensamiento de criticar las Corporaciones de Artes y Oficios al destruir las falsas teorías de protección de los Gobiernos. Si todo lo que éstos hacen con este fin es un ataque a la propiedad y de­rechos de los demás hombres, que son sacrificados a la minoría privilegiada, aquellas asociaciones, fundadas en el principio regene­rador del trabajo en común, y reducidas a empresas mercantiles sin intervención de la autoridad, aseguran la mejoría de sus artículos y el bienestar de sus constituyentes. Pero, ¡ay del día en que la ley y no el menor precio y excelencias de los productos fuercen o exciten a consumirlos! ¡Ése día el Pueblo está explotado y se precipita en el abismo! Todo se monopoliza sucesivamente, se de­sarrolla el espíritu de cuerpo, la persona se sacrifica a él, y mue­ren las libertades, naciendo de la corrupción el pauperismo y envilecimiento de las masas. Como el hombre no puede vivir sino por la producción, y cada uno está dotado de diversa aptitud para producir, toda ley que favorezca a un productor a expensas de otro, o impida al consumidor proveerse donde le acomode, ataca directamente su existencia. No olvidemos que el hombre es el ser más desprovisto de defensas y recursos naturales. El Omnipotente; le lanzó sobre la tierra sin garras, colmillos ni medios de ataque; con una piel fina y sensible, que todo roce le atormenta; con órganos tan débiles, e instintos tan limitados que apenas le dan a conocer lo que le alimenta o le mata. El calor le abrasa, el frío le hiela, la humedad le hace hidrópico, la sequedad le ahoga: sólo puede digerir los huevos, la leche, las ostras y las frutas en su madurez, y no las hay en cantidades suficientes para la millonésima parte del linaje humano. Tiene que crear y preparar su alimento antes de consumirle, disputándolo a los cielos y a la tierra. Y a este ser tan débil y tan lleno de necesidades, que sólo puede vivir de su trabajo, ¿qué fue lo único que dio el G.·. A.·. D.·. U.·.? EL INSTINTO SOCIAL, para que luchara unido a los otros contra las fuerzas brutas; la INTELIGENCIA, para que las dominara. “Trabaja física y moralmente, trabaja o muere”. Tal fue el dilema que procedió a su formación y rige sus destinos. Por el trabajo desarrolla su Razón, descubre los secretos de la natu­raleza, se hace señor de ella, se provee de recursos que sostienen su vida y la de los demás, multiplica su número, y una legua cua­drada que apenar proveía de alimento a un solo hombre para sa­tisfacer sus necesidades brutas, abastece a mil física e intelectual­mente.

Educad más al Pueblo, legislad el Trabajo, reglamentad la permuta. Vendrá el hambre y tendréis que dictar leyes contra el pauperismo, leyes para arrancar al monopolizador el alimento, cre­cerá el hambre, y los pobres pulularán en razón directa de las pro­videncias que se tomen para suprimirlos o socorrerlos. ¿Queréis que aumente la producción y se generalice la riqueza? Suprimid las trabas del trabajo, asegurad a cada uno los productos que por él consiga, y que toda Propiedad sea sagrada e inviolable. ¿Queréis que los valores disminuyan y que el productor no pueda exigir más de lo que realmente merecen sus artículos, y no imponga la ley al consumidor a quien son indispensables? Proclamad el Tra­bajo libre, y la competencia regularizará el precio tarde o tempra­no. Los pueblos comprenderán entonces la locura de querer pro­ducir con mil sacrificios lo que pueden obtener a poca costa de otros pueblos. Verán que el hombre no ha nacido para vivir ais­lado, sino para formar en toda la tierra una sola familia, y que por eso hay zonas diferentes y cada una produce diverso fruto: ésta la caña de azúcar, aquélla el algodón, otra el tabaco, y as! sucesivamente. Por esto también el hombre está devorado del ansia de gozar y de sentirse vivir, y necesita el telar del uno, el perfume del otro, el paño de aquél, la perla del fondo de los ma­res, y la pluma del águila cuyo nido se pierde entre las nubes.

Mirad los estudios sublimes de que han de ocuparse los IN­TENDENTES DE FABRICAS. Este nombre es simbólico como el de Masón. La fábrica que nos ocupa es la organización social, y por eso os envié en busca de las bases en que debéis construirla de un modo permanente.

Sí, hermanos míos: hallasteis el verdadero cimiento de la Aso­ciación humana, y sobre esas dos columnas, PROPIEDAD y TRA­BAJO, levantaréis el edificio. Más conviene antes entendernos acerca del verdadero sentido de las palabras.

INTERROGATORIO

¿Qué es la PROPIEDAD, H.·. ?

Si no responden bien a ésta o a las otras preguntas, el Sapientísimo Maestro lo hará de modo que se grabe en la memoria

RESPUESTA. — El derecho a lo que producimos o nos cede el productor.

Sap.·. M.·. — ¿Cuál es su origen?

RESPUESTA. — Viene, como derecho, de la naturaleza hu­mana, porque no podemos vivir sin satisfacer nuestras necesidades, y como para esto se requiere el TRABAJO, según se admitió anteriormente, cuanto por él se obtenga es del productor y cuanto le ataque es un robo.

Sap.·. M.·. — ¿De dónde viene el sofisma de ciertos ideólo­gos que aseguran ser la Propiedad convenio social, y la definen “lo adquirido en conformidad a las leyes”?

RESPUESTA. — De que suponen contrato primitivo lo que fue espontáneo. El Creador nos ha dado el aire, la luz, el agua, la tierra y sus productos como a los demás seres vivientes para que sirvan a nuestra conservación, y en el estado salvaje o de aisla­miento cada uno toma lo que encuentra, y dispone de ello a su arbitrio; pero aquel Creador ha infundido al padre el amor al hijo, a éste el de la familia, y a todos el de la Justicia con el “INSTINTO SOCIAL”, por lo que los recursos que cada hombre se proporciona para subsistir o defenderse: la cabaña que le abriga, los animales que cría y el terreno que labra son suyos, y el sentimiento de lo tuyo y de lo mío se despierta en el acto de constituir la asociación entre dos o más personas, como el amor de la madre al hijo en el instante que siente sus primeros movimien­tos, y el del hombre a la mujer en cuanto se conocen. Decir que la sociedad humana ha creado la PROPIEDAD porque dicta le­yes que la regulan, es suponer que ha creado la unión de los sexos y las obligaciones y derechos de los padres porque arregla los ma­trimonios y dispone lo conveniente para impedir los abusos contra la prole. Así, la propiedad adquirida por el trabajo es la única sagrada e inviolable, pues la de posesión primitiva no existe si no se ha fecundado por él, y la de los descubrimientos y hallazgos no se da hasta que los hayamos recogido como los frutos de un árbol sin dueño.

Sap.·. M.·. — ¿Qué entendéis por RIQUEZA?

RESPUESTA. — Todo lo que satisface nuestras necesidades y de lo que podemos sacar partido en nuestras transacciones.

Sap.·. M.·. — ,¿Qué es CAPITAL?

RESPUESTA. — La riqueza acumulada.

Sap.·. M.·. — ¿Cómo excitaréis al Pueblo al Trabajo, si por la ignorancia y la desidia deja que la miseria lo devore?

RESPUESTA. — Creándole necesidades y haciéndole ver la fa­cilidad o posibilidad de satisfacerlas.

Sap. . M.·. — ¿Conviene aumentar o disminuir el número de los propietarios?

RESPUESTA. — Favorecer su multiplicación en lo posible, para que se interesen en el fomento de su propiedad y desarrollen la riqueza.

Sap.·.M.·. — ¿Aprobáis el despojo de los propietarios en be­neficio de los productores, como algunos socialistas o comunistas?

RESPUESTA. — ¡Jamás, Sapientísimo Maestro! Esos subli­mes desvaríos que extravían a los modernos Platones y que inspi­raron a Fanelón su TELEMACO, aunque encanten al oído por su poesía y la buena fe de los cantores, nunca se pondrán en prác­tica, porque ofenden la conciencia y sublevan las voluntades. Bri­llantes utopistas, ideólogos que anhelaban un bien que no sabían cómo alcanzar, “el equilibrio entre el Capital, la Propiedad y el Trabajo, para que el uno no impusiera la ley y sacrificara a los otros a su conveniencia”, tomar no ese comunismo o socialismo de la vieja Lacedemonia, que realizaba el sueño encantador de los pobres desposeídos que escribían el Evangelio, sin considerar que los hombres pueden disentir en la cuestión política, en la religiosa y en la administrativa; pero que todos se unen en cuanto se trata de la cuestión social, por el sentimiento instintivo de su derecho a producir y disponer y gozar a su antojo de lo que logran por su legítimo trabajo. No son los utopistas, sino los prácticos, los que podrán hallar compensación a la ley inflexible por la que “cuan­do un país se hace populoso, el Capital tiende a concentrarse en limitado número de personas, y coloca cada día más y más al Trabajo en dependencia, siendo lo más difícil hallar ocupación al jornalero”. No admitimos la Ley Agraria de la Antigua Roma, ni la que propone el Comunismo. No hablamos tampoco de tra­bajos inmorales. Ciertamente el ladrón trabaja como el astuto y el ambicioso, mas no en producir, sino en despojar al productor de lo que ha adquirido, y la Razón manda que se les fuerce  a devolver lo que han robado.

Sap.·. M.·. — ¿Creéis que el capitalista tenga derecho a exi­gir interés por el dinero que adelanta, o condenáis la Usura como la Iglesia Romana y algunos socialistas?

RESPUESTA. — El Capital es para el que lo posee, lo que una casa o un terreno para su propietario. El oro y la plata son meros símbolos. Dos mil pesos son iguales a una casa de valor equivalente que produce 60 pesos de alquiler; luego, si hay derecho para pedirlos por el uso de aquella, existe el mismo para el del dinero que se adelanta, pero el abuso de ese derecho sí es condenable.

Sap.·. M.·. — Pero hay quien niega el derecho a la Renta. ¿Qué opináis, hermano… acerca de este asunto?

RESPUESTA. — De la propia suerte que el oro representa la casa, el trabajo del jornalero equivale al salario general que por él se abona en cada país, y así del valor del uso de un carruaje o de cual­quier objeto: de manera que el oro no es simplemente el signo de la propiedad; lo es también del producto del trabajo y del uso de las cosas; y tanto marca el precio de las fincas, como el equivalente de su goce y el producto de la industria. El sofisma de algunos economistas para atacar la .Renta viene de que consideran a los metales preciosos como propiedad y no como signo de cuanto pueda permutarse. Dicen “que todo servicio debe ser pagado por un servicio equivalente”; y en vez de continuar como enseña la Lógica: “luego un servicio de uso debe ser recompensado por otro servicio de uso, o por lo que equivalga”, sacan esta deducción: “luego un servicio de uso debe ser cambiado por un servicio de uso, nada más, nada menos”. Partiendo de aquel error, afirman que el que preste 10,000 por un año tendrá derecho a que el otro le preste la misma suma también por un año, más no a que le abone ningún interés por su dinero. El que alquila una casa no debe pagar nada- sino comprometerse, el día que tenga otra, a dejarla habitar el mismo tiempo al que cedió el uso de la suya; porque ni el que presta los 10,000 pesos, ni el que entrega la casa, hacen propietarios a los que los reciben, mientras que si éstos abo­nan el interés o la renta, dan la propiedad de ella a los otros.

Tales razonamientos son indignos de la crítica, y si entretie­nen a los ideólogos, repugnan al buen sentido. Si todo servicio debe ser pagado por su equivalente, el que necesita mi capital o mi casa no puede darme nada de lo que yo deseo no recibirá de mí ni el uno ni la otra. Para salvar esta dificultad, la Asociación ha hallado un signo que representa la Propiedad, el Trabajo y sus productos. Este signo es el dinero; y aquella suma en que con­vengan, el servidor y el servido, será el equivalente de la cosa o de su uso, nada más, nada menos.

Sap.·. M.·. — Si las fuentes de la riqueza son la Propiedad, el Capital y el Trabajo o la Industria, ¿cómo haréis para que uno de ellos no imponga la ley a los demás sacrificándolos en su provecho?

RESPUESTA. — Esta es la cuestión que no han resuelto aún los publicistas, los legisladores ni los economistas; porque no es dado a ningún Gobierno, ley ni hombre alguno, disponer a su antojo de las pasiones humanas que agitan tantos intereses. Re­corramos las Estadísticas de los distintos pueblos, y hallaremos el mismo número de criminales en’ los que alcanzan la propia civili­zación. Para conseguir aquel equilibrio es necesario destruir la IGNORANCIA, la HIPOCRESIA y la AMBICION.

Sap.·. M.·. — ¿Y qué medios juzgáis mejores para acabar con la Ignorancia?

RESPUESTA. — LA EDUCACION DEL PUEBLO, fundada en los principios masónicos, a saber, la CIENCIA y la VIRTUD.

Sap.·. M.·. — ¿Qué proponéis contra la HIPOCRESIA?

RESPUESTA. — LA EDUCACION DEL PUEBLO; por­que el Fraude no puede dominar sino por el Error, y éste se des­vanece en cuanto se le pone en el crisol de la verdad.

Sap.·. M.·. — ¿Y cuál es vuestro recurso contra la AM­BICION?

RESPUESTA. — Siempre la EDUCACION DEL PUEBLO, porque ésta da a conocer a cada uno lo que se debe a sí mismo y a los otros, y pone a raya las pretensiones de los usurpadores. Es propio de la ignorancia creer que hay en el mundo ricos favorecidos y pobres víctimas. Sólo existen gentes dignas o indignas. El pro­letariado instruido que se ve oprimido por el capitalista, se asocia a sus iguales y hace que le abone su correspondiente salario; pues si aquél puede un día o un mes dejar de emplearle, tiene al fin que hacer justicia, o carecer de todo en medio de su inútil riqueza.

El mundo no es un valle de lágrimas, ni una cárcel, ni una penitenciaría; no es tampoco un palacio de placeres, ni un anfi­teatro de juegos y saraos; es una escuela de fraternidad de pro­ducción y científica enseñanza. Los períodos de la vida son los términos indicados: las consideraciones humanas, sus formas; las carreras sus lecciones. Forman las familias sus academias primarias, los pueblo sus colegios; las repúblicas sus universidades.

El Sapientísimo Maestro da un golpe al concluir el interrogatorio y dice:

Sap.·. M.·. — Hermanos míos: merecéis por vuestra instrucción el título de MAESTRO EN ISRAEL. ¡Hermano Gran Maestro de Ceremonias, aproximadlos al trono para constituirlos! ¡Y vosotros, hermanos míos, acompañadme!

Se ejecuta en forma. El Sapientísimo Maestro levanta su espada sobre la cabeza de los graduantes.

A la G.·. etc., os creo, nombro y constituyo INTENDENTE DE FABRICAS O MAESTRO EN ISRAEL y miembro de este Colegio.

Da ocho golpes iguales con el cetro sobre la ho­ja de su espada.

Este grado, hermanos míos, tiene como los demás sus caracte­res especiales.

EL SIGNO, es llevar la mano derecha al corazón con el pul­gar separado formando escuadra.

EL TOQUE, poner la mano derecha sobre el corazón del que se reconoce, diciendo la primera parte de la Palabra de Pase. El último coloca la suya sobre el del otro y dice la segunda parte.

LA BATERIA, ocho golpes iguales.

LA EDAD veintitrés años.

LA PALABRA DE PASE…

LA PALABRA SAGRADA…

Las dos significan (Escogido de Dios), y sus iniciales son las que se escriben en los extremos del triángulo que adorna la solapa de nuestros mandiles. Los tres colores del mandil simbolizan: el blanco, nuestra pureza; el rojo, el fervor que nos anima; y el ver­de, la esperanza de conseguir nuestros fines.

Hermano Gran Maestro de Ceremonias, haced que los exa­minen nuestros Perito Inspector y Clarísimo Introductor.

En seguida toma asiento, y así que aquéllos los satisfacen, los hace proclamar, se aplaude la ini­ciación, se les coloca en Oriente; el Gran Orador presenta su columna grabada; se les da la enhora­buena, se ofrece la palabra, se dan las gracias a los visitadores, y se circula la caja de asistencia. Luego da un golpe y procede a la clausura del Colegio.

CLAUSURA DEL COLEGIO

Sap.·. M.·. — ¿Qué hora es, Perito Inspector?  Per.·. Insp.·. — Las siete de la tarde.

Sap.·. M.·. — ¿A qué hora se cierran nuestros trabajos, her­mano Clarísimo Introductor?

Cl.·. Int.·. — A la entrada de la noche, o las siete de la tarde.

Sap.·. M.·. — ¿Por qué, hermano Tito, acaban con el día los trabajos de los INTENDENTES DE FABRICAS?

Per.·. Insp.·. — Para adquirir nuevas fuerzas con el descanso, Sapientísimo Maestro.

Sap.·. M.·. — Pues si es así, servíos anunciar, hermanos míos, que voy a proceder a la clausura.

Hecho el anuncio, el Sapientísimo Maestro da ocho golpes iguales, que repiten Tito y Adonhiram.

Sap.·. M.·. — En pie y al orden, hermanos.

Todos lo ejecutan.

Sap.·. M.·. — A la G.·. etc., declaro cerrados los trabajos de este COLEGIO DE INTENDENTES DE FABRICAS.

¡A mí, hermanos!

Signo y batería con las palabras de costumbre.

Sap.·. M.·. — Id en paz, hermanos míos; pero antes jurad guardar silencio acerca de lo ocurrido en la sesión. ¿Lo juráis?

Extienden la mano derecha los presentes y dicen:

Todos—|Lo juro! (Y se retiran en silencio).