GRADO VIGESIMO QUINTO

CABALLERO DE LA SERPIENTE DE BRONCE

DECORACION DE LA CORTE DE SINAI

Vestimenta roja. Por encima del primer trono un transparente con el Zarzal ardiendo, y un triángulo central en el (jue se lee el nombre de Dios en hebreo. A la derecha del Jefe la tienda de Moisés, que se supone precede a las demás, y delante una montaña en forma de cono truncado, de cinco pies de altura, sobre la cual estará el símbolo, o la Serpiente de Bronce enroscada en una Cruz, y alrededor de la base asientos para les Jueces. Al frente, o sea a la izquierda, las sillas del PONTIFICE, nombre del Caballero de la Elocuencia, y la del GRAN CINCELADOR, que es el Canciller.

Los tronos de los Tenientes como en el grado de Rosa Cruz: se llaman PRIMER MINISTRO y SEGUNDO MINIS­TRO.

Los demás miembros son MAGOS SOBERANOS o CENTURIONES DE LA SERPIENTE DE BRONCE.

El Tres Veces Poderoso Oran Maestre representa a Moisés: el Primer Ministro a Finces, hijo de Eleazar, y el segundo a Josué.

El Aspirante se llama VIAJERO. Se tendrán cadenas preparadas para los candidatos en el atrio, y coronas de en­cina para todos ellos en el primer trono, con una urna de votaciones, la espada, las Constituciones Concejiles y los Reglamentos.

La única luz que habrá en la Cámara será la del transparente que hay en el solio.

La insignia es un collarín rojo, en el que se lee VIRTUD y VALOR, y sostiene la alhaja, que os una Serpiente en es­piral alrededor de una cruz o de una varilla que acaba en T.

PRELIMINARES DE LA APERTURA

Da un golpe con el pomo de su espada y dice el

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡Hermanos! Mi intención es proceder a la apertura de la CORTE DE SINAI, y os doy gracias por haber acudido a mi llamamiento.

La crítica situación en que nos hallamos, con un pueblo combatido de males de naturaleza diferente, me obliga a con­vocaros en este Tribunal, para que después de discutir asunto tan grave, providenciemos las medidas que vuestro juicio tenga por más útiles y hacederas.

¿Cuál es vuestro deber en este caso, mi Primer Ministro?

Pr.·. Min.·.—Cerciorarme de que estamos exteriormente cubiertos, Poderosísimo Moisés.

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡Servíos cumplir con él, carísimo Hermano !

Pr.·. Min.·.—Ordenad se cubra la Corto de Sinaí exteriormente, Hermano Segundo Ministro.

Seg.·. Mili.·.—Capitán de Guardias, haced que se nos cu­bra exteriormente!

Lo ejecuta en forma y dice a su vuelta:

Cap.·. de G. .—¡Ningún profano puede vernos ni oírnos, Hermano Segundo Ministro!

Seg.·. Min.·.—¡Estamos exteriormente cubiertos, Herma­no Primer Ministro!

Pr.·. Min.·.—¡ Podemos proceder, Poderosísimo Gran Maes­tro!

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡Gracias, hermano! ¿Cuál es vuestro deber ahora, hermano Josué?

Seg.·. Min.·.—Asegurarme con Finces de que todos somos Magos Soberanos.

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡Hacedlo así, Primero y Segundo Ministros!

Se levantan, piden a todos las PALABRAS, y vuel­tos a las sillas, da un golpe con su espada y dice el

Seg.·. Min.·.—¡Todos los de mi Campamento son Magos Soberanos, Hermano Primer Ministro!

Pr.·. Min.·.¡Y los del mío, Poderosísimo Gran Maestro!

Da un golpe con su espada y dice el

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡Pongámonos nuestras insignias!

Todos lo ejecutan. Luego da un golpe y procede a la

APERTURA

Pod.·. Gr.·. M.·.—Hermanos, cuando Jehová me ordenó constituir la Jerarquía, destiné a los Levitas a la custodia de la Ley, y a los Príncipes a la Administración de Justicia. Pero las tribus se quejan del rigor de las leyes contra la ido latría, y de la tiranía de los encargados de su cumplimiento; dicen que cuando la sospecha comienza, el castigo se prepara; que jamás en Egipto les persiguieron por adorar al Dios que más les agradaba, y que la nueva Religión acarrea los desas­tres que nos afligen. Y como desgraciadamente los padeci­mientos físicos, inevitable consecuencia de los trabajos de la peregrinación y falta de comodidades, nos agobian y se hacen más destructores con el sufrimiento moral, heridas muy li­geras, el menor rasguño causado por los reptiles del desierto traen la gangrena y la muerte, el pueblo grita que es la venganza de sus olvidados Dioses, por lo cual está próximo a desbandarse. Para detenerle e impedir una sublevación, pien­so establecer un Tribunal de indagación, que inquiera las causas de los males de mi Pueblo y nos ayude a destruirlos. Tribunal que le dará intervención en el gobierno, y hará cesar sus quejas contra la tiranía; pues intento sacarlo por suerte entre los Centuriones elegidos por las tribus según mi orden, y este Tribunal oirá desde hoy las acusaciones y decidirá si hay evidencia o simple sospecha contra alguno, entregándolo al Juez competente en el primer caso y dejándolo tranquilo en el segundo. Además, he levantado en la altura aquella Cruz con la Serpiente, símbolo de Esculapio, para que los mordi­do por el áspid que pulula en las montañas acudan a mi tienda donde yo los curaré con los remedios que aprendí de los discípulos de aquel “Mago Soberano” y célebre Maestro, después de aplacar la cólera Divina, justamente irritada, por­que en la horrible hambre que nos afligió al llegar al pie del Sinaí, los infelices lloraban sus cadenas, y al atacarlos la peste maldecían en su desesperación de la Libertad y del Eterno. ¿Qué decís a esto, Sumo Sacerdote Finces?

Seg.·. Min.·.—Que Dios os inspira, Poderosísimo Moisés.

Pod.·. Gr.·. M.·.—¿Y vuestra opinión. Prudentísimo Josué?

Seg.·. Min.·.—Que él ha hablado por vuestra boca.

Pod.·. Gr.·. M.·.—Si tal es vuestro sentir, ¡sacad a la suerte, mi Gran Cincelador, un Centurión por tribu! Estos cuidarán de la Higiene y la Policía generales, y para conciliar el derecho a la Seguridad que tiene cada persona con el de la Asociación, decidirán en las acusaciones si hay o no lugar en el procedimiento!

El Gran Cincelador saca de la urna doce nombres de los presentes, a quienes el Gran Introductor sen­tará al pie de la montaña. Luego da un golpe con su espada y dice el

Pod.·. Gr.·. M.·.—¿Qué hora es, mi Primer Ministro?

Pr.·. Min.·.—La una del día.

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡Pues esa será la de comenzar sus tra­bajos los Centuriones de la Serpiente de Bronce o los Magos Soberanos de la Corte de Sinaí!

Da siete golpes por dos y cinco con su espada, y dice:

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡En pie y al orden, hermanos!

Todos lo ejecutan.

Pod.·. Gr.·. M.·.—A la G.·., etc., declaro abiertos los trabajos de la Séptima Cámara Filosófica del Consejo Kadosch…

¡A mí, hermanos!

Se hacen los signos de los siete grados concejiles, y al último se da la batería con las Palabras de Pase y Sagrada,

Pod.·. Gr.·. M.·.—¡Sentaos, hermanos!

Lo hacen, y en seguida se anuncia, lee y sanciona el balaustre de la sesión anterior, se proponen y se vota por los candidatos, se despachan los negocios de familia, se recibe a los Visitadores, se les con­sulta acerca de los graduandos, y si no hay oposi­ción, se envía al Gran Introductor para que los pre­pare. Este sale, los despoja de todas las armas que lleven y los carga de cadenas.

INICIACIÓN DE LOS CANDIDATOS

Los miembros que los conducen gritan: “¡Mueran estos viajeros egipcios!” y entran de repente en la Corte de Sinaí. Moisés da un golpe con el puño de su espada y dice:

Pod.·. Gr.·. M.·.—¿Qué alboroto es ese, hermanos? ¿Por qué interrumpís de improviso nuestras deliberaciones? ¿Por ventura el amorreo que os acuchilló desde Péir hasta Horma, porque desobedecisteis los mandatos del Eterno, os persigue en Cadesbarne, donde nos creíamos seguros?

Gr.·. Intr.·.—¡Poderosísimo  Moisés! Son peregrinos que anoche nos pidieron hospitalidad, y que desde el amanecer recorren nuestras tiendas y nos abruman preguntándonos acerca de nuestro género de vida, nuestras leyes y procedi­mientos judiciales; el pueblo los toma por espías, y te los trae para que mandes ejecutarlos, pues ha descubierto que son egipcios y cree que han venido para volvernos a la esclavitud de que nos sacaste.

Pod.·. Gr.·. M.·.—Dios me ha mandado por boca de Jethró, que sea para el pueblo en las cosas que pertenecen a Dios, y le manifieste la obra que debe hacer, y le provea de hombres de valor y temerosos de Dios, en quienes halle la verdad, los cuales le juzguen en todo tiempo y me den razón de lo que fuere de mayor asunto. Así no puedo asumir la responsabilidad del juicio que pedís. He constituido los Le­vitas, los Príncipes del Tabernáculo, los Tribunos, los Centuriones y los Caporales de cincuenta y de diez hombres, los que poseen diversas facultades en relación con sus destinos. ¡Ahí tenéis los sacados por la suerte entre las doce tribus! (Señala los que están sentados al pie de la montaña). Ellos decidirán si hay o no lugar a proceder y se enviarán los prisioneros al juez competente en el primer caso, o se les dejará libres en el segundo, pues serán desde hoy los que cuiden de la Higiene y Policía generales y recuerden a cada uno el cumplimiento de sus deberes!

Candidatos.—¡Honra y Gloria al Gran Legislador, que ha resuelto el problema cuya solución buscamos en nuestros viajes!

Pod.·. Gr.·. M.·.—¿Qué es lo que dicen esos viajeros, Gran Introductor?

Gr.·. Intr.·.—Son Príncipes del Tabernáculo, Gran Moi­sés, iniciados en Egipto, y querían hallar una cúpula digna del edificio que se basa en el derecho de ser juzgados por iguales.

Pod.·. Gr.·. M.·.—Todo lo comprendo, Hermanos, y por esa razón preguntabais acerca de nuestros procedimientos administrativos y judiciales.—¡Digan los Centuriones de la Serpiente de Bronce si debe procederse contra los acusados!

El que hace de Presidente hablará un instante en voz baja con los otros jueces, y luego dice:

Presidente.—¡ Que nos den los signos del Gran Pontífice, Tribuno, Patriarca Noaquita, Príncipe del Líbano, Jefe y Príncipe del Nuevo Tabernáculo!

Los graduandos hacen los signos sucesivamente; el que preside consulta otra vez a sus compañeros y dice:

Presidente.—¡ Absueltos!

Les quitan las cadenas y los sientan entre los Campamentos.

Pod.·. Gr.·. M.·.—Buscáis, hermanos en vuestros viajes la manera de conciliar la seguridad del individuo con la de la Asociación, de modo que ésta castigue al verdadero criminal y aquél no sufra por sospechas, y aún menos que el ánimo prevenido en su contra por el primer Juez que le persigue, le condene engañado por las apariencias, y venís a la Corte de Sinaí para ilustraros.

¡Alzad la vista y mirad!

Sobre un cono truncado se ostenta el TAU en que se enrosca elmítico reptil de los Grandes Misterios que nos vienen de la India.—Allí la cruz, imagen del Ecuador cortado perpendicularmente por el coluro de los equinoccios o de los solsticios, es el Símbolo de la Fuerza, y la Serpiente el de la sabiduría. La última investiga, penetra y define las causas del mal; la otra lo extirpa; aquélla preside al Gobierno y es la fuente de la salud, el orden, la vigilancia y la concordia, por lo que la llevan Esculapio, Cibeles, Minerva, Hércules. Ogrius, Dios de los Celtas, y Thoth o Mercurio, guardián y guía de las almas. Recordaréis que los egipcios, vuestros her­manos y mis maestros, representan en la Serpiente celeste esa constelación que brilla en medio del Firmamento y que se inclina más al Norte que al Sur, a la Divinidad que protege al mundo; y como en todos los monumentos de las antiguas naciones, la esculpen en sus Templos en ambos lados de un Globo, suponiendo los ignorantes que es el Dios que los go­bierna, y los sabios que es el instrumento de que se vale para dotarla de la fuerza centrífuga que la aleja de los rayos devoradores del Sol, por lo que sube al meridiano a fines de Julio, predominando al concluir el Otoño, cuando Virgo, según veréis en la esfera caldea, le cruza con su sombra la cabeza. Esta lucha entre la Luz y las Tinieblas, el calor y el frío, se ha personificado en PYTHON, anagrama de TYPHON, y en Apolo como sabéis por los grados simbólicos y capitulares. Aquél le mata, y luego sucumbe a éste, que renace con todo su vigor al llegar la Primavera. Ese Typhon, derivado de Tupul (males, daños), árbol que produce manzanas, es como EVA, equivalente de vida o serpiente, porque la forma circular que esta toma a menudo es la alegoría del Universo o de la vida que la fecunda. En los misterios de Isis y de Osiris la ser­piente es el mito del genio del mal o de la astucia, como cuan­do supone la Mitología que bajo su figura se unió Plutón a Proserpina, por lo que aquella raptora deidad la tiene por emblema. Los persas, que creen que el calórico es el alma del Universo y que la nuestra es hija suya, dicen que el Serpen­tario es el agente de Ahriman, Dios de las Tinieblas, y que después de la muerte le hace pasar por todas las transiciones de la otra, por lo que feliz bajo los primeros signos del Zo­díaco, — Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo—, que presidían los genios del Bien creado por Ormuzd, dios de la Luz, comienza a sufrir al pasar por Libra, porque ésta, como Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis, es regida por los genios del Mal, hechura del dios de las Tinieblas, y desde que está en Libra la Serpiente la arrastra hasta sumergirla en el imperio tenebroso.

Hace más de tres mil años que el anatómico del Templo de Isis, el botánico de Delfos, el terapéutico de Menfis y el director de las ilustraciones en Samotracia, dieron por emble­ma la Serpiente a su gran maestro Esculapio. Hoy los que enseñan las Ciencias y las Artes, las reglas de Policía e Hi­giene públicas y trabajan los misterios cabirios y eleusinios, inician en ellos a los filósofos, bastante adelantados para comprender los medios de curar los males y de morigerar las costumbres, porque esos sabios eminentes son médicos, sacer dotes, guerreros y legisladores.

Los reyes pastores o HIKSOS, aquella raza que de la ciudad de Risen en el Tigris emigró al Egipto antes de pasar a la Umbría con el nombre de Etruscos, la tomaron por insignia sacándola de la forma del arado, y la pusieron en la cruz al levantar el primero de sus pendones, constituyendo después la bandera real de los Faraones, ese basilisco sagrado en forma de rosca y con la cabeza erguida. Profeso la ciencia, que aprendí entre sus Hierofantes, y al establecer este grado en mi pueblo, le doy el símbolo con que le caracterizaron sus fundadores, porque la SERPIENTE lo es de la prudencia, y enroscada con el TAU indica la memoria de lo pasado, la in­teligencia de lo presente y la providencia de lo futuro, para que la Razón impere en los cuatro puntos cardinales de la Tierra en que habitamos. No la he extendido en todo su largo, porque sería alegórica de la Sabiduría divina que no nos-es posible alcanzar; ni le he dado la forma de un círculo, porque entonces figuraría la Eternidad; por último, como mi pueblo la adoró un tiempo a imitación de los egipcios, que hereda­ron de la India esa idolatría, he colocado en el solio la única luz que alumbra nuestra Corte, y he inscrito en el Delta, que fulgura en la Zarza ardiente, el nombre del verdadero Dios, para que comprenda que ni la ciencia de Esculapio, ni la prudencia humana, ni los cuatro elementos marcados por la cruz le servirán de nada sin la protección divina del Soberano ár­bitro de la Tierra y de los Cielos.

No deben sorprenderos estas imágenes, porque toda idea requiere la ayuda de los sentidos para comunicarse, y los símbolos religiosos o científicos constituyen el ropaje eterno de lo que siente el corazón o percibe el entendimiento. Pero vendrá el día en que el mundo reclame para seguir la Verdad razones demostrativas, no mitos ni alegorías; entonces estaremos en la “Jerusalem Celeste” y para conseguir la pose­sión de ese Eldorado, procedamos al

INTERROGATORIO

¿Creéis, hermano.., que debe haber un grado para cele­brar la Higiene, la Medicina o la conmemoración de un hecho histórico?

Si no responde bien, se le explicará la

Respuesta.—Eso sería más que ridículo, pues aunque los preceptos de la Higiene y de la Moral sean manantiales de salud y de bienandanza, están vulgarizados en todos los paí­ses, cuyas religiones, después de formular el rito, corroboran con aquellos el beneficio de las leyes; y la Masonería, que es el resumen de los conocimientos humanos, que eleva al hombre a la ciencia de sus deberes y derechos y le enseña la manera de hacerlos efectivos, nada tiene que ver con la historia parti­cular de ningún arte o ciencia, ni con los acontecimientos de una u otra nación, bien que para ilustrar los principios que proclama los apoye con ejemplos tomados donde mejor con­venga.

Pod.·. Gr.·. M.·.—Decís bien, Hermano; y las Grandes Constituciones de 1786 no hubieran devuelto al Rito esta sép­tima Cámara Filosófica para enaltecer la Higiene y la Medi­cina, o recordar el pasaje de la Biblia en que se dice que Dios mandó al Jefe que represento levantar una Serpiente cuya vista curaba a los mordidos por el áspid (Números, capítulo 21, versículo 9), y que Ezequías, rey de Judá (Reyes, capítulo 18, versículo 4), hizo destrozar, llamándola en su indignación materia vil o cobre viejo que no sirve sino para fundirlo, o la protección de Saladino a los trescientos iniciados por Juan Ralp, que levantaron un hospicio en el monte Sinaí después de la conquista de Jerusalem por los Cruzados, para asistir enfermos y escoltar peregrinos a los confines de la Palestina.

Moisés, que quería garantizar la salud pública y hacer que los empleados cumplieran sus deberes y acallar los clamores del pueblo, próximo a sublevarse por la tiranía originada por el exceso de sus facultades y la tendencia natural a creer cul­pable al que se acusa, instituyó el tribunal de los CENTURIO: NES DE LA SERPIENTE DE BRONCE, mejorando el de los Magos, que se limitaban al estudio de la Higiene y Policía generales.—El fue quien lo hizo eminentemente político, y por eso se conserva su nombre y el del lugar es que lo fundó en las palabras que le caracterizan. Las cadenas que os abruma­ban al principiar la iniciación, y se os quitaron por orden de los que designaba la suerte entre las tribus, hecho que meta­fóricamente llaman los viejos rituales “aplicar la acción co­rrosiva del euforbio para destruir el hierro”, expresiones que significan EL EMPLEO DE LOS MEDIOS LEGALES. E IRRESISTIBLES PARA CORTAR LOS ABUSOS; la lectura del juramento y estas coranas druídicas (señala a las que están en su trono), simbólicas del gobierno ENTRE IGUALES donde todos son Soberanos, bastaban para convencer al más recalcitrante de que el fin del grado es asegurar la Libertad y garantir la Persona y la Asociación, haciendo responsable del Bien público y privado a cada ciudadano, y que si no lo consiguió el legislador hebreo, fue por la imperfección de su sistema político-religioso y la ignorancia, y ambición de sus sucesores. Algunos críticos, partiendo de una tradición que debió venir de Esculapio, célebre médico de Egipto que vivió 5,090 años antes de nuestra era, que atribuyeron a Moisés, dicen que veía con dolor morir a los atacados de la peste, hasta que un día, orando en el monte Sinaí, divisó una ser­piente moribunda, a la que se le acercó otra, y haciéndola girar como una masa inerte, le frotó todo el cuerpo contra una yerba hasta que la volvió a la vida ; que tomó a la planta, la aplicó a las úlceras de los enfermos, le dio a beber su decoc­ción y todos curaron.—Y para celebrar el descubrimiento hizo una serpiente colosal de bronce y la colocó en un astil. Con esta fábula procuran dar razón del hecho tan notable, in­comprensible al vulgo, consignado en la Biblia, de la cons­trucción de la Serpiente de Bronce, uno de los ídolos de los judíos y egipcios, dispuesta por aquel legislador que castigaba de muerte al que volviera a adorarlos. Los críticos no estaban iniciados, y como algunos de los que redactaron aquella obra pertenecían a nuestra Institución, hay multitud de pasajes en ella que sólo los muy versados en los misterios pueden comprender y explicar satisfactoriamente.

Os lie dicho que Moisés, que poseía el grado de MAGO SOBERANO, que viene de Hermes Anubis o el Mercurio egipcíaco, más conocido por Trismegisto y tres Veces Grande, como Filósofo, Político y Sacerdote, rey de Tebas y de la fa­milia de los Coribantes; que trajo de los países meridionales del Asia los restos de las Ciencias y las Artes de un antiguo mundo, y dio su nombre a la filosofía hermética, y estableció el Colegio de los Magos, origen de la Masonería egipciaca, y le hizo depositario de los conocimientos sublimes escritos en caracteres sagrados de los que eran únicos intérpretes, lo perfeccionó al darle el nombre de CENTURION DE LA SERPIENTE DE BRONCE; mas desgraciadamente el pen­samiento que presidía a la reforma se adulteró por la ambi­ción de los iniciados que subieron al poder, conservándolo los desposeídos, y los gildenses, que lo conocían, hicieron que la ley que en él se proclama fuera consolidada por Alfredo el Grande en el GRAN JURADO con todas las mejoras que el transcurso de los siglos iba advirtiendo.

Ya no os sorprenderá, hermanos, la extraña manera de comenzar el interrogatorio, pues era preciso desvanecer las dudas acerca del verdadero secreto de este grado. Si leéis los autores más versados en el Escocismo, no os quedará ninguna de que en él se encierra uno importantísimo que no les fue posible descubrir, porque no se elevaban a la esencia de la Institución, y buscaban su sentido en erradas conjeturas. Así, aunque comprendían en sus profundas investigaciones que el fin de él no era histórico, moral ni científico, se perdían, como en casi todos los intermedios, en vanas especulaciones, siendo los más sublimes los peor interpretados. Por eso no se trabajan generalmente, sino que se comunican, excusándose los Capítulos de Rosa-Cruz y Consejos de Kadosch con los gas­tos de las decoraciones y del ropaje, porque para ellos el mé­rito está en el atavío, esto es, en lo más insignificante, y el secreto es un, signo, un toque y palabras impropias.

La amalgama de judaísmo y cristianismo de un viejo ritual que trae las de Moisés e Inri como las de este grado, y un doble cautiverio de Israelitas en tiempos de aquél y de Caballeros Cruzados en los de Salomón, les desorientó com­pletamente, y hasta Vassal, ofuscado por la misma erudición que dirigía su crítica tantas veces acertada, se extravió como los demás, bien que al terminar exclamó, herido por un rayo de verdad que atravesaba las tinieblas en que se perdía: “Este grado es eminentemente político”; ni él ni ninguno ha estudiado el Rito por la síntesis, sino por el análisis, y esto mo­tivó sus errores. Nosotros, desde el instante en que nos ini­ciamos y leímos las tres preguntas: “¿Qué debe el hombre a Dios, así mismo y a sus semejantes?”, comprendimos que el objeto de la Masonería era el de nuestras aspiraciones: la EDUCACION DEL PUEBLO; y como al oír las respuestas que dimos a los que nos iniciaron nos declararon 33° grado y nos entregaron todas las Liturgias y más selectos trabajos, comprendimos a la primera ojeada que cada grado tenia que resumir parte de los estudios de la ciencia social de un modo tan perfecto, que aislados, cada uno debía dar un resumen de la materia que quería profundizar, y reunidos, el mejor sis­tema de enseñanza. Con esta idea acometimos la redacción de estas Liturgias, y lo más incomprensible a nuestros predece­sores lo hallamos palpitante y claro en los símbolos, jura­mentos y peripecias de las iniciaciones. El que las lee después de estudiar las otras o viceversa, tendrá que confesar que la Masonería verdadera es la que explicamos, o que no hay Ma­sonería, sino causas ridículas para embaucar a los tontos. Pe­ro ya está hallado el secreto, y como la mala fe y el oscuran­tismo, que se han unido en incestuoso matrimonio para calumniarnos, tienen que sucumbir ante la Virtud y la Verdad, nosotros marchamos con paso firme por el camino del Progreso, lanzando una mirada compasiva al rezagado, y de desprecio a los infames. Continuemos ahora el interrogatorio.

¿Qué decís del GRAN JURADO, hermano…?

Respuesta.—Que fue el último toque de la institución del JURADO, y se lo dio mano maestra. No bastaba salvar al inocente; urgía evitarle los terrores del juicio, las angustias de la duda que abren un camino sin límites a los extravíos del dolor, o las crueles transiciones de la esperanza, si una acusación malévola o el azar de actos sin premeditación le arrastraban a aquel potro de tormentos. No bastaba que la Aso­ciación asumiera el soberano derecho que le corresponde de administrar justicia; sino que velara y dirigiera su política en todos los ramos. No bastaba que nombrase los empleados para los destinos; debía también residenciarlos y estar pronta a oír y juzgar las quejas de los que en cualquier tiempo se hallasen ofendidos.

Pod.·. Gr.·. M.·. — Así es, Hermano, y todo aplauso viene corto a esa institución. EL GRAN JURADO levanta una ba­rrera contra el ilegítimo influjo de los jueces de derecho en los Jurados Comunes, porque aprueba y determina la acusación en todo proceso criminal. El tiempo ha hecho su poder casi ilimitado en Inglaterra y en Norte América, y nada se escapa a su intervención: debe recordar a cada uno el cono cimiento de su deber, o pedir que se le juzgue si no lo hace dignamente, porque es competente para decidir acerca de ti dos los abusos de las autoridades, de la mala inversión y desfalco de los fondos públicos, de las cosas que ofenden a las buenas costumbres, con especialidad las casas de juego y de prostitución, de los nocivos a la salubridad, de los puentes defectuosos, de edificios en ruina o que la amenacen, anima les perjudiciales o feroces, crueldad hacia los que se destinan al consumo y para con los domésticos, fuegos artificiales, candeladas, lugares para el tiro de armas de fuego, malos ca­minos, canales, vados, embarazos o avenidas de ríos, ciénagas, mataderos, cementerios, desmontes, levantamiento de nuevas poblaciones, y cuanto interese al bien de la comunidad y no haya decidido la ley, incluso los hospitales, asistencia y tratamiento de presos, penitenciarías y de los aprendices de ta­lleres; siendo además, cuando se acuse a cualquiera de un crimen o delito, juez del hecho y de la intención. Sus miem­bros son árbitros entre el acusado y el acusador, resguardan al inocente de un pleito ignominioso, y con sus poderes uni­versales los ponen al abrigo de la enemistad de sus jueces. Es un tribunal de inspección que decide la validez de las dis­posiciones primitivas, como el Jurado Común juzga la va­lidez de la acusación, no declara bien fundada una queja si no está plenamente convencido de todas las causas, pues ha de admitir el hecho en su totalidad y no una parte sola, juz­gando primero al culpable y luego al cómplice. Oye y examina la sumaria, interroga en secreto a los testigos, cada juez apunta lo que cree más importante, y luego, si le parece, al acusado y al magistrado, pudiendo consultar reservadamente por una diputación de su seno a otro perito de su confianza. Se guardará el secreto más inviolable, sin que ninguna per­sona asista ni oiga la discusión de su veredicto, destruyén­dose las notas antes de abrir la sala. El Presidente limitará el juicio a una sola expresión, firmada por él y el que sirva de Secretario: “ABSUELTO” o “PROCEDASE”, sobreseyéndo­se con aquélla y enjuiciándose con ésta.

¿Cómo se constituye un GRAN JURADO, Hermano…?

Respuesta.—Escogiendo de las listas de los elegidos pa­ra formar los Jurados Comunes, los que tengan capital sufi­ciente para vivir con independencia de su trabajo personal, y echados sus nombres en una jarra al comenzar el año, los pri­meros cuarenta y ocho que se extraigan formarán el que ha de existir en aquel período, quedando eximidos de pertenecer a los Comunes durante el bienio. Si no bastare este tribunal para el servicio se constituirán de igual modo y con la misma excepción los que otros magistrados pidan en sus causas bas­tando para ello treinta y seis; bien entendido que las acusa­ciones contra los agentes del poder y la policía se harán ante el primero. En todos los casos se requiere la asistencia de veintitrés a lo menos para que haya votación, aunque puedan comenzar las sesiones con doce; y como siempre decidirá por mayoría y se necesitan veintitrés para que el veredicto sea válido, jamás podrá ser condenado un hombre sin que vein­ticuatro ciudadanos de honor le juzguen criminal según su conciencia, a saber: doce en el GRAN JURADO para la acu­sación, y doce en el JURADO COMUN para la prueba defi­nitiva. El de más edad hará de Presidente, y el más joven de Secretario. El Gran Jurado de acusación se reunirá cuando por el mérito de la sumaria que cualquier juez levante, decida el magistrado que ha lugar a proceder, o a falta de juriscon­sulto lo determine el juez lego con los vecinos más próximos, que llamará de acompañantes. En ambas circunstancias se participará el hecho al ministro o autoridad encargada de convocarle.

Pod.·. Gr.·. M.·.—Esa es, hermanos, la sublime institución que se proclama en este grado. Con la del anterior sí consigue que reine la justicia en las leyes y se limita la am­bición del gobierno. Con ellas adquiere el hombre la independencia de carácter que constituye una dignidad, pues ninguno depende de otro, y si se teme ofender a la Asociación porque cada miembro de ella puede ser su juez, no teme a ninguna autoridad, en razón de que a nadie podría ultrajar ni vejar impunemente. Se aprende a subordinar las accione a la Ley, y a sustituir a la Fuerza “la Justicia. Compárese esta institución, que eleva a todos los ciudadanos al carácter de jueces y los ejercita en la práctica del deber y del derecho, y en el uso más eficaz y prudente de la soberanía, que los hace mutuos fiadores de su salud y seguridad y les enseña a ser completamente libres, con la del OSTRACISMO de los ate­nienses, que violaba la ley eterna de la justicia por el temor a la tiranía, con la de los EFOROS de los lacedemonios y las de los TRIBUNOS de los romanos, cuyas sombras revivieron los AVOGADORES de las repúblicas italianas, y veremos que, apoyos monstruosos o incompletos de la Libertad, esas salva­guardias ilusorias de los derechos del pueblo, sólo servían para excitar la suspicacia de los aristócratas y hacerlos más precavidos para que la envidia expulsara a un Arístides, el gobierno dependiese de la voluntad de cinco hombres en Esparta, o en Roma se desterrase a un Camilo, aunque la ley de las doce tablas prohibiera expresamente las proscripciones sin la instrucción formal del proceso contra un ciudadano; o que un Mario la desolara, y no para crear aquel espíritu pú­blico y arraigar aquella Educación que nos hace preferir la muerte a envilecernos o esclavizarnos. ¿En qué han parado las últimas repúblicas francesa e italiana? Aquella en olvidos, ésta en humos. ¿Y cuál es la situación de las de la Amé­rica antes española? Tiranía e ignorancia. Ni han conocido el HABEAS CORPUS, ni el JURADO COMUN, ni el GRAN JURADO. Sin estas leyes y la del DERECHO ROMANO, la Libertad dé los pueblos es mentida o se halla a merced de los gobernantes, y  desgraciado aquel cuyo bienestar depende de uno o de pocos individuos! Si cumplen su deber, desaparece­rán con ellos las garantías que generosamente le otorgaban, y acostumbrándose éste a deber su tranquilidad a determina­da persona, deja de ser una nación para convertirse en un rebaño. Si no lo cumplen, esto es, si esclavizan al Pueblo con el manto de la protección, serán los Césares y los Napoleones de la pasada y moderna historia. Educad, pues, a todos los hombres, acostumbradlos a que mediten, juzguen y apliquen las leyes que los gobiernan, y así únicamente fundaréis la ver­dadera Libertad en las naciones. Una constitución política que prescribe la forma de gobierno y proclama principios exactos, sin afianzar los derechos con leyes fundamentales que garantizan al pueblo su Soberanía, y a cada uno y en todos casos su Educación, Seguridad, Libertad, Vida y Pro­piedades, es la obra de la inexperiencia o de la más refinada astucia.

Acabado el interrogatorio, da un golpe y dice el

Pod.·. Gr.·. M.·.—Primero y Segundo Ministros de esta Corte de Sinaí. ¿Creéis a los candidatos dignos del grado?

Si responden afirmativamente, dirá el

Pod.·. Gr.·. M.·.—Y vosotros. Magos Soberanos, ¿qué de­cís?

Si hacen el signo de adhesión o responden que sí, dice el

Pod.·. Gr.·. M.·.——Si tal es vuestro parecer, ¡servíos acom­pañarme al acto solemne del Juramento y la colocación del grado!

Todos se levantan y arreglan como de costumbre.

Pod.·. Gr.·. M.·.—— ¡Repetid conmigo!

JURAMENTO

Yo……., bajo palabra de honor, juro y prometo inculcar y propagar los principios de la CORTE DE SINAI, no revelan­do jamás dónde los aprendí; juro sacrificar me por el Bien público, por la defensa de mi Patria y de sus garantías, y sean las que fueren sus injusticias hacia mí, juro no moverle guerra, y quiero que se me tenga por un hombre sin honor, y se me expulse de la Orden si me armo en su contra o me opongo a sus extravíos más que con la razón, porque la ver­dad es cierna y el engaño transitorio.

Alza su espada sobre la cabeza de los graduan­dos, y dice el

Pod.·. Gr.·. M.·.——A la O. etc., os creo, nombro y cons­tituyo CENTURION DE LA SERPIENTE DE BRONCE, o MAGO SOBERANO y miembro… de esta Corte de Sinaí. Séptima Cámara Filosófica del Consejo de Kadosh…….N°……a vos…….

Le da con la espada siete golpes por dos y cinco sobre el hombro. Luego toma una de las coronas, se la ciñe y dice:

Pod.·. Gr.·. M.·.—Esta corona de encina con la que ciño vuestras sienes, es el distintivo de los MAGOS SOBERANOS, hombres de buen Consejo. De ellos la tomaron los sacerdotes, Druidas, así como la creencia en un Dios único y la de la inmortalidad del alma. Aunque toleran los ídolos, no los veneran; y no levantan Templos porque a todo edificio, como obra humana, lo juzgan pequeño para la Divinidad. Cuando invocan para la guerra a Teutates, nombre que dan a Dios, alzan un dardo para figurar al Señor del rayo; y si le piden “Consejo”, se reúnen bajo el árbol secular del que se formó esa corona, y (pie por su longevidad simboliza la Sabiduría del Poder Creador. Llevan esa corona para indicar que Dios los inspira; yo le pido que ilumine vuestros pensamientos y dirija vuestras acciones y palabras.

¡Sentaos, hermanos!

Todos lo efectúan, menos los neófitos y el Gran Introductor,

 Pod.·. Gr.·. M.·.—Los medios de reconocerse en este gra­do son :

SIGNO.—Bajar la cabeza y señalar con el índice derecho un objeto en tierra, como si viese al reptil que da nombre al grado.

TOQUE.—Estando a la derecha del Hermano, cogerle el puño izquierdo, y éste Je abraza el puño derecho con su mano izquierda para manifestar la “mutua seguridad” que se pres­tan el individuo y la Asociación.

PALABRA DE PASE…

PALABRA SAGRADA…

BATERIA—Siete golpes por dos y cinco.

EDAD—Setenta años, por ser el número de los Ancianos que eligió Moisés, por orden de Dios, para ayudarle en el gobierno.[2]

SIMBOLO.-La Serpiente enroscada en la Cruz.

MARCHA. Nueve pasos tortuosos, romo la del reptil, para significar que sólo coto la duda, el trabajo y la perse­verancia se llega a la Sabiduría.

¡Llevadlos a los Ministros para que los examinen. Gran Introductor!

Luego se les proclama, se aplaude la iniciación, se les da asiento en Oriente, el Pontífice pronuncia su balaustre, se dan gracias, se despachan los asun­tos pendientes, se felicita a los Visitadores, se ofre­ce la palabra, se circula la caja de asistencia y se pasa a la

CLAUSURA DE LOS TRABAJOS

Da un golpe con su espada y dice el

Pod.·. Gr.·. M.·.—¿A qué hora cerró Moisés la Corte de Sinaí, mi Primer Ministro?

Pr.·. Min.·.—A las -cuatro de la tarde.

Pod.·. Gr.·. M.·.—Pues si es la hora de cerrar nuestros trabajos, servíos. Primero y Segundo Ministros, pedir a los Magos Soberanos que decoran vuestros Campamentos respec­tivos como yo lo hago a los de Oliente, que se unan a vosotros y a mí para proceder a la clausura!

Pr.·. Min.·.—Hermano Segundo Ministro y Centuriones de la Serpiente de Bronce que decoráis mi Campamento, nues­tro Poderosísimo Gran Maestre os pide que os unáis a él y a nosotros para proceder a la clausura de esta Corte de Sinaí.

Seg.·. Min.·.—Centuriones de la Serpiente de Bronce de mi Campamento, nuestro Poderosísimo (irán Maestre os pide que os unáis a él y a nosotros para cerrar los trabajos!

Anunciado, hermano Primer Ministro.

Da un golpe.

Pr.·. Min.·.— ¡Anunciado, Poderosísimo Oran Maestre!

Da otro.

Este da siete golpes por dos y cinco, y dice el

Pod.·. Gr.·.  M.·.—; En pie y al orden. Centuriones de la Serpiente de Bronce!

Todos lo ejecutan.

Pod.·. Gr.·. M.·.—A la G.·., etc., declaro cerrados los tra­bajos de la COETE DE SINAI del Consejo de Kadosch…, No.. .

¡A mí hermanos!

Se hacen los signos de los Siete grados Concejiles y se da la batería con las palabras

Pod.·. G.·. M.·.—¡Id en paz hermanos; pero antes jurad guardar silencio acerca de lo ocurrido en la sesión. ¿Juráis?

Extienden la mano derecha y dicen:

Todos.—Lo juro.

Y se retiran en silencio.