¡Hola queridos hermanos y hermanas de la Logia! Hoy nos adentramos en un viaje filosófico por el Salmo 8, una joya literaria que nos invita a reflexionar sobre la grandeza del hombre y la gloria de lo divino. Prepárense para embarcarse en un recorrido lleno de enseñanzas masónicas, mientras exploramos el misterio del universo y el propósito del ser humano.
Había una vez un joven masón llamado David, un hombre sabio y virtuoso que encontraba en la contemplación de la naturaleza y el firmamento una fuente inagotable de inspiración. En una noche estrellada, mientras meditaba bajo el cielo infinito, el Salmo 8 brotó de su corazón como un canto de admiración hacia lo divino.
“¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!”, exclamaba David con asombro mientras admiraba las maravillas del universo. La inmensidad del cosmos, las estrellas titilantes y la luna en su esplendor, todo parecía proclamar la magnificencia del Creador.
La contemplación de la grandeza del universo llevó a David a cuestionarse sobre el papel del hombre en esta vasta creación. ¿Qué es el hombre en comparación con las maravillas del cielo? ¿Por qué Dios, el Todopoderoso, tendría interés en la humanidad? Estas preguntas resonaban en su mente, y en el silencio de la noche, buscaba respuestas.
Es entonces cuando David percibió una profunda verdad masónica en el Salmo 8: somos seres dotados de gloria y honra. Dios nos ha otorgado la responsabilidad de cuidar y gobernar sobre su creación, poniendo en nuestras manos la tarea de velar por el equilibrio y la armonía en este mundo.
Cada uno de nosotros es como un ángel caído del cielo, investido con el poder de lo divino y coronado con la gloria de la responsabilidad. Es nuestra tarea manifestar la grandeza de lo sagrado en todas nuestras acciones y decisiones, recordando siempre que somos parte de un plan más elevado.
Así que, queridos hermanos y hermanas, en esta ocasión nos invitamos a reflexionar sobre la grandeza del hombre y la gloria de lo divino. En nuestros rituales y enseñanzas masónicas encontramos la guía para alcanzar una comprensión más profunda de nuestro propósito y responsabilidad como seres humanos.
Abracemos con humildad la grandeza que nos ha sido conferida y recordemos siempre la trascendencia de nuestros actos en el concierto del universo. Pues, como dice el Salmo 8, ¡oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra!
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