La semilla de la masonería prendió en el verano de 1717, cuando un puñado de caballeros londinenses fundó la Gran Logia de Inglaterra. Un espacio de fraternidad por encima de las creencias, donde cristianos, judíos y musulmanes compartían inquietudes y podían contrastar ideas en libertad. En 1723, las conocidas como Constituciones de Anderson establecieron su corpus jurídico. El primer artículo exige la creencia en el Gran Arquitecto del Universo. Sus seguidores heredan el conocimiento simbólico del Arte Real de la Construcción de los albañiles (maçons, en francés) que levantaron las catedrales medievales. Así nació la francmasonería o freemasonery, originaria de los gremios donde los free masons eran albañiles, constructores, pedreros o canteros con libertades o privilegios. El sistema basado en el simbolismo de la construcción aspira a que sus miembros desarrollen la capacidad de aprendizaje, reflexión y diálogo para transmitir a su entorno la misión perfeccionadora que anhelan mediante la construcción del templo simbólico de cada ser humano. El esoterismo, el misterio y el secreto forman su esencia, y los grados marcan el avance en el conocimiento
Hermano Benjamín | https://elpais.com/elpais/2018/06/01/eps/1527868750_381484.html | Septiembre | 2020
La Francmasonería es una fratría iniciática, y como tal, o es un organismo vivo o no es. La Francmasonería se define por su quehacer y cumplirá sus fines y principios no sólo ajustándose a sus coordenadas temporales, sino estando en la vanguardia ética, social y filosófica de cada época, lo que significa que ha de tener un papel de referencia crítica y, al mismo tiempo, de ancla que permita transmitir los valores humanistas y librepensadores que han servido, y creemos que deben continuar sirviendo, para progresar en el conocimiento, elevar la dignidad de las personas y mejorar las condiciones de la existencia humana.
Los indicios de los cambios de los que hoy somos testigos y actores (voluntarios o involuntarios) pudieron atisbarse ya en la década de los setenta del siglo pasado y fueron acelerándose en los noventa al hilo del imparable y globalizador desarrollo de las nuevas e impresionantes tecnologías, de las que internet es el exponente de mayor proyección pública.
Desde hace una generación se han ido acelerando los cambios que hoy ya son visibles en nuestras sociedades y que afectan directamente a nuestras vidas; y dentro de otra generación el mundo será difícilmente reconocible para quienes la mayor parte de su horizonte vital ha transcurrido en la segunda mitad del siglo XX, la época en la que la vieja y ahora decadente Europa logró las mayores cotas de libertad, bienestar y justicia social que se han conocido.
Nuestro tiempo no deja de ofrecer síntomas muy preocupantes de intolerancia, fanatismo y confusión. Se ha extendido y acrecentado la banalización de nuestra cotidianidad, incluyendo la violencia. Es tiempo de miedos, a los que no debemos ceder ni una micra.
Valentín Díaz | Cultura Masónica | Abril | 2011