Trescientos años después de su fundación en una taberna de Londres, la fraternidad universal de los masones sigue envuelta en misterio. Viven entre sombras durante el día. Celebran cónclaves en la noche. Practican rituales medievales en los templos, custodiados por vigilantes que defienden espada en mano la entrada de cualquier profano intruso. Nadie, salvo ellos entre sí, sabe lo que son. Se reconocen mediante gestos. Tienen su propio lenguaje, preñado de simbología. Cuentan con un calendario y con una jurisdicción paralela para dirimir sus cuitas y, llegado el caso, dictar la expulsión. En pleno siglo XXI, la vertiente ortodoxa o “regular”, mayoritaria de la institución y reconocida por las grandes logias internacionales, mantiene entre sus reglas la creencia en un dios creador y la prohibición de admitir mujeres. Unas exigencias obviadas en las heterodoxas “obediencias irregulares”. Todos siguen asociados a cenáculos de poder y conspiraciones. “Soy consciente de la parte oscura que muchos ven en nosotros”, dice Rubén, el aprendiz. “Tendrán que pasar en España un par de generaciones para que desaparezcan los estigmas”.
Hermano Benjamín | https://elpais.com/elpais/2018/06/01/eps/1527868750_381484.html | Septiembre | 2020
La Francmasonería es una fratría iniciática, y como tal, o es un organismo vivo o no es. La Francmasonería se define por su quehacer y cumplirá sus fines y principios no sólo ajustándose a sus coordenadas temporales, sino estando en la vanguardia ética, social y filosófica de cada época, lo que significa que ha de tener un papel de referencia crítica y, al mismo tiempo, de ancla que permita transmitir los valores humanistas y librepensadores que han servido, y creemos que deben continuar sirviendo, para progresar en el conocimiento, elevar la dignidad de las personas y mejorar las condiciones de la existencia humana.
Los indicios de los cambios de los que hoy somos testigos y actores (voluntarios o involuntarios) pudieron atisbarse ya en la década de los setenta del siglo pasado y fueron acelerándose en los noventa al hilo del imparable y globalizador desarrollo de las nuevas e impresionantes tecnologías, de las que internet es el exponente de mayor proyección pública.
Desde hace una generación se han ido acelerando los cambios que hoy ya son visibles en nuestras sociedades y que afectan directamente a nuestras vidas; y dentro de otra generación el mundo será difícilmente reconocible para quienes la mayor parte de su horizonte vital ha transcurrido en la segunda mitad del siglo XX, la época en la que la vieja y ahora decadente Europa logró las mayores cotas de libertad, bienestar y justicia social que se han conocido.
Nuestro tiempo no deja de ofrecer síntomas muy preocupantes de intolerancia, fanatismo y confusión. Se ha extendido y acrecentado la banalización de nuestra cotidianidad, incluyendo la violencia. Es tiempo de miedos, a los que no debemos ceder ni una micra.
Valentín Díaz | Cultura Masónica | Abril | 2011