GRADO VIGESIMO SÉPTIMO

GRAN COMENDADOR DEL TEMPLO

DECORACION DEL TRIBUNAL SUPREMO

De forma circular y vestimenta roja, sostenida por do­ce columnas negras, de las que sale un brazo que alumbra los letreros blancos que habrá en ellas; son, comenzando por la derecha de la entrada:

1a Soberanía del Pueblo.

2a Libertad del Trabajo.

3a Contribución directa.

4a Libertad religiosa.

5a Libertad de la Persona.

6a Soberanía de las Naciones.

7a  Derecho de Reunión.

8a Libertad de Imprenta.

9a Libre Cambio.

10a Habeas Corpus.

11a Juicio por Jurados

12a Igualdad Social.

En el centro, una gran mesa redonda con tapete rojo, con a Constituciones Concejiles o la Dispensa, los Estatutos y Reglamentos, así como las espadas de los Dignatarios.

El primero que se llama PODEROSISIMO GRAN COMENDADOR, tendrá su trono en el Oriente y bajo un dosel rojo con lágrimas, y arriba el símbolo del grado que se ha descrito en el encabezamiento.

Los demás agregan a los nombres el título del grado.

La insignia es un collarín blanco de orilla roja que sos tiene la alhaja o el símbolo.

PRELIMINARES DE LA APERTURA

Todos se sientan alrededor de la Mesa redonda, en la cual da un golpe con la espada y dice el

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Mi intención, hermanos, es abrir el TRIBUNAL SUPREMO, y os doy gracias por vuestra asis­tencia.

¿Cuál es vuestro deber, Gran Comendador Primer Teniente ?

Pr.·. Ten.·.—Asegurarme de que estamos exteriormente cu­biertos.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Servíos hacerlo, dignísimo hermano!

Pr.·. Ten.·.—Ordenad que se cubra el Tribunal Supremo. Gran Comendador Segundo Teniente.

Seg.·. Ten.·.—¡Ved si alguien nos espía o puede sorpren­der nuestros secretos, Gran Comendador Capitán de Guardias!

Se levanta, dispone lo necesario para la seguri­dad, vuelve y dice

Cap.·. de G.·.—El Tribunal Supremo está libre de espio­naje, Gran Comendador Segundo Teniente.

Seg.·. Ten.·.—¡Podemos proceder, Gran Comendador Primer Teniente!

Pr.·. Ten.·.—¡Estamos exteriormente cubiertos, Podero­sísimo Gran Comendador!

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Y también interiormente, hermanos Primero y Segundos Tenientes?

Si tienen dudas, lo manifiestan y se hará recono­cer al desconocido. En el caso contrario, responde­rán afirmativamente.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Pongámonos nuestras insignias, her­manos!

Se las ponen. Luego da un golpe con su espada y se procede a la

APERTURA DE LA CAMARA

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Para qué nos reunimos, Gran Co­mendador Primer Teniente ?

Pr.·. Ten.·.—Para hallar el modo de asegurar las leyes de la verdadera Libertad contra el interés de los gobernantes o las pasiones que suelen animar a los Congresos mismos que las proclaman, y quienes las minan lentamente o las alteran de pronto; porque no hay juez, ni magistrado, rey o miembro del poder ejecutivo, cuerpo legislador o autoridad que no sea falible, y debemos prevenirnos contra la usurpación, la igno­rancia y la veleidad humanas; de modo que la nación goce del bien presente y afiance su futuro destino.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿A qué hora se abren nuestros trabajos, Gran Comendador Segundo Teniente?

Seg.·. Ten.·.—Cuando sea vuestra voluntad, Poderosísimo Gran Comendador.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Así fue cuando por la adulteración del rito se me llamaba “La Omnipotencia”; mas hoy que so­mos todos iguales, y bajo este concepto nos sentamos alrede­dor de esta Mesa redonda, os pregunto: ¿A que hora acostum­braban nuestros fundadores comenzar los trabajos?

Seg .·. Ten.·..—A las diez de la mañana.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Y qué hora es Gran Comendador Primer Teniente?

Pr.·. Ten.·.—Las diez en punto.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Pues si son las diez de la mañana y la hora en que los Gildenses se reunían para abrir el Tribu­nal Supremo, procedamos a hacerlo!

Da nueve golpes por dos y siete, y todos se pu­nen en pie y al orden.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—A la G.·. etc., declaro abiertos los ira bajos del Tribunal Supremo del Consejo Kadosch……. N°…….

¡A mí, hermanos!

Se hacen los signos de los nueve grados Concejiles y luego la batería del último con las palabras: CUSTOS ARCANI, características de los poseedores de él.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Sentaos, hermanos!

Todos lo hacen: luego se anuncia, lee y sanciona el balaustre de la sesión anterior, se despachan los asuntos de familia, se proponen y votan los Candidatos aceptados por el Consejo Kadosch, se da en­trada a los Visitadores, se les consulta acerca de los Aspirantes, se hace justicia a las observaciones y se envía al Gran Introductor por ellos. El Poderosí­simo Gran Comendador sube a Oriente, y los demás se sientan en semicírculos, dejando hueco suficien­te entre aquel y la mesa para los Graduandos. Sólo el Gran Canciller y el Tesorero quedan en ella. Los Tenientes ocupan los extremos de los semicírculos.

Cuando todo está preparado, se avisa al Gran In­troductor el que hace a los Aspirantes toquen a la puerta en su grado.

INICIACION DE LOS CANDIDATOS

Cap.·. de G.·.—Tocan a la puerta del Tribunal Supremo como Príncipe de Merced, Gran Comendador Segundo Teniente.

Seg.·. Ten.·.—¡Tocan como Príncipe de Merced, Gran Co­mendador Primer Teniente!

Pr.·. Ten.·.—A la puerta del Tribunal Supremo tocan co­mo Príncipe de Merced, Poderosísimo Gran Comendador.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Servíos inquirir quién toca, Gran Comendador Primer Teniente!

Pr.·. Ten.·.—Preguntad quién toca. Gran Comendador Segundo Teniente!

Seg.·. Ten.·.—¡Ved quien toca, Gran Comendador Capitán de.’ Guardias!

Entreabre y pregunta:

Cap.·. de G.·.—¿Quién Toca?

Gr.·. Intr.·.—Grandes Sacerdotes de la Verdad que desean consultar al Tribunal Supremo.

Cap.·. de G.·.—¡Son Grandes Sacerdotes de la Verdad que desean consultar al Tribunal Supremo, Gran Comenda­dor Segundo Teniente!

Seg.·. Ten.·.—¡Son Grandes Sacerdotes de la Verdad que desean consultar al Tribunal Supremo, Gran Comendador Primer Teniente!

Pr.·. Ten.·.—¡Poderosísimo Gran Comendador, son Gran­des Sacerdotes de la Verdad que desean consultamos!

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Dadles entrada, Gran Comendador Primer Teniente!

Pr.·. Ten.·.—Que entren, Gran Comendador Segundo Te­niente !

Seg.·. Ten.·.—¡Abrid y dad paso, Gran Comendador Ca­pitán de Guardias!

Lo ejecuta, saludan en su grado y dice el

Gr.·. Intr.·.—Tengo la honra de presentaros, Poderosísimo Gran Comendador, a los Príncipes de Merced… que desean consultaros en sus dudas, y os piden la gracia de que los iniciéis en nuestros misterios para salir de ellas.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Sean bien venidos, y dadles asiento, hermanos!

Los coloca entre el Oriente y la Mesa redonda.

 Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Y cuáles son las dudas que les em­barazan ?

Gr.·. Intr.·.—Saber lo que ha de hacerse cuando el Con­greso general de la nación altere o contradiga por sus acuer­dos las leyes fundamentales, o el Poder ejecutivo, Tribunales o Consejos provinciales lo efectúen con la excusa de la nece­sidad y del bien público, o de mantenerse a la cabeza del Progreso; porque si no hay medio de impedirlo, la nación más libre y adelantada retrocederá a la tiranía y a la barbarie.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Piensan muy bien nuestros hermanos, Gran Introductor. No basta promulgar una Constitu­ción arreglada a los buenos principios del derecho natural: es necesario impedir que ninguno la altere. Y así para la administración de Justicia hay en todos los países civiliza­dos, aunque un déspota los domine, un Tribunal Supremo, al cual se apela de los acuerdos de los otros para que no con­traríen al Código en los gobiernos representativos y republi­canos se acude a él hasta para los del Congreso que los le­gisla, gracias a nuestra Institución, porque su origen viene de este grado de Comendador del Templo, título que se les dio al reconstruir el de Jerusalem, y que asumieron los ju­díos iniciados con los Terapeutas y los Esenios, cuando Tolomeo Filométor, dos siglos antes de la era cristiana, siendo rey de Egipto, les concedió volver a ella y fundar allí su Templo.

Aquellos Grandes Comendadores eran sus guardianes, los conservadores de la pureza de la ley: pero modificado el ob­jeto por las pasiones e intereses de las edades sucesivas, se convirtió por una usurpación, durante el cataclismo que des­trozó al imperio romano, en el Supremo Tribunal de los Jue­ces Francos, ante el cual se apelaba de la tiranía de los afi­liados rebeldes o que traspasaban sus poderes! Y en nuestros días hemos visto una asociación de fanáticos que al leer los monstruosos rituales que corren del grado nono o “Elegido de los Nueve” y otros Jacobitas, se dieron el nombre de “Car­bonarios”, y horrorizaron al viejo mundo.

Para distinguirnos de ellos, algunos críticos que ignoraban el secreto de los grados intermedios, al ver que en las órdenes de Caballería hay “Grandes Comendadores”, supu­sieron, no sólo que nos habían dado el título, sino que los Ca­balleros de San Juan de Jerusalem, más conocidos por los Templarios, trajeron la Masonería a Occidente. Pero así como el grado de Rosa Cruz nada tiene que ver con el Cristianismo, la Orden de los Templarios, establecida por los fanáticos para sostenerlo y propagarlo, jamás ha podido asociarse a la nues­tra, que proclama todas las Libertades, comenzando por la de Conciencia. Nunca los Templarios fueron Masones; y aunque los tomamos por símbolo, es para ocultar nuestros pensamien­tos civilizadores. El espíritu protector, el aristocrático y religioso se fundieron para encarnarse en las órdenes de la Ca­ballería, y lejos de ser aquélla una asociación reformadora se levantó en la postrera mitad del undécimo siglo, antes de las Cruzadas, esencialmente para arraigar los despotismos do­minantes que anhelaban conservar en toda su plenitud las usurpaciones existentes e impedir las futuras. Los que la fundaron y sostuvieron hasta su fin, unían la superstición del monje al desenfreno del soldado: el celibato del clero a la arrogancia de la cuna. Mantener a las naciones en pupilaje, eternizando su infancia; degradar más y más a los que no pertenecían al sacerdocio o a la nobleza, y detener la ambición de los reyes y del paisanaje; fue tal el objeto de aquella liga que luchaba por la ambición y astucia contra los poderes de Roma y de los reyes, ocultaba bajo el manto religioso mus proyectos, y rivalizaba en hambre de poder con los mo­narcas. Era el baluarte más firme de la aristocracia, y Felipe el Hermoso, que ansiaba destruirla y dominar a Roma ofreció a Beltrán de Goth el Papado si se prestaba a sus exigencias. Aceptó, y siendo ya Clemente V, los dos monarcas le llama­ron, fingiendo necesitar de su experiencia para una nueva Cruzada. En cualquier libro de historia sabéis los hechos des­de su prisión en 11 de octubre de 1307, hasta el suplicio de Santiago Molé o Jacques Burgundus Molay y Guy d’Auvergne, el 11 de marzo de 1312. Nada tenemos que agradecer a las víc­timas ni a sus verdugos, y se necesita no conocer las fases progresivas de la civilización para dar asentimiento a la leyenda de que la Orden de Caballería se alistó en las banderas de Va­lor para la conquista de Oriente, y que volvió desengañada, con los Estandartes de Filosofía, a ilustrar la Inteligencia sumergida en las tinieblas del fanatismo político y religioso; y que del seno de la locura feudal y de la superstición, del país de la tiranía y de la ignorancia, del foco de los males, nos tra­jeron el espíritu de Fraternidad, de Libertad y de Tolerancia! Fueron los hombres ilustrados, los oprimidos, los filósofos, los sabios, los patriotas, los que despertaron el sentimiento, que dormía, de la dignidad humana. Sí, hermanos; los que querían ser hombres y no bestias de carga, fueron los que fundaron las BEHETRIAS españolas, desde el tiempo de la invasión Feni­cia, los que en la antigua Manapia, en la Galia Belga, levantaron la GILDONIA en la octava centuria de nuestra Era, aso­ciación política de los entendidos contra las usurpaciones del clero y de los emperadores, que se unían para explotar y escla­vizar a los pueblos, disimulando aquellos masones sus fines con él pretexto de oponerse a la despótica dominación de los francos y protegerse en sus enfermedades y pérdidas en los incen­dios y naufragios; los que en el año 890 de la cristiandad, cuando toda ella se sumergía en la barbarie y olvidaba las leyes que los godos les trajeron de las márgenes del Dnieper, y los anglos y sajones de las orillas del Báltico, se unieron al Grande Alfredo, destructor de la tiranía danesa y penúltimo rey de la heptarquía sajona, para que en su Código de leyes civiles y criminales las reviviera; los que elevaron al solio al primer Enrique con detrimento de su hermano Roberto, para detener el feudalismo importado de Francia por Guillermo el Conquistador, y afiliados con el nombre de FILDENSES ob­tuvieron en 1103 la MAGNA CARTA DE INGLATERRA; los que proclamaron en la época del renacimiento el DERECHO DE EXAMEN; los que combatieron por el sentimiento presente contra la memoria del pasado; los que derrocaron el poder reli­gioso estableciendo la supremacía del derecho privado; y, en fin, los que al aplicar a la POLITICA, o sea, al orden interior de la Asociación humana, esto es, a su ECONOMIA, los mis­mos principios sustituirán la AUTORIDAD, palabra que carece de significado donde la propiedad, el trabajo, el cambio, el crédito y la ciencia son libres, y lo que se llama GOBIERNO, con todo su organismo envilecedor, son MEROS REPRESENTANTES DE LOS INTERESES LIBRES DE LOS ASOCIA DOS, para velar por el cumplimiento de las providencias que éstos acordaren.

Si hay un grado que verdaderamente se funde en la Sa­biduría, es éste que aspiráis a poseer: y por eso, sin disputa, se le consagró a Salomón y lleva su nombre en una de sus pa­labras. También es muy notable el símbolo de él: un León con una llave en la boca y un collar que lleva el número 525, como veis en el solio, con un letrero que dice: ‘‘GUSTOS ARCANI”.

Según la tradición, en aquel año antes de la Era vulgar, asaltados los israelitas por sus contrarios y vencidos en la batalla, huyeron abandonando el Arca en un bosque. Nadie daba noticias de ella; mas pasado algún tiempo, varios caminantes informaron al Gran Sacerdote de que habían visto en el monte un león formidable con una llave en la boca, el cual no dejaba aproximar a ningún viajero por los alrededores, ni él se alejaba tampoco del mismo sitio. Admirado del hecho, el Gran Sacerdote se dirigió a aquel lugar, y con asombro de todos, el león en vez de acometerle brincó de contento, y con sus ademanes quería incitarle a que se aproximara. Hízolo así, y conoció la llave del Arca que el león parecía ofrecerle. La tomó, e inmediatamente la fiera guiándole como un falderillo le condujo donde estaba el Arca, y desapareció de un salto. Si por otra parte sumáis las tres cifras de 525, obtendréis el número 12, mística coincidencia de las doce leyes inscritas en las columnas de esta Cámara, que tendréis que defender con la pujanza de que el león es emblema, y por lo cual la frase que caracteriza nuestra dignidad es: “CUSTOS ARCANI”.

¡Llevadlos por la Cámara, Gran Experto, y haced que lean los letreros de las columnas que la sostienen!

Lo hacen, repitiendo en alta voz los que están en ellas, y al volver a sus puestos, dice antes que se sienten el

Pod.·. Gr.·. Com.·.-¡En pie y al orden, hermanos!

Todos lo ejecutan, y el Gran Introductor hace extender la mano y el brazo derecho a los graduandos.

Pod.·. Gr.·. Com.·.-¿Juráis defender, inculcar y hacer lo posible para que esas doce leyes reinen en todas las naciones?

GRADUADOS     Lo juro.

Pod.·. Gr.·. Com.·.-¡Sentaos, Grandes Sacerdotes de la Ver­dad y Grandes Comendadores del Templo!

Así que lo hacen, continúan

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Acabáis de leer las doce leyes funda­mentales de la Redención humana, leyes sin las que el desorden y la anarquía reinarán y sucederán al despotismo. Son las doce columnas del Templo de Temis o la Justicia, y en ellas estri­ba la felicidad de las naciones; se prestan mutuo apoyo, y por eso nunca la disfrutarán con una u otra, sino con todas a la vez. Por el número de ellas que proclame la Constitución fundamental de un país, conoceréis la altura de su civilización. Ninguno las ha reunido todavía, y los que se creen más avan­zados tienen mucho que aprender y errores inmensos que co­rregir para no volver ai oscurantismo. Porque no hay término medio; el hombre se perfecciona o retrograda, y el ARBOL DE LA LIBERTAD abandona la región que no le fecunda para arraigarse en terreno menos ingrato.

La ardiente imaginación griega lo secó con el soplo mortí­fero de las controversias religiosas, y su simiente, llevada en loa cuernos de la media luna, dio tallos más vigorosos en los feraces campos de la Iberia. El siroco romano redujo a cenizas Ios erguidos vástagos que regaban los COMUNEROS DE CASTILLA; la inmortal simiente vagando a merced de los hura­canes cayó en la olvidada Albión, y abrigada entre sus rocas, refrescada con la brisa de los mares, se desarrolló de nuevo, aunque lentamente, por el rigor del clima, hasta el día en que una tormenta político-religiosa lanzó su polen en las praderas virginales de la América del Norte. Allí, libre del aliento im­puro del decrépito sátiro y de los brazos convulsivos del caduco autócrata, el retoño se alzó esbelto y lozano, y por primera vez el ARBOL DIVINO, ostentó a la faz del mundo electrizado sus flores refulgentes y perfumados frutos.—;Que se limpie, no obstante, aquella región de la cizaña que crece y tiende a ahogar las tiernas espigas de su génesis inmarcesible, porque van absorbiendo y agotarán la savia que las nutre, si no lim­pia prudente mano su feraz territorio. Y ¡ay de él! ¡ay de la humanidad si lo pierde!

¡Cuántos dolores y trabajos costó adquirir el reconocimiento de cualquiera de esos doce derechos que designan nues­tras columnas! Mares de sangre han cubierto la Tierra en la lucha fratricida del interés particular contra el general, y aún correrá a torrentes antes de que esos principios inconcusos de la naturaleza humana, hollados por el talón de los déspotas, destrozados por el carro de las revoluciones, puedan reunirse en un magnífico conjunto!

El estampido del cañón ha ahogado el grito del Pueblo Soberano. La cárcel, el presidio y la confiscación devoraron la LIBERTAD DEL TRABAJO en favor del privilegio y el mo­nopolio. El fisco y la ignorancia de los Ayuntamientos y Con­gresos nos arruinan con sus Sistemas Tributarios y su IMPUESTO PROPORCIONAL que se hace progresivo en el sen­tido de la miseria. La hoguera ha devorado a millares a los LIBRES PENSADORES. La punta de la bayoneta y el látigo del verdugo destrozan el pecho y las espaldas del que nació hijo de Dios, como el resto de la especie, siendo LIBRE sólo para elegir su género de muerte: ¡último amparo de la desespe­ración! Ningún país ha logrado su LIBERTAD sino sobre montones de cadáveres, y los ejércitos levantados para sostenerla han sido casi constantemente los instrumentos de la tiranía interior y de la opresión y esclavitud de naciones extranjeras. EL DERECHO DE REUNION sólo lo poseen los habitantes de muy contadas regiones. LA LIBERTAD DE IMPRENTA co­rre parejas con él: y como ambos son correlativos con la SO­BERANIA DEL PUEBLO, han sufrido las mismas y peores transiciones. EL LIBRE CAMBIO es a su aspiración del deseo. Por el HABEAS CORPUS ha peleado quinientos años la Inglaterra. Sólo en ella y en Norte América conocen el verda­dero JUICIO POR JURADOS y saben practicarlo: en los de más lugares es una inquisición política. En fin, la IGUALDAD SOCIAL, aunque inscrita en loa Códigos con el nombre de “Ci­vil” es letra muerta en la inmensa mayoría de los casos.

¿Y dejaremos que la Constitución se sostenga por sí mis­ma, supondremos que los hombres son ángeles y que nunca in­fringirán, aunque la pasión los extravíe o les aguijoneen sus intereses? No, hermanos; debemos proclamar y hacer invulne­rables los principios de la Libertad verdadera. Vais a senta­ros en el Tribunal Supremo y Conservador, y es indispensable que los conozcáis perfectamente. Con ese fin tengo que someteros a un interesantísimo

INTERROGATORIO

¿Qué diferencia hay entre las LEYES CONSTITUCIONA­LES O FUNDAMENTOS y las otras, Hermano… ?

Si no responde bien, se le explicará la

Respuesta.—Aquéllas son el pacto que garantiza los de­rechos y deberes de cada uno, y es inviolable por su naturaleza. Así toda Ley o Código que se promulgue por cualquier Con­greso o autoridad, ha de tener por fin la ratificación y sanción de aquel pacto, y la que lo modifique o contradiga, es nula y de ningún valor ni efecto. Los Parlamentos, Consejos, Muni­cipios y agentes del poder, sólo tienen facultad de dictar las medidas que la ocasión haga indispensables para afianzar el todo y cada una de las partes de la Constitución vigente, en la que no ha de haber ningún artículo que dé lugar a la arbitra­riedad ni a la interpretación versátil de los partidos.

Fod.·. Gr.·. Com.·.—¿ Qué otras condiciones debe tener esa CONSTITUCION, Hermano…?

Respuesta.—Ha de explicar clara y terminantemente la manera de reformarla, cuando el Progreso lo haga necesario, pues lo que en una época se creyó bueno, no lo es en otra, o la experiencia descubre que fue dictado por el error. Lo que de ninguna manera envuelve la idea o el derecho de que la modi­fiquen las autoridades constituidas bajo aquel pacto, aunque la inmensa mayoría de la nación lo demande, porque él es la salvaguardia de la minoría, y sirvió de punto de partida en los contratos interiores o exteriores de los ciudadanos. Se destrui­ría el principio de “cada uno para todos y todos para cada uno” si los más tuvieran el poder de burlar las legales espe­ranzas de los menos; sistema que inevitablemente conduce a la anarquía o al reinado de la demagogia y es tan fatal como el de los Congresos que se faculten para mutilar y ampliar la Constitución, cuan.do lo tienen por conveniente; porque enton­ces el primer ambicioso que reduzca o intimide a su mayoría, esclavizará a la nación. Lo que dispone el pacto fundamental es sagrado.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Y cuál será el modo más justo de alterarlo, cuando la experiencia o la razón lo exijan, Herma no…?

Respuesta.—Si el Congreso de la nación creyere indispensable la reforma lo dirá a toda ella para que el Pueblo discuta libremente el asunto, y pasado el período que se pres­criba para ello, el nuevo Congreso que legalmente suceda al anterior, lo estudiará en todas sus partes; y si confirma el parecer del que le precedió, dictará entonces la ley para que el pueblo elija los diputados de una nueva Cámara Constitu­yente; y éstos, provistos de los poderes indispensables, y limitados al punto de que se trata, reformarán lo conveniente.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Ese es el mejor, sino el único de los medios, Hermano. Es tal la tendencia de las autoridades a usurpar los derechos y aumentar su poder, y la de las Cáma­ras o Congresos Legislativos a innovar y ceder a pasiones e intereses del momento, que para oponer un dique a las primeras, Moisés estableció el Sanhedrín, y las monarquías mo­deradas y las repúblicas más democráticas han concedido el poder del VETO al Rey o al Presidente, ora más, ora menos limitado. Pero esas providencias no bastan, el sacerdocio se alzó con todas las facultades, y los Reyes y Presidentes se apoderaron del mando absoluto o vivieron como jefes farsan­tes.

¿Que han discurrido los más sabios legisladores contra estos inconvenientes, Hermano… ?

Respuesta.—Establecer un TRIBUNAL SUPREMO que juzgue en todos los negocios de trascendencia, y en los que lo pidan una o más partes, aunque no lo sean, si los trámites legales se han seguido; que anule lo hecho, cuando no lo fueron; que resuelva los casos dudosos en cuanto a la apli­cación de la ley, y que goce de la autoridad absoluta de decir, apoyados en la Constitución, si lo que disponen los Cuerpos Legisladores o los agentes del poder o el Jefe del Ejecutivo, traspasa sus facultades.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Ese Tribunal Supremo viene a ser para la nación su HABEAS CORPUS en esos casos y desgra­ciada la que no garantiza así su ley fundamental! Pero aun esto no basta; cada hombre debe tener derecho de protesta contra todo lo que se le ordene y no sea constitucional, y a que se le haga justicia, recayendo la responsabilidad sobre el que dicte la providencia.

¿Y quiénes nombrarán ese TRIBUNAL SUPREMO CON­SERVADOR, que defienda la ley y la inviolabilidad de la CONSTITUCION, Hermano…?

Respuesta.—El Congreso que la establezca, pues es el más apto para conocer los hombres dignos y capaces de con­servarla inviolable.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Y cómo se evitará la corrupción, o que un nuevo Congreso elija personas que satisfagan sus de­seos o contenten sus pasiones?

Respuesta.—Dotándolos suficientemente y haciéndolos vi­talicios, de modo que su prevaricación o su caducidad decla­rada por un juicio legal, sean las que los separen de su empleo. En caso de vacante, el congreso existente nombrará al sucesor, y como será muy difícil que haya de elegir más de uno o dos, jamás tendrá mayoría para que se consolide una ley anticonstitucional, decidiendo la duda hombres que no dependen de él así que los ha nombrado, y que responden a la patria de en ven­tura.

Pod.·. Gr.·. Com.·.-¿Y cuántos miembros serán bastantes para constituirlo?

Respuesta.—Cinco, como lo ha demostrado la experiencia en las mejores Repúblicas.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Y qué decís del Tribunal de Casación establecido en algunos países, Hermano… ?

Respuesta.—Que sus atribuciones entran en el SUPREMO que se ha explicado. La Francia creó el otro, para que decidiera si se habían seguido todos los trámites judiciales en los pro­cesos; y así es innecesario donde existe el que proclamamos.

Acabado el interrogatorio, da un golpe con su espada y dice el

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Hermanos: los Reglamentos y Cons­tituciones que se dice fueron hechos en Burdeos por los Prín­cipes del Real Secreto en 1762, no mencionan siquiera los gra­dos en que os inicio, y que se mandaron trabajar por los que nos rigen de 1786, porque los que establecieron el Rito de Per­fección en veinticinco grados, no conocían más leyes que las del gobierno francés, y aunque comprendían la sublimidad de la Masonería, se lea escapaban sus más grandes misterios.—Sin ninguna idea del Habeas Corpus, ni del Jurado, ni del Gran Jurado, envilecido el Pueblo, ¿cómo pensarían en rehabilitar las clases proletarias ni proclamar la Igualdad Social del Prín­cipe de Merced? Y no porque sean innovaciones, pues los Gildenses, los Fildenses y Masones de la octava centuria, y antes de ellos los Esenios y los Terapeutas, han profesado los mismos principios que proclamaban en tiempo inmemorial los funda­dores de las Behetrías españolas, porque en esa nación jamás se ha practicado ni conocido otro Rito que el nuestro, y las instituciones más liberales de Europa vienen de ella. Defendiéndolas murieron en Villalar los COMUNEROS DE CASTILLA.—La Inglaterra, que ha conseguido el fin, olvidó los medios, y de aquí su ignorancia en cuanto al secreto de los grados, y las farsas ridículas y religiosas de sus talleres.— Mas nosotros, hijos de aquellos behetrianos y comuneros, co­nocemos la Masonería verdadera, y os la enseñamos como es en sí, como madre del Progreso y como VERDAD luminosa.

¡Grandes Comendadores del Templo! ¿Creéis dignos a los candidatos de sentarse con vosotros en este Tribunal Supremo?

Al ver el signo de adhesión u oír su respuesta afirmativa, dice el

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Pues servíos acompañarme al acto solemne del juramento y colocación del grado!

Baja del trono; el Gran Introductor conduce a los aspirantes, que ponen su mano derecha sobre la espada que les presenta el Jefe, y los demás forman la bóveda de acero.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Repetid conmigo.

JURAMENTO

Yo……………… juro y prometo bajo palabra de honor, enseñar y sostener las doce leyes fundamentales de la VERDADERA LIBERTAD, sacrificarme por el bien de mi patria y por conservar la pureza e integridad de la Constitución que procla­me aquellas leyes, y contribuir a la creación del TRIBUNAL SUPREMO que se recomienda en este gradó. Juro igualmente no revelar a ningún profano dónde aprendí estos principios, y cumplir todas mis obligaciones.

¡Así sea!

Levanta su espada sobre la cabeza de los graduandos, y dice el

Pod.·. Gr.·. Com.·.—A la G. etc., os creo, nombro y cons­tituyo, Gran Comendador del Templo, y miembro de este Tri­bunal Supremo del Consejo Kadosch…..          N°……. a vos………….

Toca con la espada en el hombro derecho de los que va nombrando.

Pod.·. Gr.·. Com.·.— ¡Sentaos en la Mesa Redonda, her­manos, y vosotros oíd los caracteres de este grado!

Se cumple la orden y dice el

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Son los siguientes:

SIGNO.—Se pone la mano derecha en la región del estó­mago, formando escuadra el pulgar con los otros dedos, si uno está de pie; mas cuando se halla sentado, se extiende del mis­mo modo la mano sobre la Mesa Redonda.

TOQUE.—Dar ligeramente tres golpes con la mano dere­cha sobre el hombro izquierdo del Hermano, el cual la toma con la suya y le da tres ligeras sacudidas.

PALABRA DE PASE………….

IDEM SAGRADA………….

BATERIA.—Nueve golpes por dos y siete

EDAD.—Ochenta y cinco años

SIMBOLO.—Un León en campo azul marino con una lla­ve en la boca, un collar con el número 525, y el lema CUSTOS ARCANI.

¡Conducidlos, Gran Comendador e Introductor, a los Te­nientes!

En seguida los manda proclamar, se aplaude la iniciación, los sienta a su derecha, y el Caballero de la elocuencia pronuncia su balaustre, se le dan gracias, se ofrece la palabra, se felicita a los Visitadores, se circula la caja de asistencia fraternal, y luego da un golpe con su espada y procede a la

CLAUSURA DE LOS TRABAJOS

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿A qué hora se cierra el Tribunal Su­premo, Gran Comendador Primer Teniente?

Pr.·. Ten.·.—A las cuatro de la tarde.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¿Qué hora es, Gran Comendador Se­gundo Teniente?

Seg.·. Ten.·.—Las cuatro en punto, Poderoso Gran Comendador.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—Pues si son las cuatro de la tarde y la hora de cerrar los trabajos, servíos hermanos, ayudarme a hacerlo.

Da nueve golpes por dos y siete, y todos se le­vantan al orden.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—A la G.\, etc., declaro cerrado el Tri­bunal Supremo.

Se hacen los signos de los nueve grados Concejiles, y después del último la batería con palabras CUSTOS ARCANI.

Pod.·. Gr.·. Com.·.—¡Id en paz, hermanos; pero antes ju­rad guardar silencio acerca de lo ocurrido!—¿Lo juráis? Todos.—Lo juro.

Y se retiran en silencio.